
Oscar Aquino Ipanaqué un maestro de las formas y la creatividad. 
Por: Miguel Godos Curay
Es un privilegio mayor aprender la técnica
escultórica del maestro Oscar Aquino Ipanaqué en los talleres de arte de
Instituto de Arte y Cultura de la Universidad Nacional de Piura. El maestro enseña
con el ejemplo. Su trayectoria despierta y abre los ojos de los jóvenes creadores
y los deslumbra. Siempre hemos pensado y pensamos que la universidad es el recinto
de la inteligencia. De los que saben, de los que enseñan y los que aprenden.
Aquino, con su proverbial sencillez, su nobleza de corazón es una viva demostración
de lo que necesita el Perú sacudido por la violencia y la desolación. 
Aquino, es una viva esperanza del Perú
que crea con legítimo orgullo y nobleza. Lleva el arte en la sangre y en su
viva inteligencia. No pierde el tiempo y su integridad de maestro y de artista
es la mejor lección para sus discípulos. Las formas de las cortezas   de
cedro amargo, palo santo, algarrobo y zapotes se transforman en sus manos
creadoras. Sus creaciones tienen como apremio vocación de universalidad. No es
casual que sus madres, chicheras, campesinos, santeros y bailarines de tonderos
y marineras rezuman proyecciones de forma y belleza para transformar el paisaje
de nuestros villorrios y pueblos. La proyección para lo grandioso la crea y
recrea Oscar Aquino en cada una de sus piezas.
Oscar Aquino, a sus 67 tiene una
trayectoria de reconocimientos impresionante: ocupó el primer
lugar en el concurso nacional "Peruanos que suman" del diario El
Comercio, compitiendo y superando a casi un centenar de destacados maestros de
todo el país. Hace algunos días recibió la Medalla de Honor del Colegio de
Profesores del Perú por su valiosa trayectoria como docente y escultor. Según
la crítica -el maestro Oscar Aquino Ipanaqué- es el único piurano en recibir esta
alta distinción. Aquino es considerado un genio piurano del bicentenario. Pese
a haber recibido reconocimientos el maestro preserva su generosidad y sencillez
con sus discípulos.
En una ocasión entrevistando a Oswaldo
Guayasamín en el salón del Hotel Esmeralda, a propósito de la construcción de
la Capilla del Hombre en Quito, me advirtió, que con tanto capital humano
valioso preferimos con enfermo exotismo lo foráneo ajeno deleznable y abandonábamos
la arcilla, la piedra y nuestras maderas que tienen vocación de eternidad.
Necesitamos, predica Aquino, arte en las escuelas y en los pueblos destruidos
por la deplorable ingeniería que destruye nuestras ciudades. La modernidad
pasmosa destruye los paisajes naturales y los convierte en insoportables
laberintos de hierro despojados de naturalidad.
Urge rescatar el arte que inspira la
enseñanza diaria a los estudiantes. Hay que llenar las ciudades de esculturas y
murales que hablan sin palabras mientras los gobiernos locales sucumben por el
cemento que derriba árboles y desconecta a los pueblos de su paisaje natural.
Visitar el taller del maestro en el jirón Arequipa de Catacaos es descubrir las
manos del artista creador tallando la madera con gubias y martillos. La madera
cobra vida y se transforma, su arte crea y recrea, su taller tiene las puertas
abiertas a quienes deseen aprender fiel a su arraigo y tradición familiar.
En el taller como en el aula la escena
se inunda de pasión por la belleza. Las manos y la inteligencia fluyen para dar
vida a las formas y proporciones. Jubilado ya en la tarea docente su taller
sigue siendo aula abierta en donde los inquietos churres de la cuadra lo
contemplan trabajar. Es una forma de educar haciendo. Las acciones se abren
paso a las palabras y a sus personales inquietudes en las trajinadas calles y
callejones de Catacaos. 
Oscar Aquino es un artista esencial. Pertenece
a esa memorable legión de artistas de la estirpe de los alfares de Simbilá, los
tejedores de esos sombreros de paja toquilla que salidos de esta bendita tierra
eran comerciados en el mundo como Panamá-Hat, de esas sabias taberneras que
elaboraron para el Inca la más sabrosa chicha de la que se tiene noticia en el
norte del Perú. O de esos joyeros con sus primorosas dormilonas y zarcillos
para el cofre de alguna princesa mora. Hace poco una legión de turistas que
visitan Catacaos buscaban su taller o algún museo que muestre sus piezas. Muchas
recorren el mundo en los cinco continentes por aquello que mientras trajinas el
mundo eres imperceptible en tu casa.
Nos regocijamos con legítimo orgullo
por los logros y conquistas del maestro. Hoy lo acoge con acierto la
Universidad Nacional de Piura. El alma mater de la inteligencia piurana debe
abrir sus puertas a este legado centenario que urge rescatar del olvido. La
cerámica, los mates burilados, la escultura, la pintura y la santería son
múltiples expresiones de la cultura popular que urge rescatar.  Aquino, es un ejemplo, un derroche de
inteligencia y bonhomía. Los devotos del Cautivo de Ayabaca le agradecen las
efigies que preservan con devoción. Este es el atributo más valioso de un
artista popular el saber penetrar en los sentimientos del pueblo. 
El maestro tiene la virtud de
despertar en sus alumnos una curiosidad inagotable y amor por la belleza. Tarea
complicada en el mundo de la enseñanza en donde se repite lo que se lee. El
artista interpreta  y crea con las
intensas profundidades de su insondable creatividad por eso entre sus discípulos
afortunados hay buena madera que continuará con sus enseñanzas. Tiene Catacaos
una vieja deuda con el maestro. Muchas veces por el prurito enfermo de la
envidia te olvidan y te ocultan. Mientras el esplendor de la trayectoria brilla
con luz propia. Así lo sentimos en las galerías capitalinas. No es casual que,
en Lima, hayamos escuchado esta frase con mucho acierto: “Aquino es Catacaos y
Catacaos es Aquino”. 
Piura, noviembre de 2025.
 
 
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