lunes, 26 de noviembre de 2007

ENTRE LA TEMPESTAD Y UNA LIRA



Por. Miguel Godos Curay


Soy de los que disfrutan de las trajinadas y apacibles noches piuranas en el Ovalo Grau. El otro día quedé sorprendido con la amena lectura de la novela de Haruki Murakami “Kafka en la orilla” (Kyoto 1949) que realizaba un eventual lector de zapatillas azules sentado a un extremo de la banca. No era un joven universitario ni uno de esos estudiantes ávidos de resúmenes para sacarle la vuela al plan lector. Era un viejo ávido que leía sin empacho e indiferente al mortificante claxón de los ticos.

Otra pregunta que me hice fue la siguiente: ¿Que hace Murakami en Piura? Murakami es un mago verbal que explora el universo entre los anuncios publicitarios. Murakami es un arquitecto de la palabra. Un diseñador verbal de cada uno de sus relatos. “Kafka en la orilla” reúne dos historias la de Kafka un quinceañero que huye de su casa y se refugia en una de las islas mas alejadas de la capital. Aquí conoce a Oshima, el bibliotecario, un hombre que vive en el cuerpo de una mujer. Ante la presencia de la policía que lo busca Kafka huye a las montañas. Estando como huésped de la biblioteca Kafka se enamora de la señora Saeki que en sus remotos antecedentes, tiene el de haberse hechoc rica y famosa interpretando la canción “Kafka en la orilla”.

La otra historia refiere un acontecimiento que se produce durante la segunda guerra mundial. Un grupo estudiantes que se encontraba de paseo con su maestra sufre una intempestivo desmayo colectivo. La causa probable: una bomba, un hipnotismo colectivo a o la ingesta de champiñones venenosos. Nataka, uno de los niños que demoró en despertar después del desmayo descubre que tras este pasaje ha perdido la memoria pero en cambio ha adquirido el don de hablar con los gatos. Este personaje finalmente hará el mismo recorrido que Kafka pero tras acabar con la vida de un “matagatos” pierde esa capacidad. En cambio adquiere una nueva virtud que le permite provocar lluvias de peces. El relato es alucinante y divertido.

La lectura no es un menester fácil porque requiere una práctica continuada y libros. Quien aprende a leer pero no expande esta destreza humana la pierde inevitablemente. Esta es la tragedia de los analfabetos funcionales tan abundantes en estos tiempos. Leer no es una gimnasia visual o labial sino un esfuerzo de comprensión cerebral penetrante, una experiencia humana que da vida al libro.

Vargas Vila se interrogaba: “¿Qué es un libro? un libro, es : Todo ;puede ser la Verdad, ser la Mentira, ser una Tempestad, ser una Lira, tener alma de luz, o alma de lodo, un libro, puede ser lo mismo; un pedazo del Sol o un jirón del Abismo; un libro es como un Universo; ya sea en prosa o en verso; que esté escrito, todo el Infinito en sus páginas cabe, un libro, puede parecerse a un ave; puede ser, armonioso como un jilguero, y feroz como un buitre carnicero; pájaro extraño, pájaro huraño, como el cuervo de Minerva, puede ser una ave de Ciencia y de Meditación; o como el cisne de Leda, puede ser una ave de Voluptuosidad y de Pasión; puede ser como un canario amoroso y dolorido….”

Un niño no disfruta de la lectura si sus padres y sus maestros no le enseñan con el ejemplo de su deleite personal e interior. Un libro puede parecerte pesado y largo porque tu amor por la lectura es corto. Un libro es una grata compañía y el que lo tiene nunca se siente sólo. Un libro es la decorosa artillería con la que se hace indestructible la inteligencia de un maestro. Un libro puede transformar la vida de un hombre e incendiar su pasión por lo infinito. Como dice el poeta: “… es el pendón de la Victoria sobre el muro de la indiferencia derruido; el pendón vencedor de la Envida y del Olvido…”. El libro es como el oxígeno vital para el cerebro un elixir para despertar a las neuronas perezosas en los dos hemisferios. El intuitivo y el de la representación mental en donde se hacen inolvidables los recuerdos. Que Murakami sea leído en Piura es una experiencia tan deliciosa como contemplar la muda belleza del cielo de Piura, al caer la tarde, en el Ovalo Grau.

PANCHO MARAMBIO SE VINO A PIURA


Por: Miguel Godos Curay

“Las obras Infames de Pancho Marambio” es el título de la última novela de Alfredo Bryce. En ella refiere las desventuras del abogado Bienvenido Salvador Buenaventura, quien huyendo de la maldición de ver a sus hermanos consumidos por el alcoholismo decidió marcharse al viejo continente. Pancho se instaló en Barcelona en donde tenía muy buenos clientes con importantes inversiones en el Perú y divertidos amigos entre los que se contaba la alhajita de Pancho Marambio. Un adicto al tinte para ocultar las canas y los años. Una verdadera enciclopedia humana de lo que no se debe hacer ni parecer.

Comprado el departamento para su catalana estancia Bienvenido cometió el error, por aquello, “de que preferible es malo conocido que bueno por conocer”, en contratar al “arquitecto” Marambio y adelantarle dinero para las obras de restauración del piso recién comprado las que resultaron una catástrofe y estafa perfecta. Los títulos profesionales de Marambio en arquitectura eran tan falsos como su negra cabellera. Bienvenido a consecuencia de la patética infamia bebió alcohol hasta acabar en una clínica de desintoxicación deplorando la insensata decisión de abandonar su ordenada y calculada vida limeña.

Entre la infamia perpetrada por Marambio y la estafa consumada de muchos contratistas, constructoras y funcionarios de los gobiernos regionales y municipios hay la misma distancia. Bastaría sólo recorrer las diversas obras públicas ejecutadas en la ciudad para encontrar insalvables deficiencias y sobre valoraciones, diseños vergonzosos como la escalera de la pinacoteca municipal y otros amarres producto del cohecho propio y esa concesión recíproca de yo te doy y tú me dejas robar. La telaraña del nepotismo político y perversamente amistoso, el desvío de fondos y materiales de construcción de obras públicas a los feudos familiares es realmente incontrolable. ¡Somos tan ciegos que no alcanzamos a ver los elefantes africanos del desbalance patrimonial de nuestros visibles funcionarios públicos!.

De esta corruptela mafiosa no escapan ni las propias asociaciones de padres de familia, en donde las directivas enquistadas hacen y deshacen con documentos adulterados y robos descarados de los fondos que aportan los padres de familia. Por eso las directivas de las Apafas se asustan cuando tienen que rendir cuentas y temen a la fiscalización como al agua caliente las cucarachas. No hay institución pública o privada, en donde se maneja dinero fresco, en la que no sean visibles la repartija y los uñas largas. El inflar gastos es el ritmo de moda en todas las dependencias públicas. No hay municipio en el que no se hurte combustible, papel y lapiceras y hasta goma de borrar. No hay bien público el que por dignidad permanezca indemne a este afán de rapiña descomunal y desproporcionado. No hay tarro de leche de los programas sociales que no vaya a parar al mercado. No hay cebiche de cumpleaños para el jefecito que no toque los dineros del Estado y eso está muy mal.

Lo mismo sucede hasta con las instituciones deportivas en donde los malhechores del bien, con rostro de dirigentes altruistas que cuidan sus bolsillos, acaban solicitando a los municipios dinero para hacer carne sus promesas electoreras. ¿Por qué no con la suya sin malversar lo que a muchos pobres hace falta?. Esa banalidad grosera que añade más agua que leche a los niños pobres en la navidad. Ese afán de notoriedad que aparece todos los diciembres para tranquilizar la conciencia y justificar los pecados de todo el año no tiene cuando acabar.

Estos males socavan familias, instituciones, municipios, ministerios y en una cascada interminable tocan las decisiones del propio Estado. El único remedio efectivo, como el vermífugo para los gusanos, es la vigilancia ciudadana. La ciudadanía activa de quienes con capacidad de indignación no se callan cuando estos latrocinios, grandes o pequeños, se producen. Se trata de una ética sustentada por la dignidad y el decoro. Ese respeto a sí mismo que a menudo se pierde pero que tanta falta nos hace.

martes, 20 de noviembre de 2007

LA ARTESANIA EN PIURA



Por: Miguel Godos Curay

El término arte procede del latín “ars”. Etimológicamente se consideró arte a la pericia, destreza y habilidad en la producción de algo. De arte viene artesanía como de filosofar filosofía. Otra significación posible, mucho más antigua, viene del griego “areté”: la virtud como una forma de pensar con las manos o ”aptitud general para hacer una cosa”. El sentido ético de esta palabra es un tanto posterior. Toda actividad artesanal requiere del ingrediente del trabajo humano.
Nuestros artesanos históricamente hicieron de su oficio un modo de subsistencia y generalmente se localizaban en algún sector visible de la ciudad. Según anota Flores Galindo los artesanos, gracias a su actividad, obtenían lo suficiente para su sustento y se distribuyeron en variados oficios como el de los zapateros, alfareros, herreros o barberos. Un de sus formas de asociación fue el gremio. La artesanía es un ingrediente de la economía en entre los siglos XVIII, XIX hasta nuestros días.
Respecto a Piura refiere López Albújar que las comunidades de los oficios se ubicaban al norte y al sur de la ciudad con especializaciones específicas: “Así, mientras el mangache fabricaba adobes y ladrillos, tejía riendas y empajaba techos, curtía pieles, repujaba cueros y laboraba jabones. El gallinacero fabricaba peines y calzado, tejía cobijones y alforjas, manipulaba la plata y el oro y forjaba el hierro y tallaba la madera, este hacía la música y aquél baliaba. Cuando el uno era castillista, monterista o pradista, el otro alardeaba de vivanquista, pradista o pierolista”.

Allá por 1886 Piura estaba poblada de pequeños negocios en donde se comerciaban los productos artesanales : “….. tiendecitas muy visitadas y donde se encontraba de todo. Desde los pequeños muñequitos maromeros que hacían los presos de la cárcel,hasta las yerbas más raras, secas, con tierra, a las que se atribuía poderes maravillosos para curar enfermedades y que las vendían las negras Albirena. Ollas, cántaros, mates, lapas, que traían de Simbilá, Alforjas con listones de colores ,tejidas por las nativas, a mano, ponchos de algodón, blancos, sombreros de paja, faroles de vidrio con sus fierros pintados de color negro para colocar las lámparas de querosene; mercería en general en una que otra tienda, con agujas de todos los tamaños, hasta aquellas que servían para coser lonas, que les llamaban agujas de arriero o capoteras. Dulces, los más variados y sabrosos, bizcochos y toda clase de panes y panecillos y el famoso choclate elaborado en Piura o el café canchaqueño tostado o en grano simplemente que le llamaban caracolillo”

Los oficios se heredaban en los núcleos familiares. Con el pasar del tiempo se crearon escuelas en las ciudades más populosas. Catacaos fue una de ellas. Aquí crecieron los oficios gracias al método Lancasteriano de educación aplicado por los diligentes pedagogos ecuatorianos Don Mariano Díaz y Ciro Tito Andrade. Los oficios o saberes se prodigaban en los talleres por maestros artesanos, cuyo principal objetivo era la producción de útiles que facilitaban el trabajo diario: carpintero, alfarero, santero, joyero, herrero, curtidor, talabartero, tejedor, albañil, panadero etc.

El producto artesanal tiene la virtud de haber sido elaborado a mano (manufactura). Por eso, extraordinaria actividad artesanal fue el tejido de sombreros cuyo destino comercial era Panamá, Centroamérica y Las Antillas. A consecuencia del comercio de sombreros en el istmo fue que de modo injusto durante mucho tiempo se llamó a los sombreros catacaos como “Panama hat”, sombreros de Panamá. Eran los principales exportadores Calixto Romero, Medardo Calle y Mendoza Hermanos. En 1904 el Perú exportó 7 mil 634 docenas de sombreros por un valor total de 22 mil 904 Libras peruanas. En 1905 la exportación llegó a 63 mil 633 Libras Peruanas. Según refiere Leguía y Martínez: “Hombres y mujeres, niños y ancianos, cuando no están ocupados en la agricultura, todos tejen sombreros por todas partes”
Otras actividades artesanales significativas son la cerámica y la textilería tradicional. Sostienen los alfares de Simbilá que fue el chilalo, el ollero, que enviado por Dios enseñó a los hombres a construir sus moradas de adobe y la confección de finos objetos de alfarería vinculados a la actividad doméstica y religiosa. No se puede hablar de la cerámica de Chulucanas sin hablar de la cerámica Simbilá que languidece a consecuencia de los arrebatos de la modernidad. Igual sucede con la textilería. Hoy es bastante difícil encontrar ponchos de lana de oveja o de auquénidos porque han sido remplazados por las fibras sintéticas. Igual sucede con el algodón de colores que ha desaparecido de nuestros campos por las dinámicas del comercio exportador.

Sin embargo, en Yacila, Sechura y en el Bajo Piura se mantiene el primor de los bordados y arpillerías. Alforjas y fajas coloridas que aún se emplean entre las familias pescadoras y campesinas. Igual sucede con las lagenarias. Los mates tan abundantes en las ferias serranas en donde son aún preferidos a los plásticos. Nuestra artesanía es aún objeto de prejuicios. Muchos artesanos sienten temor a las tentaciones perversas del cambio que se presenta como innovación. Consecuencia de esta innovación es la invasión de los modelos Cartier en las joyerías de Catacaos en donde cada vez menos se encuentran las dormilonas envidiables joyas de la heredad morisca. Igual nos pasa con las estilizaciones de la cerámica en donde cada vez hay menos opulencia en los pechos y las caderas para dar paso a escenas obscenas y lascivas que no son parte del mundo imaginario de nuestros alfareros.

En Paita y Talara aún se mantiene como actividad para matar el tiempo de los viejos pescadores el tallado de los colmillos del Lobo de Mar. Antes con el marfil de los cachalotes se elaboraban toda una serie de objetos primorosos de una inconfundible belleza extraordinaria. Prácticamente extinta es la actividad de los talbarteros expertos en ornar sillas para caballos y mulas con fina botonería de plata. Igual sucede con las hamacas de Locuto. Las cucharas de palo que poco a poco van desapareciendo. Ya nadie trenza cabullas ni en las fraguas tiempla aceros para las puñaletas y espadas. Nuestra artesanía clama a gritos el apoyo de las autoridades y de los responsables de la decisión política. De ahí la importancia de todos los esfuerzos de rescate y de visible apoyo.
Nosotros tenemos que luchar como los algarrobos contra la aridez de la indiferencia. Bien decía Joan Miró, el universal pintor catalán, que los artesanos como los algarrobos tienen raíces fuertes. Miró decía a viva voz: “El algarrobo es mi ejemplo, mi modelo, lo que ha me ha sostenido. Siempre viajo con una algarroba en un sobre. Es un rito para mí. Los algarrobos conservan siempre las hojas. Lo verde tiene un enorme poder. Yo le soy fiel al algarrobo”. Esta formidable fidelidad es sin duda una adhesión universal a la cultura y el arte. A la profunda belleza de este pensar con las manos.
Piura, 16 de Noviembre del 2007.

LA ESTUPIDEZ Y LAS MARIPOSAS TRAICIONERAS


Por: Miguel Godos Curay

John Locke, escribió en 1689 su estudio: “Ensayo sobre el entendimiento humano”. En este polémico enfoque sostenía que estudiar el entendimiento humano es entretenido y útil. Lo complicado se asoma cuando uno descubre que pensar sobre el pensar es un menester harto difícil y complicado. Observarse a uno mismo es una práctica que requiere una sinceridad desgarradora. Pocos realmente, por ejemplo, tratamos de penetrar en las causas de la estupidez que a veces aflora en las tonterías que pronunciamos o en aquellos actos humanos de los que somos protagonistas principales o testigos de excepción.

La estupidez abunda en la forma torpe como se pierde tiempo en muchos municipios postergando las decisiones del progreso y el mejoramiento ciudadano pero sin menoscabo del cobro puntual de la dieta. Nadie renuncia a la dieta ni a la teta. También se enquista ahí en donde los asesores se comportan como las mariposas traicioneras de Maná: “Vuelan y se posan van de boca en boca / fácil y ligeras de quienes las provocan”. Con esa vocación pública de ratones felices en la ratonera realmente hay una explicación clara de por qué, según la sinceridad peruana y piurana “estamos hasta las huevas”. Poblados de promesas incumplidas, hartos hasta la saciedad de latrocinios, nepotismos, negligencias, abusos y cuentistas.

¿Y la estupidez de dónde viene? La vida nos enseña que uno de los acontecimientos más sublimes es el momento en que una criatura insignificante, gracias a su inteligencia, se convierte en un niño capaz de expresarse con propiedad y corrección gramatical. La actitud estúpida se opone a la actitud inteligente. En 1645, Lord Herbert Cherbury, postulaba que al momento de nacer había en nuestra mente elementales nociones morales de tal manera que es posible que a temprana edad nos demos perfecta cuenta de las consecuencias de nuestras acciones. El estúpido tiene atrofiada esta capacidad de distinción.

Por eso es fácil explicar la lógica pervertida del malvado que se regocija en el hacer el mal al otro. No sucede lo mismo con el estúpido que teniendo talante inteligente actúa con irracionalidad supina. Si en efecto, el inteligente sabe que es inteligente, el malo sabe que es malo, el candido reconoce los contornos de su candidez sin remordimientos. En cambio el estúpido no sabe que es estúpido. Hay quienes también confunden la estupidez con la candidez y son radicalmente diferentes. La primera es venial la segunda pecado capital.

El estúpido ignorante es sumamente peligroso porque, con aparente buena fe, actúa con pasmosa naturalidad por los linderos de la inmoralidad. Los estúpidos abundan en las sociedades decadentes y se apoltronan en las burocracias corruptas favorecidos por su lealtad de puta al partido y al cohecho propio. El colmo resulta que se asocien y crezcan porque a consecuencia de la coima y el robo forman una comunidad de favorecidos con opulencia visible. Una mezcla peligrosa y explosiva es la de los estúpidos y malvados los que en el manejo de la cosa pública se convierten en gatos despenseros favorecidos por la impunidad de los que callan y otorgan.

La incuria y la pobreza de una sociedad pueden encontrar una formidable explicación de sociólogos y economistas. Pocas veces acudimos a los esquemas mentales y actitudes aprendidas durante la niñez. A la falta de ejemplos dignos de ser imitados en nuestra sociedad construimos paradigmas inalcanzables y no es así. Vivimos valorando la hipocresía antes que la ternura humana autentica. Vivimos deformando la autoestima con una incapacidad enorme para decir “sí” o “no” cuando las circunstancias lo exijan. No valoramos el ser creativos porque la improductividad y la estupidez son esas legañas que nos impiden ser felices. Somos como ciegos ante el espejo. Unos ven pero no hablan, otros hablan pero no ven. ¿Les parece poco?










domingo, 11 de noviembre de 2007

¿QUE SOBRA Y QUE FALTA EN NUESTRAS ESCUELAS?


Por Miguel Godos Curay

Esta semana que pasó recorrí escuelas en la sierra y en la costa. En Santo Domingo de Morropón visite los colegios Agropecuario “Mauro Giraldo Romero” y el San Juan. En donde un sentido de competencia acompaña las mejoras del desempeño educativo. No sólo se trata de acondicionar museos y añadirle arrumacos distintivos a los uniformes para construir diferencias. Equipar la banda de músicos o fomentar reñidas competencias deportivas o lucimientos en desfiles escolares. Sino también de mejorar la calidad formativa en las aulas contra el hacinamiento que es nota característica de la escuela urbana. En la serranía las aulas son cómodas y confortables como para una educación esmerada en óptimas condiciones en las que los maestros pueden desplegar sus mejores energías.

También recorrí las escuelas de Sechura en donde sobra el sentido de identidad cultural y pertenencia. Aquí los estudiantes no necesitan de profesores de danza porque todo lo aprenden de la cultura viva y tradiciones de sus pueblos. Cada comparsa pícara tiene el ingrediente de ligazón con lo local y propio por encima de los artificios y la imitación descarada de lo que propone impunemente la televisión. Se trata de escuelas con raíz en el pasado y con una luminosa visión del presente.

Finalmente recalé en el colegio San Miguel, Alma Mater de Piura, en donde concurrí a los talleres de periodismo escolar. San Miguel requiere de una decidida apuesta del gobierno regional, el municipio y el empresariado. Requiere con urgencia la gratitud de quienes se formaron en sus aulas. Por supuesto existe en su plana docente madera para las grandes iniciativas pero hace falta esa garra que sobra en los colegios de la sierra y ese identidad de la escuelas sechuranas.

Mientras en algunas escuelas privadas la imitación de lo que no nos es propio es una forma pervertida de aproximación a la modernidad. En estas escuelas sin proponérselo han encontrado sentido de búsqueda y encuentro. Personalmente estoy convencido de la improductividad humana de los desfiles y la imitación desconcertante de la disciplina militar autoritaria y vertical que debería dar paso a un trato humano digno y decoroso. Aplaudimos esos esfuerzos voluntariosos por el cultivo de las matemáticas y las ciencias, el aprecio por el idioma y el análisis crítico de la historia y el cultivo del deporte que alienta la competencia y el mejoramiento humano.

Indudablemente que los artífices de cualquier proyecto educativo sostenible y valioso son los docentes. No son esas fórmulas abundantes en esos recetarios de contenidos que nunca se aplican ni se cumplen. Ni esos programas que colocan cortapisas a la expansión del conocimiento. No podemos aspirar a calidad en la educación de espaldas a la realidad. La calidad es una respuesta de la conciencia que se apodera del entorno en un esfuerzo de comprensión humano intenso. Un maestro que no despierta curiosidad por el aprendizaje activo está condenado al fracaso como generador de experiencias humanas nuevas en sus alumnos. Un maestro que no valora la crítica como un impulso de mejora y la ejercita de modo constructivo no progresa y por el contrario retarda el impulso creativo inherente al acto educativo.

La tragedia de nuestra educación son los memorismos poco inteligentes y la falta de creatividad para simplificar la enseñanza de los procesos complicados. Realmente en nuestra escuela se administra el miedo y el temor. Muchas veces son los propios maestros que se resisten a desaprender y entender que el conocimiento está en permanente cambio y ese mudar de piel nos es atributo propio. Como dice el aforismo: es mejor no saber que saber la verdad a medias.

jueves, 1 de noviembre de 2007

SANTO DOMINGO: UN RECADO EN EL CIELO


Por: Miguel Godos Curay
Santo Domingo es un distrito de Morropón en donde un impresionante verdor cubre las cordilleras. En otros tiempos, por su clima benigno, era recomendado para los pacientes tuberculosos. La adhesión al socialismo aquí es de vieja data. La primera Cooperativa Socialista del Perú se creó en Simmiris. Si algo caracteriza a sus pobladores es su cordialidad sonora y campesina: Los buenos días de Dios, buenas tardes de Dios, buenas noches de Dios…! Son una fórmula educada que recuerda, a propios y extraños, que la cortesía es el lenguaje del corazón.

En otros tiempos, estos cerros eran recorridos por montoneros y bandoleros que a caballo incursionaban en las haciendas. En los días festivos el golpe de arpa convocaba copleros, majadores y bailadores que en insomnes noches reeditaban memorables tonderos y jaranas. Se bebía aguardiente. Tras la juerga: la pelea: puñaleta y espada en mano. Otras empedernidas aficiones son los gallos, ajisecos y cenizos de casta y las peleas de toros en las invernas. Entonces sea en los pastizales de San Agustín o el Jazmín toros bravos y propietarios se enfrentaban probando temerariamente sus fuerzas mientras los espectadores huían despavoridos en la furiosa persecución de las cornamentas.

Los cultivos principales son el maíz, trigo, papa, arveja, café, caña, yuca, ajos y algunos frutales como la naranja, la lima fragante, el chicope, las granadillas y los tumbos. Los higuerones y nogales crecen fornidos pero sólo se aplica la corteza de estos últimos para teñir la lana de oveja con la que urden la trama de sus ponchos. Orquídeas y variedad de flores crecen de modo silvestre. La cocina es castiza y pasa por los caldos de ajos y arvejas, el sango y chicharrones conservados en botijas en el crudo invierno. No faltan los tamales, el mote y las yucas con queso. Con achira, camote y zambumba se prepara la conserva que se reparte por pura devoción a Santo Domingo. Las mestizas de largas trenzas guardan en sus ojos ensueños y encantos.

Aquí el tiempo transcurre lentamente y las bocinas de los camiones sólo se escuchan en la madrugada y al mediodía en el que llegan los viajeros de la yunga. Después todo es tranquilidad en este pueblo que hoy tiene energía eléctrica y hasta Internet. Santo Domingo tiene su propio himno cuyos versos recuerdan la proeza del progreso emprendido por sus hijos. Muchos de sus personajes son leyenda viva que la memoria recuerda. Los López, Ramírez, Córdova, Castro, Castillo, Carnero, Calle, Berrú, Domínguez, Chumacero, García, Hidalgo, Choquehuanca, Jiménez son viejos troncos familiares llenos de valerosa tradición pues sus antepasados conformaron la famosa montonera de los chalacos que el 28 de Enero de 1883 tomaron Piura como protesta por la extensión abusiva de los linderos de las haciendas.

De Santo Domingo es Sinesio López, sociólogo y estudioso profundo de la realidad nacional. Sinesio, al frente de la Biblioteca Nacional, inició, como exigencia de respeto elemental a los derechos culturales de los pueblos, las gestiones para la restitución del valioso patrimonio bibliográfico del Perú arrebatado como botín de guerra durante el saqueo de Lima por la soldadesca chilena. También está vinculado a esta tierra el escritor Cronwell Jara Jiménez quien muestra tópicos locales en sus narraciones.

Una de las viejas costumbres, que Jara refiere, es la de la marcha de los poblanos a la cordillera para capturar con mucho arte un cóndor, señor de las alturas, y bajarlo al pueblo para la curiosidad pública en la festividad patronal que el día de hoy se conmemora. Entonces coronaban el penacho del ave con cintas de colores y ataban a sus patas algunos mensajes escritos dirigidos a las alturas. El cóndor cautivo, después de los tres días de fiesta, era liberado con gran jolgorio para que conduzca su inolvidable recado al cielo.