sábado, 18 de agosto de 2012


SOBRE COPIONES Y PIRATAS
Copiar una mala práctica estudiantil.
Por: Miguel Godos Curay

Los fines de semestre en la universidad son una penitencia para los malos estudiantes que con notas desaprobatorias recurren a los exámenes sustitutorios, una inmoral gabela, gracias a la cual los que no estudian buscan una consoladora nota aprobatoria. Los estudiantes, muchas veces desaprueban nuevamente y empieza el ciclo de los exámenes “rogatorios”. Aquí los estudiantes recuren a inimaginables  tretas para conmover a los docentes. Algunos, por ejemplo, recurren con lágrimas en los ojos  para a moco tendido justificar sus negligencias. “Mi madre está muy grave”, “murió mi abuelita”, “profesor tengo que sostener a mis hermanitos”, “si me desaprueba me va a desgraciar”. Todos quieren aprobar a como de lugar y son capaces de todo. Una práctica extendida de docentes sinvergüenzas es el cobro a mano alzada, la venta de exámenes y hasta  la suplantación consentida. Una inmoralidad arrastra a la otra.

Una constatación terrible es la copia. Para ello se reducen  a formato menudo y en miniatura libros y páginas enteras de apunte y  fragmentos de libros. Una alumna con falda corta puede tener en sus piernas una minuciosa copia para aprobar un examen.  Otros recurren al celular con el que fotografían libros completos. La astucia, la inteligencia de los pillos, es realmente desbordante. No faltan los que recurren a sofisticadas formas de tecnología y a llamadas para la sopladera. El tema es muy serio porque tras estas actitudes no hay ni una pizca de remordimiento. Por el contrario la viveza criolla sienta sus reales y eso está muy mal. El copiar es una práctica extendida en la universidad. De ella se ocupan malos alumnos y también malos profesores. Se copian monografías, se hurtan trabajos y exámenes aprobatorios se comercian como bocado en un vergonzoso mercado negro. La copia  es el cáncer de la academia. Una gonorrea intelectual.

El otro extremo es el chantaje sexual de malos docentes sin ética que nadie con valentía se atreve a denunciar. Estudiantes avezadas recurren al coqueteo, a colocar a buen precio sus atractivos para finalmente aprobar un curso. Causa estupefacción que la mayor parte de los malos estudiantes considere que estas inmorales prácticas son un derecho y que los docentes que fueron conmovidos por su ruego sean tontos útiles a los que otros malos alumnos pueden engañar. Realmente los exámenes sustitutorios son la heredad  de una larga y podrida práctica corrupta que socava los cimientos de la propia universidad. De mantenerse, la corrupción se enseñoreará en las aulas, en los pasillos. Corrompiendo los vínculos amistosos y haciendo de la vida universitaria un estofado de vergüenza e inmundicia.

No nos resulten extraños en este contexto los piratas de todo calibre que viven del esfuerzo intelectual de otros. Los hay de  todo pelaje. Los que se apropian de lo que tu escribes. Los que arrasan con cuánta información ajena pueden levantar. El colmo es que nunca citan la fuente de origen y presumen de inteligentes. Hay quienes viven copiando  conocimiento con la memoria portátil. Editan retocan y rematan con su firma. En el fondo no hay sustancia creativa ni actitud crítica frente al nuevo conocimiento. Con sorpresa podemos descubrir esta nueva versión de piratas en los entornos académicos en donde con cuello y corbata presumen de sabihondos. En algunas ocasiones en las que he advertido y he señalado actos de piratería  me he encontrado con  verdaderas fieras  aupadas por la sinvergüencería y la inmoralidad. Entre un alumno que copia en el aula y un docente dedicado a la piratería intelectual  no hay distancias. El delito es el mismo.

El alumno copión por generalidad es un sujeto de  notable inmadurez intelectual. Empieza copiando en los exámenes para no estudiar. Pero acaba imitándolo todo aunque se de mala forma. Imitan formas de vestir y actitudes ajenas para construir su propio espacio personal que en el fondo no tienen. Dime de que presumes y de diré lo que te falta, dice una celebrado dicho en el entorno laboral. Hay personas que adquieren un celular porque piensan que el aparatito les confiere importancia. Sin el celular en un lugar visible se sienten indigentes y desafortunados. Hay quienes recurren a la pomposa desfachatez y a la huachafería tan común entre los que no tienen tema de conversación porque nunca leen y no son capaces de admirar el mundo. Otros se han construido una extraviada imagen de sí mismo de tal modo que nunca se encuentran y viven en una inacabable imitación de lo que no son.

¿Cómo curar a los copiones? La copia compulsiva no tiene cura a no ser que la persona mejore su autoestima y se valore como tal. Cuando esto sucede la madurez humana se impone. Preferible es desplegar nuestras capacidades con mucho esfuerzo que alimentar nuestras incapacidades el resto de nuestros días con el auxilio de otros. Savater advierte que  aquellos indigentes morales que necesitan de bastones para conducirse en el mundo. Reciben el  apropiado calificativo de imbéciles. No hay otro. El imbécil finalmente cree que engañó a los otros y obtuvo una buena calificación. No es así porque el gran engañado sigue siendo el mismo. El fantasma de la mentira le acompañará siempre en todo lo que haga. En el peor de todos los casos en su radical confusión mental e intelectual descubrirá  que hasta  sus críos son ajenos porque todo en él es postizo. Postizos son sus sueños, sus deseos y hasta su propia vida. Ahí esta la tragedia de su infelicidad.




sábado, 11 de agosto de 2012


GUTIERREZ, ARGUEDAS Y LA MEMORIA
Por: Miguel Godos Curay

Jose María Arguedas, archivo de El Comercio
La Universidad Nacional de Piura, en pleno receso de ciclo por evaluaciones estuvo  en auditorio lleno para escuchar a Gustavo Gutiérrez quien a sus 84 no ha perdido el sentido del humor esa capacidad humana de reírse de uno mismo. El que no se ríe de sí mismo acaba por convertirse en una criatura amargada sin frescura intelectual  para entender el mundo, advierte el filósofo.  “Llevo cuatro operaciones en las piernas, primero dos y las otras dos me las hicieron para que se igualen”. Dice sonriendo. Recordó que estuvo en el primer momento de la colonización San Lorenzo.  Elsa Fung, recuerda que hizo la primera misa hace medio siglo. En Piura  lo recuerdan con gratitud los ayer jóvenes de la UNEC (Unión Nacional de Estudiantes Católicos) que bebieron de primera de fuente de lo que  significó un compromiso evangélico profundo. “En la relación con el pobre se expresa la relación con Dios. Fidelidad es justicia y es santidad.” Es previsible que en su momento esta  prédica y lectura dialéctica del evangelio provocara conmociones. Gutiérrez, es profundamente  humano. Su derrotero en el pensamiento de Bartolomé de Las Casas  es un asomo a la realidad indiana desde los pechos agitados por el miedo y la búsqueda  de Dios liberador.

Uno de los tópicos  abordados por Gutiérrez fue su entrañable vínculo con José María Arguedas (Andahuaylas, Apurímac 1911-Lima,1969)  a quien conoció e intimó. La visión arguediana del Perú sigue vigente. Arguedas fue un testigo. El testigo se nutre de su memoria personal y de la memoria colectiva. Es lo que finalmente se vuelca en la producción del escritor. El testigo “no se queda nadando en la cáscara de la nación” penetra en la vida de su pueblo. Arguedas vivió en Andahuaylas, Abancay, Puquio, Cusco, Huancayo, Ica, Lima Chimbote y Supe  y en este periplo vital  como Guamán Poma de Ayala –señala-  “he sido un sentenciador  de ojos vista”.

La  confesión de Arguedas es  muy  elocuente: “he vivido atento a los latidos de nuestro país”. Como antropólogo  aguzó su sentido de observación sin aniquilar en él lo mágico. Antropológicamente se empapa de vivencias. “yo viví en el ocgllo

(orgullo) de los indios”. En “Todas las sangres” Arguedas sintió el peso existencial. “He vivido en vano” prorrumpirá. En “Agua” se sintió “entropado”, comprometido:  “solido en ese morro seco, etas tarde lloré por los comuneros, por sus chacritas quemadas por el sol, por sus animalitos hambrientos. Las lágrimas  taparon mis ojos (…) y corrí después cuesta abajo, a entroparme con los comuneros propietarios de Utek pampa. 

Arguedas, señala Gutiérrez,  encontró limitaciones en el trato humano En “Sueño del Pongo” emerge esta cuestión “¿eres gente u otra cosa?”. Estos sentimientos hacen de Arguedas un hombre sensible ante la injusticia y el sufrimiento que  ella causaba. La injusticia  “enmugrece” al país. Señaló el escritor con reiteración. Los comuneros de Utekpampa se sentían “ninguneados” lo dicen la chichera, la Kurku, pongo Moncada, Esteban. La visión arguediana se torna compleja en la lectura de la realidad andina y del país. Esta complejidad se advierte en “Todas las sangres”. Los negros, los mestizos e indios son maltratados. Esta visión de país es la de los últimos de la sociedad. Leer la historia, por ello refresca la conciencia. Abre la memoria. El mal de este país -dice  Ernesto personaje de los “Ríos Profundos”-  “a los indios les han hecho perder la memoria”. Un pueblo sin memoria es un pueblo débil. El presente del pasado es aquello que nos quiere arrebatar el neo liberalismo amnésico y desmemoriado.

Arguedas volcó que quechua la sabiduría y arte del Perú criollo. “El caudal del arte y la sabiduría de un pueblo que se consideraba degenerado, debilitado o extraño e impenetrable”. La memoria está ligada a la identidad personal y colectiva. Las Casas, recuerda que la historia es “maestra de la vida” y “vida de la memoria” No es un recuento de la historia sino el pasado sobre el que se proyecta el futuro. Esa  proyección se nutre de la esperanza.  Hay quienes  sostienen  que  Arguedas era un hombre depresivo. Lo era. Pero sus escritos últimos reflejan que era un hombre  que proyectaba alegría y vitalidad. Sucede que en los umbrales de la conciencia hay rincones impenetrables de los que no se puede hablar.  En carta  al Rector de la Universidad Agraria escribe “el Perú es un cuerpo cargado de poderosa sabia ardiente de vida, impaciente por realizarse”. Leer Arguedas  o releerlo es una necesidad, sobretodo cuando, como en los tiempos del Virrey Toledo, nos quieren dejar sin memoria. El memorioso Gustavo Gutiérrez  Merino recordó que su padre siempre mencionaba a los parientes piuranos. Los Merino que tienen en el pintor luminoso un motivo personal de orgullo. Gustavo es un teólogo dialéctico y un pensador lúcido como el sol de Piura.

sábado, 4 de agosto de 2012


MARILYN DE AGOSTO, MARILYN DE HUMAREDA
Por: Miguel Godos Curay
Marilyn Monroe
Si Marilyn Monroe viviera hoy  sería una apoltronada abuela de 86 años. Su imagen reproducida  en millones de calendarios la convirtieron en el símbolo de la belleza femenina de los años cincuenta. La rubia americana de un atractivo exagerado y pose extravagante es toda una leyenda. Una fotografía de Marilyn acompaña en su muda estancia sobre el sofá destartalado  al pintor Víctor Humareda incondicional admirador de la rubia. Para el artista Marilyn era una extraña mezcla de inocencia y pecado. De tentación  y natural voluptuosidad.

Marilyn es el nombre con el que se lanzó al estrellato. Su nombre original fue Norma Jean Mortenson y era hija de Gladys Monroe Baker, una montajista de películas de Hollywood y de su segundo marido Edward Mortenson quien  se hizo humo poco después de que ella naciera. La amiga de su madre  Grace Godard  la acogió desde  los once años hasta  los dieciséis  en que se casó con Jim Dougherty un recio obrero que le brindó protección.  Unas fotos que le hicieron cuando trabajaba para la industria bélica la convirtieron  en una modelo popular por sus naturales encantos.  En 1946,  consiguió un contrato con la Century Fox  fue en este momento en el que decoloraron su cabello y la bautizaron como Marilyn Monroe. El mito adquirió forma. La rubia de labios carnosos se convirtió en todo un símbolo de una  época.

Una existencia desenfrenada  en la busca de la fama la llevó a una vida escandalosa. Alguna vez escribió que le apetecería acostarse con el físico Albert Einstein. Tras una fulgurante carrera cinematográfica en 1954 se casó con  Joe DiMaggio el legendario astro del béisbol. A Di Maggioo no agradó en  ningún momento  que su esposa exhibiera en público sus encantos. La diferencia de temperamentos llevó a Marilyn a un nuevo casamiento con el escritor Arthur Miller. Con Miller la cosa no fue mejor. Marilyn  inició una cuesta abajo consumida por la depresión y su obsesión física de “sentirse rubia por todas partes”. En alguna ocasión exagerando decoloraciones y afeites  se provocó mortificantes lesiones.

Durante esta etapa empezó a consumir barbitúricos para conciliar el sueño. En varias ocasiones Miller la condujo de emergencia al hospital para salvarla de las sobredosis accidentales de barbitúricos. En 1960 los Miller se divorciaron. Posteriormente emprendió una serie de aventuras con Yves Montand y Frank Sinatra quien  la presentó a John Kennedy. Sobre este capítulo de su vida se ha escrito y especulado mucho. Lo cierto es que en 1962 escribió a su  amigo Bob Slatzer: “¿Me imaginas en el papel de  primera dama?”. Marilyn frecuentaba  secretamente al presidente y en algunas ocasiones fue la pasajera incógnita del avión presidencial.  

Con motivo de la celebración de los 45 años de Kennedy.  Marilyn se llevó todos los aplausos y sorprendió al propio Presidente  cantando  Cumpleaños Feliz.  El gestó dejó más que preocupado a un Kennedy temeroso de los escándalos. El presidente se sentía incómodo por sus repentinas llamadas  al extremo que se tornó incontrolable. Robert Kennedy, su hermano, intervino para apaciguar los ímpetus de la rubia sin éxito. Por aquellos días nuevamente el fantasma de la depresión hizo estragos en su vida. En esta ocasión le causaba  estupor envejecer y tal era la dimensión de sus temores que recurría diariamente a sesiones siquiátricas. El sólo imaginar que la juventud se tornaba inasible a la vuelta de la esquina le provocaba extraños temores.

El cinco de agosto de 1962 fue encontrada muerta en su habitación. A las diez y media de la mañana, el cuerpo  más publicitado de la tierra, yacía, cubierto con una sábana de plástico en el tanatorio del palacio de Justicia. El cuerpo que había adornado tantas paredes era cortado por el escalpelo del cirujano. El doctor Noguchi no encontró mayor evidencia física. Limitándose a señalar  que el toxicólogo podría descubrir reveladores hallazgos. En el hígado, en efecto se encontraron 13 miligramos de penobarbital y 8 miligramos de clorhidrato en la sangre. Sedantes que se encontraron en su habitación. Según los expertos Marilyn se había suministrado una dosis veinte veces mayor que la prescrita por los facultativos.

Marilyn recomendó,en vida, a su amigo y maquillador Whitey Snyder que se hiciera cargo de maquillarle en el momento preciso de su muerte “mientras aún estuviera el cuerpo caliente”. Snyder, dos días después de su muerte concurrió a la funeraria de Westwood Memorial Park para cumplir con el encargo.  El cuerpo de la actriz estaba hecho una ruina y su trabajo ahora era el de devolverle su sublimado atractivo. Tras la necropsia  el cuerpo había perdido todo su encanto y fue necesario  recurrir a unos cojines  y bolsas de plástico para devolverle  el donoso seno. Finalmente se le vistió con  uno de sus trajes favoritos color verde. Estaba resplandeciente como en sus mejores momentos. Marilyn sentía vivo temor de ser enterrada. Por este motivo Di Maggio compró un nicho y un ataúd de bronce en el que finalmente fue sepultada. Al funeral sólo fueron invitadas 24 personas. Al día siguiente la gente se había arremolinado a la espera del último adiós del féretro camino al Mausoleum of Memories. A su tumba diariamente acuden cientos de admiradores. La lápida ha tenido que ser cambiada porque los fanáticos se han llevado trocitos de mármol. El mármol blanco está rojo de los besos de multitudes de mujeres que ahí diariamente concurren. Marilyn sonríe. Humareda con la pierna cruzada confiesa que la belleza como el encanto de las rosas en agosto es doblemente fugaz.