jueves, 15 de febrero de 2007

UN SANTO DE CHULUCANAS

Por Miguel Godos Curay

¿Cómo son los santos?.Son personas de carne y hueso. Apasionadas e intensas, amorosas, con virtudes y defectos. Humanos pero con el corazón sintonizado en Dios. Para los peruanos la cualidad que mejor caracteriza a los santos es el hacer milagros. El cumplir con los cometidos imposibles de sus devotos. Son por los milagros y portentos, reconocidos por la Iglesia, que la santidad salta con pértiga a los altares. No son pocos los candidatos pero algunos cuyas virtudes se encuentran en estudio profundo están en la larga lista de espera del reconocimiento de sus virtudes heroicas de las curas repentinas por su intercesión. En el imaginario popular están vivas y patentes estas expresiones de fervor popular: la Beatita de Humay doña Luisa La Torre, el Venerable don Pedro Urraca y Sarita Colonia son parte de la oración cotidiana de miles de peruanos.

En Piura, pocos realmente conocen, se ha abierto proceso de canonización del Padre Agustino Juan José McKniff (1905-1994). El Padre McKniff vivió entre los pobres de Chulucanas y Santo Domingo de Morropón.. Todos coinciden en afirmar que fue un hombre bueno y santo sacerdote dedicado con amorosa devoción a la Virgen y a los pobres. Quienes lo conocieron coinciden en reconocer sus virtudes cristianas y humanas. Conocí a don Juan José McKniff cuando era maestro rural en el caserío El Yumbe de Santo Domingo. Con él transcurrieron muchas horas de conversación amena y gratuita. Era un cura alegre dedicado a extender la devoción a la Virgen a través de la Legión de María.

Uno de sus amores era la advocación de la Caridad del Cobre vieja devoción de los católicos de Cuba. Muchos niños de mi escuelita rural tenían entre sus cuadernos la estampita de la medalla milagrosa y en sus oraciones una de las intenciones era el ruego por los cristianos que sufren persecución en el mundo. Nos parecía sumamente raro que fieles de Morropón se hubiesen trasladado de pronto a la Isla de Cuba transportados por su fe. Este “ milagro” era producto del esfuerzo del Padre Juan José quien añoraba en este exilio forzado a su Cuba del alma. Cuba ama a la Virgen, los cubanos tienen en su corazón presente viva la esperanza en Cristo repetía.

Don Juan José Mckniff nació en Media, Pennsylvania en los Estados Unidos, a los 14 años ingresó en el Seminario Agustino de Villanova, profesando votos en 1923. Su ordenación sacerdotal tuvo lugar en Roma en 1930 en donde obtuvo el doctorado en filosofía. Posteriormente se dedicó a la enseñanza en el seminario y en 1935 partió como voluntario para Filipinas y en 1939 para Cuba. En la isla fue profesor del Colegio San Agustín y posteriormente estuvo al frente de la Parroquia de Cristo en La Habana Vieja en donde desarrolló un diligente apostolado e innumerables esfuerzos por la necesidades de la gente humilde abriendo escuelas gratuitas para niños y obreros, y un dispensario médico. También introdujo la Acción Católica y la Legión de María, promovió actividades religiosas, culturales y deportivas.

En 1959 con la irrupción de la revolución castrista se mantuvo en su puesto observando como fueron clausurados sus centros y sufriendo vejaciones de toda clase. En 1968, a consecuencia de su quebrantada salud se le permitió salir de la isla pero ya no pudo retornar pues le fue denegado el permiso. Pese a su edad no se doblegó y pidió venir a Chulucanas donde permaneció 22 años tras un breve periplo en Trujillo dedicado a la docencia. Fue un entusiasta promotor de vocaciones y servidor de los pobres. El 24 de Marzo de 1994 falleció en Miami, Florida pocos después de haber retornado del Perú. Sus restos descansan junto a numerosos inmigrantes que no olvidan su espíritu entusiasta y jovial el 28 de Agosto se inició en Chulucanas el proceso de canonización.