martes, 20 de noviembre de 2007

LA ARTESANIA EN PIURA



Por: Miguel Godos Curay

El término arte procede del latín “ars”. Etimológicamente se consideró arte a la pericia, destreza y habilidad en la producción de algo. De arte viene artesanía como de filosofar filosofía. Otra significación posible, mucho más antigua, viene del griego “areté”: la virtud como una forma de pensar con las manos o ”aptitud general para hacer una cosa”. El sentido ético de esta palabra es un tanto posterior. Toda actividad artesanal requiere del ingrediente del trabajo humano.
Nuestros artesanos históricamente hicieron de su oficio un modo de subsistencia y generalmente se localizaban en algún sector visible de la ciudad. Según anota Flores Galindo los artesanos, gracias a su actividad, obtenían lo suficiente para su sustento y se distribuyeron en variados oficios como el de los zapateros, alfareros, herreros o barberos. Un de sus formas de asociación fue el gremio. La artesanía es un ingrediente de la economía en entre los siglos XVIII, XIX hasta nuestros días.
Respecto a Piura refiere López Albújar que las comunidades de los oficios se ubicaban al norte y al sur de la ciudad con especializaciones específicas: “Así, mientras el mangache fabricaba adobes y ladrillos, tejía riendas y empajaba techos, curtía pieles, repujaba cueros y laboraba jabones. El gallinacero fabricaba peines y calzado, tejía cobijones y alforjas, manipulaba la plata y el oro y forjaba el hierro y tallaba la madera, este hacía la música y aquél baliaba. Cuando el uno era castillista, monterista o pradista, el otro alardeaba de vivanquista, pradista o pierolista”.

Allá por 1886 Piura estaba poblada de pequeños negocios en donde se comerciaban los productos artesanales : “….. tiendecitas muy visitadas y donde se encontraba de todo. Desde los pequeños muñequitos maromeros que hacían los presos de la cárcel,hasta las yerbas más raras, secas, con tierra, a las que se atribuía poderes maravillosos para curar enfermedades y que las vendían las negras Albirena. Ollas, cántaros, mates, lapas, que traían de Simbilá, Alforjas con listones de colores ,tejidas por las nativas, a mano, ponchos de algodón, blancos, sombreros de paja, faroles de vidrio con sus fierros pintados de color negro para colocar las lámparas de querosene; mercería en general en una que otra tienda, con agujas de todos los tamaños, hasta aquellas que servían para coser lonas, que les llamaban agujas de arriero o capoteras. Dulces, los más variados y sabrosos, bizcochos y toda clase de panes y panecillos y el famoso choclate elaborado en Piura o el café canchaqueño tostado o en grano simplemente que le llamaban caracolillo”

Los oficios se heredaban en los núcleos familiares. Con el pasar del tiempo se crearon escuelas en las ciudades más populosas. Catacaos fue una de ellas. Aquí crecieron los oficios gracias al método Lancasteriano de educación aplicado por los diligentes pedagogos ecuatorianos Don Mariano Díaz y Ciro Tito Andrade. Los oficios o saberes se prodigaban en los talleres por maestros artesanos, cuyo principal objetivo era la producción de útiles que facilitaban el trabajo diario: carpintero, alfarero, santero, joyero, herrero, curtidor, talabartero, tejedor, albañil, panadero etc.

El producto artesanal tiene la virtud de haber sido elaborado a mano (manufactura). Por eso, extraordinaria actividad artesanal fue el tejido de sombreros cuyo destino comercial era Panamá, Centroamérica y Las Antillas. A consecuencia del comercio de sombreros en el istmo fue que de modo injusto durante mucho tiempo se llamó a los sombreros catacaos como “Panama hat”, sombreros de Panamá. Eran los principales exportadores Calixto Romero, Medardo Calle y Mendoza Hermanos. En 1904 el Perú exportó 7 mil 634 docenas de sombreros por un valor total de 22 mil 904 Libras peruanas. En 1905 la exportación llegó a 63 mil 633 Libras Peruanas. Según refiere Leguía y Martínez: “Hombres y mujeres, niños y ancianos, cuando no están ocupados en la agricultura, todos tejen sombreros por todas partes”
Otras actividades artesanales significativas son la cerámica y la textilería tradicional. Sostienen los alfares de Simbilá que fue el chilalo, el ollero, que enviado por Dios enseñó a los hombres a construir sus moradas de adobe y la confección de finos objetos de alfarería vinculados a la actividad doméstica y religiosa. No se puede hablar de la cerámica de Chulucanas sin hablar de la cerámica Simbilá que languidece a consecuencia de los arrebatos de la modernidad. Igual sucede con la textilería. Hoy es bastante difícil encontrar ponchos de lana de oveja o de auquénidos porque han sido remplazados por las fibras sintéticas. Igual sucede con el algodón de colores que ha desaparecido de nuestros campos por las dinámicas del comercio exportador.

Sin embargo, en Yacila, Sechura y en el Bajo Piura se mantiene el primor de los bordados y arpillerías. Alforjas y fajas coloridas que aún se emplean entre las familias pescadoras y campesinas. Igual sucede con las lagenarias. Los mates tan abundantes en las ferias serranas en donde son aún preferidos a los plásticos. Nuestra artesanía es aún objeto de prejuicios. Muchos artesanos sienten temor a las tentaciones perversas del cambio que se presenta como innovación. Consecuencia de esta innovación es la invasión de los modelos Cartier en las joyerías de Catacaos en donde cada vez menos se encuentran las dormilonas envidiables joyas de la heredad morisca. Igual nos pasa con las estilizaciones de la cerámica en donde cada vez hay menos opulencia en los pechos y las caderas para dar paso a escenas obscenas y lascivas que no son parte del mundo imaginario de nuestros alfareros.

En Paita y Talara aún se mantiene como actividad para matar el tiempo de los viejos pescadores el tallado de los colmillos del Lobo de Mar. Antes con el marfil de los cachalotes se elaboraban toda una serie de objetos primorosos de una inconfundible belleza extraordinaria. Prácticamente extinta es la actividad de los talbarteros expertos en ornar sillas para caballos y mulas con fina botonería de plata. Igual sucede con las hamacas de Locuto. Las cucharas de palo que poco a poco van desapareciendo. Ya nadie trenza cabullas ni en las fraguas tiempla aceros para las puñaletas y espadas. Nuestra artesanía clama a gritos el apoyo de las autoridades y de los responsables de la decisión política. De ahí la importancia de todos los esfuerzos de rescate y de visible apoyo.
Nosotros tenemos que luchar como los algarrobos contra la aridez de la indiferencia. Bien decía Joan Miró, el universal pintor catalán, que los artesanos como los algarrobos tienen raíces fuertes. Miró decía a viva voz: “El algarrobo es mi ejemplo, mi modelo, lo que ha me ha sostenido. Siempre viajo con una algarroba en un sobre. Es un rito para mí. Los algarrobos conservan siempre las hojas. Lo verde tiene un enorme poder. Yo le soy fiel al algarrobo”. Esta formidable fidelidad es sin duda una adhesión universal a la cultura y el arte. A la profunda belleza de este pensar con las manos.
Piura, 16 de Noviembre del 2007.

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