lunes, 24 de noviembre de 2008

¿QUEREMOS CAMBIAR LOS PIURANOS?


Por: Miguel Godos Curay

Para cambiar hay que querer cambiar. En segundo lugar debemos tener la certidumbre de que se puede cambiar y finalmente aceptar los cambios con esa experiencia humana que el conocimiento nos da. Mejor dicho gran responsabilidad de los que nos pasa a nosotros es nuestra responsabilidad. Nosotros fuimos los que elegimos a quienes nos gobiernan. Nuestro facilismo y nuestro pensamiento caduco no nos deja salir de ese ejercicio frustrante de seguir eligiendo políticos que cambiamos por otros políticos sin que se nos ocurra, como recomendaba Platón, cambiar a los demagogos por los sabios.

Otro de nuestros defectos es seguir circulando con viejos hábitos mentales y emocionales. En Piura elegimos alcaldes y congresales por un polito, una gorrita y una promesa casi siempre incumplida de trabajo. No elegimos entre los mejores sino entre los malos y peores. Por eso estamos como estamos circulando entre viejos vicios con un desinterés absoluto por la conducción de la cosa pública. Nunca intentamos hacer algo que nunca hemos hecho. Probablemente el día que los hagamos descubriremos que tenemos muchas posibilidades de vivir mejor. Señala Alejandro Jodorowski, escritor chileno, que cuando más difícil sea lo que hagamos en ese mismo instante despertamos nuestro interés por el mundo permitiendo la irrupción fulgurante de la poesía. La poesía es la belleza de vivir dignamente y en paz en una Piura para todos y con todos.

Necesitamos de modo urgente de la creatividad que salva la vida y que nos permita entender que la inteligencia y la imaginación son también esa búsqueda insaciable de una ciudad posible que sea un mejor lugar para vivir. Necesitamos de esa sintonía humana que nos permita apostar por una Piura limpia en donde el río sea descontaminado y en donde se respete a los niños. Vivimos ganados por la violencia, carcomidos por la corrupción, consumidos por el desgano. Por la anomia y la indiferencia. Y no hay razón.

Nos hace falta la música que convirtió al huraño y salvaje ogro que era Pan en la criatura dulce que se transformó cuando muerta Siringa, la ninfa de la que se enamoró, recogió las cañitas que habían crecido sobre tumba y confeccionó una flauta, la flauta de pan, con la que dio rienda suelta a la expansión humana. Necesitamos Orquesta Sinfónica pero también bandas pueblerinas que animen el trabajo y conviertan en jolgorio humano la limpieza de la ciudad. Necesitamos música alegre ahí en donde dejaron su huella brutal los pandilleros. Necesitamos asear cada rincón de la ciudad pero también las conciencias y nuestras instituciones públicas de los sinvergüenzas. Necesitamos curarnos en salud de ese modo tan descascarado de conducir la cosa pública.

Necesitamos reírnos de nosotros mismos para acabar con ese rostro duro paralizado por la rabia. La risa es una descarga de la racionalidad formidable que nos aparta de ese guión inconsciente de fracasos cotidianos que nos estremece todos los días. Pareciera que nos hemos programado y condenado para desunirnos día a día. Nos hemos trepado aun mástil para llegar a la copa y hemos cerrado los ojos por el temor de no saber qué hacer. Necesitamos un salto al vacío para experimentar un cambio profundo que nos renueve y que nos cure de la desidia y de la tontería.
Necesitamos acabar con ese viejo cuento de esperar que otros hagan lo que no queremos hacer y de elegir siempre entre los malos y peores. La solución es dura pero efectiva. Hay que cambiar.
(Grabado:Daguerrotipo de Piura, Siglo XIX)

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