sábado, 29 de noviembre de 2008

LA LENGUA DEL GENERAL


Por: Miguel Godos Curay

No me voy a referir al convenio suscrito entre el General Edwin Donayre en representación del Ejército del Perú y la Universidad Alas Peruanas para desarrollar el proyecto cinematográfico “Vidas Paralelas”. Un film sobre el rol de las fuerzas armadas en la lucha contra el terrorismo que busca lavar con detergente las turbias conexiones entre la corrupta cúpula militar y Vladimiro Montesinos. Sino al abordaje del viejo tema de la guerra entre Perú y Chile en nuestros textos escolares. Nuestra historia, la versión peruana de la guerra del Pacífico, es distinta que la versión chilena del conflicto. Pocos realmente entienden que se trató de un desborde de ambiciones de Gran Bretaña contra el Perú de las que Chile fue dúctil y ganancioso instrumento.

Chilenos y peruanos, hemos sido educados en el odio recíproco y el desprecio. También es cierto que en ambas naciones y como parte de los tradicionales rituales castrenses la exacerbación de la animadversión es un viejo ardid para mantener “la moral de la tropa”. Nunca se nos dijo que un ejército educado es más poderoso que una mesnada de ignorantes acostumbrados a una obediencia ciega y que el desarrollo pleno de sus capacidades humanas hace a los ejércitos invencibles. Por eso, hoy nuestras fuerzas armadas andan de capa caída, gastando las energías que no le sobran y tratando de enmendar el rumbo en esa historia sin rumbo.

Crecimos con una aversión imaginaria a los chilenos. Nos desencantamos cuando descubrimos, ante la mirada infantil que eran iguales a nosotros. Fuimos educados en una devoción superlativa a Grau y a Bolognesi. Durante solemnes tardes escolares escuchamos el relato de nuestras epopeyas increíbles. Alguna vez pensamos que tales enemigos deberían ser parientes del lobo feroz. Neruda y Salvador Allende nos ayudaron a aterrizar en ese derribamiento de las nubes cautelares de ese formulismo patriótico que privilegia los gritos y oculta la honradez, la buena educación, la tolerancia y el respeto.

La primera vez que contemplamos a chilenos de cuerpo entero fue a hace varias décadas en el naufragio del vapor “Puelche” frente al mar de Paita. Había de todo entre los tripulantes. Y por supuesto los náufragos fueron bien tratados con la misma generosidad con la que Grau socorrió en gesto inolvidable de grandeza humana a los tripulantes de la Esmeralda. Los chilenos, en el Perú, se hicieron famosos por sus circos pueblerinos que cumplían anualmente una paciente labor de espionaje en toda la costa del Perú. Cuando no fueron los circos incursionaban con las revistas y despampanantes choclonas de la Compañía Bim… Bam… Bum que abarrotaban teatros. Durante la dictadura de Velasco se proscribió al propio Condorito al que se censuró como “antiperuano”.

La deslenguada del General Donayre, no deja de ser por eso, parte de esa vieja xenofobia que aún persiste en los cuarteles. En Chile sucede lo propio. Aún queda en ese humor venal de la tele la tomadura de pelo y la burla a lo peruano que sin ser una actitud generalizada mantiene su carga ofensiva. Todavía quedan algunos rescoldos de racismo y de prácticas impropias, producto de ese militarismo de la época del gato con botas.

En tiempos de globalización las guerras son herramientas perversas de disuasión. Lo admitamos o no Chile mantiene, gracias su bonanza económica minera, su potencia ofensiva militar. Perú y Chile, se esfuerzan igualmente por demostrar sus argumentos ante la Corte Internacional de la Haya respecto a sus diferendos territoriales. Somos igualmente acérrimos contrincantes en el fútbol pero también un significativo destino para la inversión chilena. Lo expresado por el General Donayre, fuera de contexto, no deja de ser un desliz de payaso. Y acaso no la de un protagonista de serial con nombre propio: “El general en su lenguarinto”.

Foto: General Donayre y Rector de Alas Peruanas Fidel Ramírez Prado.Tras suscripción de convenio de película.

martes, 25 de noviembre de 2008

LA AUSENCIA DEL ESCARABAJO DE ORO


Por Miguel Godos Curay

Los jóvenes poetas y escritores del grupo Magenta se anticiparon en conferirle, con singular gratitud cerebral, el “Escarabajo de oro” como reconocimiento a la vena literaria al escritor y maestro sullanense Víctor Nemesio Borrero Vargas. Víctor Borrero, murió ayer a las 12.30 en el Hospital Regional. Las letras de Piura están de duelo. Abogado de profesión se dedicó a la literatura con admirable pasión siguiendo las huellas de López Albújar. Víctor, nació un 2 de agosto de 1943 hijo de don Juan Agustín Borrero Vivanco y de doña Luz Victoria Vargas Quevedo. Una bíblica familia con raíces peruanas y ecuatorianas.

Como señala su biógrafo Sigifredo Burneo en Borrero se deslizan las profundas vivencias rurales de un próspero ganadero de Sabiango (Loja), su padre, y sus inquietos hijos llevados a la ciudad para cumplir con las obligaciones de la educación formal. Piura y Loja son un continuo geográfico lleno de vivencias e historias repetidas de boca a oreja en el imaginario del escritor. En este mundo transcurrió su infancia. Entre el aroma de la tierra, el bramido de las quebradas tras las lluvias. Los cantos de los pájaros. El colorido paisaje, el inconfundible aroma de la tierra de la hacienda y las historias de las buenas gentes. Como sostiene Carlos Camino Calderón en sus “Tradiciones de Piura” los sullaneros no se ofenden de ser “los ecuatorianos” del Perú.

De su madre -evocaba Borrero- era amante de la lectura y como consecuencia de su adhesión a Haya y el Partido Aprista sufrió persecución. Nada la arredró para brindar a sus hijos una educación esmerada pero con sensibilidad social. Llegó al colegio de los Hermanos Maristas en Sullana, y de allí salió abruptamente, a continuar su estudios en el Colegio Ignacio Merino de Talara. En aquel entonces mencionar a Marx, Lenin y al propio Fidel Castro en religiosos del post franquismo era tentar al mismo diablo. En Talara la educación para un joven inquieto como Borrero tenía el ingrediente de una ostensible preocupación por la calidad y el progreso. La IPC distribuía entre los estudiantes ejemplares de la revista Fanal en la que publicaban las mejores plumas del Perú. Se estimulaba la lectura en las aulas antes que el reclinatorio.

Se formó universitariamente en San Marcos en donde ocupó el primer puesto. Tuvo el privilegio de concurrir a la antigua Casona de San Marcos y frecuentar a maestros como Luis Alberto Sánchez, Jorge Pucinelli y Luis Valcárcel. Se tituló de abogado un 4 de noviembre de 1968, fecha del aniversario de Sullana. Entre sus obras están:"El alma de Torres" (1987); "Cuentos Tallanes" (1989); "Nuevos cuentos tallanes" (1991), "Jijuneta y alma mía", (1991); "Los Bandoleros de San Tolino", (1992); "Tangarará", (1993); "Derrama tu sangre" (1994); "Tres mujeres contra el mundo" (1995); Happening en la milla seis", (1997), "El sueño de Onésimo" (1990). Últimamente en el 2006 obtuvo por tercera vez el Trofeo Copé en la XIV Bienal de Cuento auspiciada por Petroperu, con el cuento Allco.

Allco es un cuento escrito en prosa castellana del siglo XVI y los personajes son tanto personas como perros. Allco (perro en quechua) alude al informe de un funcionario colonial al alcalde de Trujillo, sobre los “perrerías” sangrientas que practicaba Melchor Verdugo y su perro de caza. Otra es la historia que Víctor una tarde me contó en su casa espaciosa y fresca del jirón Grau. La historia increíble de Pipo, su perro, que en un rapto de amor atravesó en plena lluvia la quebrada pero cuando se esperaba un trágico desenlace apareció acompañado de otro can en la puerta de su casa. Pipo, era todo un personaje y hasta los traseros respingados de Sullana no fueron ajenos a sus mordiscos. Alguna vez escribí en La Primicia una crónica sobre este perro noble que según su amo, que hoy guarda profundo silencio, demostró que la solidaridad es la más grande virtud de los perros. Víctor Borrero, el escarabajo de oro, descansa en paz. No son ajenos a sus ojos el color del cielo y a su corazón el aroma inconfundible de la tierra.

lunes, 24 de noviembre de 2008

¿QUEREMOS CAMBIAR LOS PIURANOS?


Por: Miguel Godos Curay

Para cambiar hay que querer cambiar. En segundo lugar debemos tener la certidumbre de que se puede cambiar y finalmente aceptar los cambios con esa experiencia humana que el conocimiento nos da. Mejor dicho gran responsabilidad de los que nos pasa a nosotros es nuestra responsabilidad. Nosotros fuimos los que elegimos a quienes nos gobiernan. Nuestro facilismo y nuestro pensamiento caduco no nos deja salir de ese ejercicio frustrante de seguir eligiendo políticos que cambiamos por otros políticos sin que se nos ocurra, como recomendaba Platón, cambiar a los demagogos por los sabios.

Otro de nuestros defectos es seguir circulando con viejos hábitos mentales y emocionales. En Piura elegimos alcaldes y congresales por un polito, una gorrita y una promesa casi siempre incumplida de trabajo. No elegimos entre los mejores sino entre los malos y peores. Por eso estamos como estamos circulando entre viejos vicios con un desinterés absoluto por la conducción de la cosa pública. Nunca intentamos hacer algo que nunca hemos hecho. Probablemente el día que los hagamos descubriremos que tenemos muchas posibilidades de vivir mejor. Señala Alejandro Jodorowski, escritor chileno, que cuando más difícil sea lo que hagamos en ese mismo instante despertamos nuestro interés por el mundo permitiendo la irrupción fulgurante de la poesía. La poesía es la belleza de vivir dignamente y en paz en una Piura para todos y con todos.

Necesitamos de modo urgente de la creatividad que salva la vida y que nos permita entender que la inteligencia y la imaginación son también esa búsqueda insaciable de una ciudad posible que sea un mejor lugar para vivir. Necesitamos de esa sintonía humana que nos permita apostar por una Piura limpia en donde el río sea descontaminado y en donde se respete a los niños. Vivimos ganados por la violencia, carcomidos por la corrupción, consumidos por el desgano. Por la anomia y la indiferencia. Y no hay razón.

Nos hace falta la música que convirtió al huraño y salvaje ogro que era Pan en la criatura dulce que se transformó cuando muerta Siringa, la ninfa de la que se enamoró, recogió las cañitas que habían crecido sobre tumba y confeccionó una flauta, la flauta de pan, con la que dio rienda suelta a la expansión humana. Necesitamos Orquesta Sinfónica pero también bandas pueblerinas que animen el trabajo y conviertan en jolgorio humano la limpieza de la ciudad. Necesitamos música alegre ahí en donde dejaron su huella brutal los pandilleros. Necesitamos asear cada rincón de la ciudad pero también las conciencias y nuestras instituciones públicas de los sinvergüenzas. Necesitamos curarnos en salud de ese modo tan descascarado de conducir la cosa pública.

Necesitamos reírnos de nosotros mismos para acabar con ese rostro duro paralizado por la rabia. La risa es una descarga de la racionalidad formidable que nos aparta de ese guión inconsciente de fracasos cotidianos que nos estremece todos los días. Pareciera que nos hemos programado y condenado para desunirnos día a día. Nos hemos trepado aun mástil para llegar a la copa y hemos cerrado los ojos por el temor de no saber qué hacer. Necesitamos un salto al vacío para experimentar un cambio profundo que nos renueve y que nos cure de la desidia y de la tontería.
Necesitamos acabar con ese viejo cuento de esperar que otros hagan lo que no queremos hacer y de elegir siempre entre los malos y peores. La solución es dura pero efectiva. Hay que cambiar.
(Grabado:Daguerrotipo de Piura, Siglo XIX)

sábado, 15 de noviembre de 2008

DE POTO A LA REALIDAD


Por: Miguel Godos Curay

Los piuranos son irreverentes hasta lo grotesco y perverso. Lo he constatado recorriendo y observando con detenimiento lo que a ojos de todos merece sumo respeto. La sección antigua del cementerio San Teodoro que guarda las venerables cenizas de nuestros próceres de la independencia, de nuestros antepasados, es una letrina. En Piura y en sus pueblos aledaños no hay rincones más meados que los muros de las escuelas, locales comunales y capillas. Los paredones de la iglesia de Narihualá construida sobre un santuario tallán en un altozano desde el que se domina todo el valle. Ha sido rallado salvajemente con inscripciones impropias por tanto escolar, poco educado, que visita el complejo arqueológico sin el elemental respeto por su pasado.

Podríamos mencionar otros rincones convertidos en pizarrones de los desatinos como las paredes de la ciudad, los servicios higiénicos de la universidad pública y la biblioteca municipal. El pedestal de Ignacio Merino, en el corazón de la ciudad, donde no quedan los filetes de bronce y en donde jovencitos revejidos se deslizan con indiferencia absoluta sobre sus patines. Se dice que el algarrobo es símbolo de Piura pero todos los alcaldes se empecinan en arrancarlos de cuajo en las ciudades ignorando que son beneficio y necesidad urgente para todos. En Sullana, por ejemplo, por una estupidez injustificable la plaza de armas es hoy un corralón iluminado en donde se perdió el solaz y el buen gusto. Otra salvajada edilicia fue la que se perpetró en Tambogrande en donde los umbríos ficus en el que retozaban ardillas y chilalos fueron ultimados tras un remedo torpe de progreso.

Dice el sentido común que ahí en donde se siembra cemento se roba sin miramiento. Por eso la complicidad rapaz del concreto oculta robos. Podemos encontrarla en las plataformas deportivas en los barrios pobres, en las grutitas que todas las asociaciones de padres de familia se empecinan, en dejar en los colegios para santificar sus robos.

Aún recordamos lo expresado por Monseñor Cantuarias respecto a la elocuente religiosidad piurana. Decía Monseñor que de trescientos sesenta soles recogidos en las alcancías de la catedral. No menos de trescientos cincuenta eran falsos. De este revés es nuestra fe. Mucho ruido, mucha exhibición, mucha caminata a Ayabaca o a Paita pero cambio personal nada. Mucho arrepentimiento sin propósito de enmienda. Mucho esfuerzo humano para morir en la playa de la inacción, de la doble cara y el engaño. No cambiamos nada. No relacionamos nunca el amor a Dios con el amor a sí mismo que nos permita vivir en entornos limpios y saludables. No pensamos que el la limpieza de la conciencia tiene que conectarse con la limpieza del cuerpo y del ambiente.

No hemos aún decidido parar la carreta del desbarajuste para analizarnos críticamente y mirar con sinceridad lo que somos y cómo estamos y no seguir jugando con nuestras posibilidades de futuro. Últimamente nos hemos dedicado a preguntar a los que piensan y a los que no piensan: ¿Qué no está pasando? ¿Por qué nos solazamos en el atraso?, ¿Cuáles son nuestros problemas?. Y las respuestas son realmente sorprendentes. En Piura estamos desaprobados en salud y educación. Tenemos que cambiar nuestra forma tan fácil de pensar sin mirar la realidad. Hace mucho tiempo contemplabamos que buena parte de nuestros pintores siempre representan a sus personajes de espaldas. Nunca mirando de frente. Es un leit motiv. Una forma de mirar la realidad tan despojada de sentido.

Ese ejercicio de representación de nuestros artistas nos hizo pensar mucho porque también es una actitud de nuestros políticos, nuestros planificadores, nuestros profesionales, los piuranos de cuello y corbata y los de pie en el suelo, los que enseñan y los que se educan, los que leen y los que escriben: dar espaldas a la realidad. Con jocosidad solemne alguien me dijo vivimos de poto a la realidad. Ese es el problema.

lunes, 10 de noviembre de 2008

LAS ANIMAS MILAGROSAS


Por: Miguel Godos Curay

Nuestros pueblos y villorrios están llenos de ánimas milagrosas que despiertan la devoción y la piedad de las gentes sencillas. Así en Chulucanas no hay feligrés que no haya colocado un cigarrillo encendido en el anónimo nicho de “la Turquita”. Una extraña gitana que murió cuando su tribu visitó la tierra de los mangos y los limones hace mucho tiempo. Camino a Huancabamba, en el kilómetro 55, está el soldadito desconocido al que los camioneros cada lunes colocan velas y flores. Otros le ofrendan tortas de canela y hasta aguardiente de caña. A él se encomiendan y le piden protección contra los salteadores que ahora abundan por los caminos de la sierra.

Mi padre, en Paita, arrojaba flores al mar porque sentía la presencia de los ahogaditos. Estaba convencido que lo acompañaban en la madrugada y marchaba seguro, por el largo trecho, hasta la zona industrial entre los grises farallones del puerto. Nunca enfrentó ningún percance al filo de la madrugada. Pero sus margaritas, que arrojaba al mar, eran infaltables todos los lunes. En Sullana, todas las tardes, es muy concurrida la peanita de Juan de Dios. Otro muerto milagroso que protege del infortunio a mototaxistas, vianderas y gente sencilla que ora ante él con envidiable fervor.

En Tumbes, entre las zarzas del camino a Zorritos está la tumba de “la chilenita” una mujer que fue encontrada muerta en el camino y en cuya blusa tenía como única seña el escudo de Chile. No había otra forma de identificarla. Aquí concurren los contrabandistas, comerciantes que vienen desde el Ecuador y hasta peloteros. Son personajes de leyenda que convocan un fervor profano y una confianza ciega en su intercesión. Se trata de un sincretismo y simbolismo al filo del cristianismo formal.

De los caminantes de la sierra aprendí a respetar los restos de animales muertos. Perros y caballos, cuya lealtad indoblegable, nos recuerda que la amistad es perdurable más allá de la muerte. A los perros hay que enterrarlos junto a un árbol al que con su carne sirvan de abono y su alma se consustancie con la naturaleza. Son criaturas de Dios y merecen respeto -me dijo un viejo arriero- que me transmitió un profundo cariño por los perros extintos que son distintos que los “perros muertos” de la mala fe y el avivato. Son almas que guían y protegen de eso estoy seguro.

Las cruces de cerro son también una bendición. Una crucesita en la punta del cerro salvó al pueblo de Morropón pues ahí una noche de tormenta calló un rayo cuyo impacto hubiese provocado destrucción en el pueblo. En el tablazo de Paita se venera con singular la devoción la “Cruz de Cisneros”. El tal Cisneros no fue ni un santo ni un fraile predicador del que se tenga memoria. Fabricio Cisneros fue un bandolero de la afamada Villa de Querecotillo que quedándole corto el camino tenía como escenarios de sus fechorías los caminos entre Macará y Tumbes.

Refiere López Albújar, en “Los Caballeros de Delito”, que andando Cisneros por Máncora le cayó en pleno cumpleaños a un tal Ruiz quien se defendió a balazos y logró capturarle. Conducido a Tangarará, el subprefecto de Paita Abelardo Garrido lo remitió a Paita custodiado por un capitán de gendarmes apellidado Matos quien no tuvo reparos en fusilarlo en pleno tablazo cerca al cementerio de Paita. Entregado el cuerpo a sus deudos éstos en represalia lo enterraron en el mismo lugar donde fue fusilado y en donde hoy se erige una capilla. Y por aquella tradición tan nuestra el que alguien fuera ladrón en vida no es impedimento para que más tarde se convierta en alma milagrosa en la muerte.
(Grabado José Guadalupe Posada)

martes, 4 de noviembre de 2008

¡PIURANOS BASTA DE VIOLENCIA!


Por: Miguel Godos Curay
No hemos parado de contar el número de homicidios en Piura. Para consolarnos decimos que la violencia es irracional. Sin embargo, podemos afirmar que no carece de razones, sabe encontrarlas cuando tiene ganas de desencadenarse. Unos nos dirán que es consecuencia de la ruptura de la unidad familiar. Otras causas podrían ser la frustración, la anomia, la corrupción y la pérdida de credibilidad en nuestras instituciones. Pero estas razones son insuficientes para explicar que la disposición violenta está presente en los inapropiados procedimientos de represión.

No se trata que una vez interrumpido el estímulo violento deje de actuar. Está presente en el trato agresivo de los propios habitantes de la ciudad. La mugre urbana es producto de esa violencia venial. La descortesía y el mal gusto la comparten. La violencia capital está en el desprecio por la vida. En la trasgresión a las normas de tránsito de los conductores. En la falta de respeto a los niños y a los ancianos. En la ofensa al ornato. En ese afán de ensuciar los pocos espacios limpios que tenemos. La publicidad escandalosa de los bailes se concentra en los locales escolares. En cualquier lugar civilizado una multa ejemplar o el embargo de la taquilla colocarían en la raya a estos sinvergüenzas. En Piura no. Pareciera que las autoridades son engranaje del negocio.

El problema es la incapacidad de respuesta de nuestras autoridades. La violencia insatisfecha se pasea por las calles buscando víctimas a quien arrebatarles su cartera o nos apunta por la espalda o directo al corazón sin que nos demos cuenta. Nosotros los ciudadanos comunes y corrientes no estamos libres de esta amenaza. Somos inexplicablemente vulnerables porque tampoco nos unimos para demostrar a viva voz que Piura no es una ciudad sin ley. Estamos como una pecera en la que el pez que tras no poderse enfrentar a sus adversarios habituales arremete contra su propia familia y la destruye.

Es mismo nos pasa por la lenidad con la que se enfrenta al delito. No hay razón para que nuestras instituciones sigan sumidas en la indiferencia. El gobierno local, el Ministerio Público y la administración de justicia tienen que actuar. De su firme actitud depende la respuesta de la sociedad civil. Juntos todo somos unidos todo lo podemos. Lo que no podemos hacer es cruzarnos de brazos en Piura, en Sullana , en Paita y en Talara donde la delincuencia nos excede.

No nos digan que el Municipio no puede hacer nada si es el responsable directo de la proliferación de cantinas, locales nocturnos y actividades que fomentan directamente o indirectamente el consumo desenfrenado de alcohol y los vicios. No nos digan que no pueden preservar el sueño y la tranquilidad de los ciudadanos. Ya es hora que la Policía y el Ministerio Público no sólo se dediquen al ritual macabro de levantamiento de cadáveres. Esa no es su función. Sino a preservar la paz social.

Ya es hora piuranos de romper ese pacto infame de callar a media voz. Ya es hora de decir no al delito enquistado en nuestra sociedad. El delito como una ola de crimen alevoso se ha ido desplazando desde el mercado, por la avenida Sánchez Cerro al corazón de la ciudad. Los sicarios nos han pegado un certero disparo al corazón. Y no podemos continuar en las medidas tintas. Ni deplorando que nos arrancaron otra inocente vida con dolor.