sábado, 10 de junio de 2023

MERCADO: SIGUE SIENDO UNA BOMBA DE TIEMPO


Por: Miguel Godos Curay

Piura, es un escenario de tormento para la tercera edad. Las alcantarillas sin tapas son verdaderas trampas para grandes y chicos que transitan con prisa por la ciudad. Los percances se registran a diario sin una diligente solución. Huecos hay por todos lados, son escenarios de peligros indecibles para los abuelos ante los que palidece la atención municipal. La trampa mayor es el Mercado Modelo en donde parasoles destartalados y buzones sin tapa provocan lamentables accidentes.

En el principal centro de abastos no hay calle libre. Todas están  sitiadas por ambulantes que se multiplican ante la falta de autoridad. Vendedores  se apoderan de las aceras y las negocian al mejor postor, delincuentes arteros, roba celulares, motos lineales y mototaxistas no dejan rincón libre y multiplican los riesgos y peligros.Igualmente los muros de la moderna avenida Sánchez Cerro son carteleras de grupos musicales chicheros, amarres de amor y estafas visibles para jovencitas inducidas a los turbios negocios de los trata de personas. Las jardineras llenas de cartones y letrinas son el sucio dormitorio de indigentes e indeseables. Los jardines se han convertido en malolientes letrinas.

EL DESPELOTE DE LA INFORMALIDAD

En el mercado central los propietarios de establecimientos formales tienen uno, dos hasta tres puestos ambulatorios informales en las calles congestionadas en las que reparten sus mercancías a precio del desorden y el caos. La moderna Avenida Blas de Atienza, ya está sitiada e invadida en los extremos. Lo que se viene es ese tumulto desordenado que favorece el desaseo y el uso indebido que impide el transito fluido. La boca se les hace agua a los mototaxistas que fomentan el desorden en la Sánchez Cerro. Si el municipio no muestra autoridad con firmeza la papa rellena del desorden está por llegar.

En esencia, el mercado es un caos irresoluble lleno de traspasos de puestos y avivatos. A espaldas del municipio se venden, revenden y traspasan puestos al mejor postor. La recaudación nunca refleja la realidad y construcciones clandestinas sobre endebles cimientos y sin la autorización municipal son un pingüe negocio porque el mercado es tierra de nadie. Lo que se ordena en un día se desordena al día siguiente. La informalidad es el resorte que mueve la economía de lo que debería ser un mercado limpio, ordenado y formal. En este estado de cosas se avecina una lluvia de siniestros y percances. Hurtos y robos están a la orden del día. Hurto es sustraer  carteras y celulares sin que la víctima se de cuenta. Robo implica el uso violento de la fuerza por el arrebato, uso de armas blancas  o de fuego. Los  que hurtan se pasean por la Comisaría alegando el poco monto de su botín. Los otros están armados dispuestos a agredir sus víctimas. Hoy los arrebatadores andan en moto en pos de mochilas y carteras.

MENDICIDAD: UNA RENTABLE SUBSISTENCIA

Una práctica informal mortificante es el comercio ambulatorio en buses de transporte urbano. La mendicidad es el modo de vivir de legiones de pedigüeños que abordan buses ante la displicencia de los conductores. Sin la autoridad municipal esta forma de agresión al bolsillo no tiene límites. Cada vez que aborde un bus mire el rostro de los falsos mendigos que se desplazan en doble sentido. Hoy abundan los raperos, con su grabadora a bordo, bendiciendo y maldiciendo a tutulimundi. Como confiesan no chorrera pero gotea. La picazón de bolsillos empieza poco antes de las 8 de la mañana hasta pasadas las ocho de la noche. No es poco lo que ganan. Con monedas en mano son los cambistas de sencillo en farmacias y comercios todos los días.  

NO APRENDIMOS DE LAS BUENAS EXPERIENCIAS

De nada sirvieron los viajes de los regidores de abastos para mirar y aprender el orden visible del mercado de Loja (Ecuador) que para comodidad de los usuarios es un ejemplo de limpieza y comodidad pues dispone de escaleras eléctricas y   accesos seguros. Nosotros somos expertos en el desorden, los siniestros por conexiones eléctricas clandestinas y vindictas entre mafias que se pelean los negocios. Un solo trote de la SUNAT por el mercado pondría en evidencia una millonaria y gigantesca elusión al fisco y al municipio. Nadie otorga comprobantes de pago pese a la obligación. Nadie declara al fisco. Y cuando exiges una boleta o factura –como corresponde-  te suben el precio para desalentar la formalidad. Y si verificas la autenticidad del comprobante, es un comprobante falso.

EVASIÓN FISCAL A LA ORDEN DEL DÍA

La evasión es visible, la sisa que pagan diariamente es irrisoria y el sistema de cobranza un tumba guabas: mucho esfuerzo para nada. Tampoco se ha sincerado el padrón de comerciantes. Los intentos de ordenamiento han resaltado un bingo cantado porque las bases de datos reveladores o se las roban o se pierden sin que nadie responda. La administración del mercado hace agua por donde se le mire. No faltan los compadrazgos y madrinazgos de regidores y regidoras que resultan gananciosos. La mejor carnecita se la lleva la autoridad.

Ordenar el mercado principal de la ciudad es un examen de eficiencia para cualquier alcalde. La actitud negligente e irresponsable es la de escurrirse frente a los problemas. No se piense que los comerciantes que se forran en billete permanecen cruzaditos de brazos. No es así, movilizan lobbys establecen alianzas con funcionarios y regidores del municipio que los defienden a capa y espada y se oponen a todo aquello que signifique orden, fiscalización y cumplimiento de los acuerdos municipales. Un tema carnudo fue, es y será siempre  la evasión fiscal y tributaria. Las conexiones eléctricas clandestinas, el robo de agua. El estirar los puestos con el centímetro de la informalidad.

FALTA CULTURA DE PREVENCIÓN ANTE SINIESTROS

El mercado, con las vulnerabilidades visibles y las ocultas sigue siendo pasto para siniestros en cualquier momento. Los cables conductores de energía robada a Enosa son como una telaraña sobre los techos. Al paso que vamos, por la mala calidad de los materiales utilizados, el desorden, el incumplimiento de las disposiciones de Defensa Civil no estamos libres de un incendio producto de las sobrecargas eléctricas, el clandestinaje y el desorden   producto de la falta de autoridad municipal.

¿Qué hacer? El ingeniero Julio Kuroiwa consultado por el entonces Alcalde Paredes Maceda, tras el siniestro, indicó explícitamente que el concreto expuesto al fuego se cristaliza y colapsa en cualquier momento. Para colmo ninguna de sus recomendaciones se atendió. No existen planos de todo el centro de abastos y anexos porque se perdieron y los utilizan los invasores para el reparto de puestos informales. Son los propios comerciantes los que se apoderan de las vías de acceso y colocan sus productos a su antojo desoyendo al municipio y a Defensa Civil. Tampoco existen planos de distribución de conexiones eléctricas repartidas sin miramientos por un sencillo. Tampoco hay salidas de evacuación en caso de producirse un sismo. Como repiten los propios comerciantes “en caso de terremoto aquí cae Sansón y los que no son”.

Basta un simple recorrido para darnos cuenta del tour del desorden, la negligencia, la falta de autoridad en todos sus extremos. Ferreterías, zapaterías,librerías  y bazares se confunden espalda con espalda con puestos de comida y cebicherías. Los flujos de concurrentes se bloquean por centenares de puestos que invadieron las vías de entrada y de salida. Un seísmo resultaría fatal para comerciantes y concurrentes. Algo así como reeditar la desgracia del tumulto en el estadio nacional.

Orden significa en un concepto elemental: cada cosa en su lugar. En el mercado de Piura cada cosa está fuera de lugar. Otro tema es el maltrato de los comerciantes al público. Lo que en buena cuenta ha favorecido a los mall en donde cada uno escoge lo que quiere comprar. En nuestro principal centro de abastos de cada 10 balanzas por lo menos nueve han sido manipuladas y alteradas para el robo descarado. Hasta los vendedores de ciruelas y limones que te dan yapa te dan 19 a 16  en lugar de los 25 cabales.  Comprar fruta es una peripecia al menudo descuido te dan fruta maltratada y de mala calidad.

PRECARIA MANIPULACIÓN DE ALIMENTOS

Otro tema sensible es la manipulación de productos cárnicos hasta en mototaxis en precarias condiciones de higiene. El transporte de carnes desde los camales vacunos, porcinos, caprinos y avícolas es sucio por donde se le mire. Pero como ojos que no ven estómago que no se reciente. Igual sucede con los productos hidrobiológicos eviscerados en pleno recorrido del mercado mayorista al mercado central. Nos hemos acostumbrado a la informalidad emparentada con el desorden, la suciedad y el desaseo. Lo que no es una visible aspiración de progreso. Somos mugrosos por tradición, desordenados por vocación y quejumbrosos de nacimiento.

¿Podemos cambiar y ser mejores? Necesitamos orden en el pensar y en el obrar. La formalidad es necesaria porque garantiza la continuidad de un emprendimiento. La formalidad tiene como coordenadas la legalidad, el respeto a las leyes y el orden y la legitimidad, el respeto a los consensos socialmente aceptados. Vivir entre personas respetuosas y responsables frente a sí mismo y los demás. Una aspiración al bien común. El mal de muchos consuelo de tontos, es una pauta impracticable cuando se quiere cimentar una sociedad de oportunidades.

INFORMALIDAD EMPUJA EL CAOS Y EL DESORDEN

La formalidad no es como esos créditos “gota a gota” que te dan efectivo hoy, pero te cobran con la sangre de la agresión criminal mañana. El informal vive para el momento, dilapida sus ingresos porque en su teoría para todos amanece Dios. Rehúye la formalidad financiera bancaria y de las propias cajas municipales pero se lo comen los usureros, los prestamistas, los panderos engorda floreros. El informal huye de la asociatividad cooperativa porque exige el cumplimiento de normas. No asume ni quiere responsabilidades de ningún tipo. Es un irresponsable perenne. Evade la formalidad porque no sabe lo que realmente tiene y a dónde quiere llegar. Tampoco es previsor cara al futuro. Y el seguro de salud formal le parece una tontería. Cuando se enferma, espera las  expensas de la caridad que nunca llega. No invierte en la educación de sus hijos porque considera que es un gasto inútil. Y cuando se da cuenta descubre la posibilidad perdida pero ya es muy tarde para cambiar de rumbo.  El orden es parte del respeto a sí mismo y a los demás. Orden es seguridad, progreso, no es evasión sino contribución al progreso del propio país.    

A PROPÓSITO DE CIEN CUYES

 


Por: Miguel Godos Curay

Gustavo Rodríguez, Premio Alfaguara de Novela 2023, nos sorprende con Cien Cuyes una novela amena y muy divertida inspirada en la soledad, desolación y misterios de la longevidad, tránsito inevitable, próximo al fin de nuestros días. Una especie de vacaciones eternas y sin retorno. Los desesperados achaques de la soledad en la que nosotros los de ayer ya no son los mismos. El deterioro empieza con los olvidos y las obsesionas en las que no recuerdas y recurres a fórmulas curiosas para desterrar el olvido. Buscas y rebuscas en hatos de recuerdos y asocias lo querido con lo grato e inolvidable. Lo ingrato no se recuerda. La tercera edad es un paso obligatorio en la que los abuelos, tristes, solos y abandonados, transcurren sus últimos días en los hogares y asilos, en donde para comodidad de los hijos, son depositados porque no generan incomodidad a nadie.

En el hogar familiar los abuelos han adquirido la categoría de estorbo. Ocupan demasiado espacio. Lo único que interesa a los herederos es cobrar la pensión convertida en un ingreso extra. Y el reparto póstumo de la herencia. El titular siempre hasta el final recibe un sencillo. Y con austeridad estira la precaria pensión.

La historia  de Cien Cuyes se desliza en un barrio residencial de Lima en donde  transcurre la existencia de doña Carmen quien necesita del apoyo de Eufrasia quien se encarga de los trabajos domésticos. En el mismo edificio vive el médico jubilado Jack Morrison, ateo confeso aficionado al jazz y al wisky. Los abuelos del edificio han formado una familia que se autodenomina “Los siete magnificos”. Su mayor preocupación existencial: “ninguno de nosotros va a morir solo”.

Quienes desarrollaron hábitos asombrosos como la lectura leen todo cuanto pueden. Los melómanos reconstruyen su vida con su música favorita. Los coleccionistas se extasían con sus piezas favoritas y afortunadas buscando quién pueda acoger sin remilgos su legado. Generalmente las cosas de viejo no interesan a nadie. Todo lo que se considera inútil se pierde. Los libros se amontonan en los triciclos de los ropavejeros. Y las fotos de los abuelos van a parar al tacho de basura.

El distanciamiento de la familia y la soledad van por el mismo camino. Los recuerdos ocupan buena parte del tiempo cuando la memoria no se llena de lagunas y ausencia de recuerdos. El otro extremo es el Alzheimer que borra el disco duro y lo deja limpio. Es una muerte en vida desoladora y terrible. El adulto mayor vive de sus recuerdos ejercitando la memoria por eso conversa, escribe y construye su historia. También sufre cuando sus recuerdos evocan afectos, fragmentos de esa felicidad perdida. Con el paso del tiempo se disloca el sueño. Las noches transcurren en vela. En este insoportable quehacer.

Cien cuyes, muestra este itinerario de abuelos olvidados que llevan cuenta matemática de las ausencias y sienten que llegó el momento final. Unos se asoman al prodigio de la pantalla del cine. Otros conversan y saborean el wisky  que los acompañó en sus mejores momentos. Insomnes recuerdan paso a paso su vida terrenal, las gratitudes y las ingratitudes, las delicias y las amarguras de la vida. Como en la historia de Miguel Delibes, la hija roja, marca el final de la cajita de tabaco. El fin de la existencia.

Un asilo es un hogar forzoso en donde los abuelos no causan molestias a las familias las que en los primeros episodios los visitaba con frecuencia pero de pronto se pierden en el olvido. Entonces las soledades se hacen compañía. Nadie los visita. Las cartas y las llamadas lejanas nunca llegan. La eventual compañía de otros alivia en parte este exilio. Todos los males se juntan los infartos, los derrames, los traumas y golpes, los defectos insoportables, el cáncer terminal, la angustia existencial todo se agolpa. Y el Alzheimer.

En Cien Cuyes Eufrasia es la grata asistente compañera de los viejos con un sentido pragmático de la existencia y con una sutileza muy humana conjuradora de tristezas. Nicolás, su hijo, ávido lector de cuentos es el sentido de su vida. Su hermana Merta es enfermera. Ambas vinieron de Simbal en la sierra de Trujillo. En Lima se dedicaron al empleo doméstico en residencias de ancianos ahí se familiarizaron con su cuidado, sus rutinas cotidianas y evocaciones sentidas de sus vidas.   Su visión del mundo se mezcla con la contemplación del mar y esa arquitectura moderna que finalmente lo cubre todo por el crecimiento desaforado a las torres de concreto. La vida transcurre entre películas inolvidables, música del recuerdo, antojos y brindis con vinos y tragos guardados esperando la mejor ocasión. Las ausencias inevitables menudean. Y hasta esas decisiones póstumas utilizando una combi Volkswagen a la que se le ha dotado de una manguera que facilite la concentración del monóxido para convertirla en una cámara de gas. Estalla sorpresivamente la realidad ante una decisión póstuma, arrebato de dignidad, unánime, íntima y personal.

Gustavo Rodríguez (Lima,1968) ha asumido con coraje un tópico profundamente humano del que nadie puede sustraerse. Cien cuyes, se lee de un tirón y nos deja esa purificada sensación de recado de ternura que siempre acompaña a nuestros viejos. Anteriormente publicó las novelas La risa de tu madre, La semana tiene siete mujeres, Cocinero en su tinta, República de la papaya, Te escribí mañana y el  volumen  narrativo Trece mentiras cortas. Ahora mismo, a las 4.00 en punto  sentimos ese paso inevitable que nos depara la existencia.

 

 

lunes, 5 de junio de 2023

HECTOR CASTILLO EL MAESTRO INOLVIDABLE

 


Por: Miguel Godos Curay

Conocí al maestro Héctor Castillo Moulet el primer día de clases en la entrañable primaria de la Escuela 11 de Paita. De eso hace 55 años. La escuela era amplia y espaciosa en un Paita que aún no había crecido explosivamente.  Fueron mis maestras doña Anita Noblecilla, y las siempre llenas de energía en las aulas doña Emma, Violeta y Elena Castillo educadoras apasionadas que sabían con sutileza imponer el orden, la cortesía y el respeto. La disciplina se cimentaba en la puntualidad y la oración diaria antes de empezar labores. El director don Oscar Castaños Rivera era un motor del orden y la disciplina. La 11 era una audacia pedagógica en donde uno de los mayores atractivos eran los talleres de mecánica y carpintería conducidos por Eladio Garrido y don Pedro Landa.

Esplendido era el auditorio para las actuaciones y representaciones teatrales ensayadas todo el año en una saludable competencia entre las aulas. Los educadores del 4to y 5to de primaria eran don Héctor Castillo Moulet, José Eliseo Bernal García, Otilio Antón Chávez y Jorge Talledo Alvarado siempre con asombrosas ideas como la práctica de la taxidermia, herbarios de la botánica de la provincia, cartografía minuciosa y curiosidades históricas como la de representar en miniatura la batalla de Ayacucho. Se aprendía por curiosidad. A leer aprendimos en la pródiga y numerosa colección de comics de Bernal García a cuya casa cerca a la plaza de armas acudíamos en pos de lectura ilustrada.

Otras veces nos sorprendieron con variantes  de las tablas aritméticas hasta el 25 cuando las que se vendían en el mercado acababan en el 12. Los números, los sistemas de medida decimal y medidas españolas nos volvieron diestros en arrobas, libras y onzas. Todos tenían colecciones  de caracolas y productos del mar. Laboriosas y coloridas cometas. No faltaban las lecturas de noticias en las páginas de La Industria y El Tiempo. Una genuina fiesta era el cine escolar en donde disfrutamos de películas hoy parte del territorio de los recuerdos inolvidables. Los tres Chiflados, Tarzán cuyos gritos en la selva todos imitaban al unísono, los westerns en blanco y negro y la precursora magia del color.

Algunas ocasiones por esas incompetencias del alquiler de películas, el rollo final, lo pasaban primero y el primero en el intermedio y el segundo al final. Aún recuerdo, que finalmente la serie se ordenaba en la cabeza de los  espectadores. Porque  de acuerdo a los asombrosas opiniones el cine es para inteligentes. De modo que el rompecabezas estaba resuelto. Esa misma experiencia la viví más tarde en Santo Domingo en donde el cine era un rapto de asombro y ensueño. La pasión de Cristo hacía llorar a los espectadores  y el tren que marchaba raudo hacía correr a los de la primera fila.

Encontré  al doctor Castillo Moulet como Decano de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Piura. Un maestro perenne, por heredad genética de los Castillo, al igual que don Luciano, dedicados a ese menester humano tan sacrificado, tan dedicado al pensar, al leer y escribir, al sentir a los alumnos como discípulos. Pese al paso del tiempo lo encontré siempre en el ritual muy piurano de la pastaca del domingo en el Café Central ahí concurría con puntualidad  al disfrute del café dominical con su familia. El domingo que pasó sentí su ausencia. No estaba en su rincón preferido. Sentí ese conmovedor vacío del amigo que se fue y del maestro que nutre las enseñanzas con su vida.

Fue un maestro dedicado a la academia con pasión por la formación de los jóvenes educadores. Fue egresado de la Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle donde realizó sus estudios de Licenciatura y Doctorado. Siempre puntual y servicial. Su cosecha familiar es fructífera. Aún lo recuerdo en Paita en su morada del jirón Bolívar de la punta. El ejercicio del magisterio requiere un desprenderse de sí mismo. El sentir el asombro en cada momento y abrir los recovecos del mundo para la comprensión profunda y el atisbo filosófico. Los recuerdos de nuestra primera escuela se agolpan  en el alma. Lo recuerdo con profunda gratitud y cariño. No sólo por el vínculo porteño sino porque las lecciones imperecederas son ejemplos vivos y recuerdos inolvidables de maestro.