lunes, 5 de junio de 2023

HECTOR CASTILLO EL MAESTRO INOLVIDABLE

 


Por: Miguel Godos Curay

Conocí al maestro Héctor Castillo Moulet el primer día de clases en la entrañable primaria de la Escuela 11 de Paita. De eso hace 55 años. La escuela era amplia y espaciosa en un Paita que aún no había crecido explosivamente.  Fueron mis maestras doña Anita Noblecilla, y las siempre llenas de energía en las aulas doña Emma, Violeta y Elena Castillo educadoras apasionadas que sabían con sutileza imponer el orden, la cortesía y el respeto. La disciplina se cimentaba en la puntualidad y la oración diaria antes de empezar labores. El director don Oscar Castaños Rivera era un motor del orden y la disciplina. La 11 era una audacia pedagógica en donde uno de los mayores atractivos eran los talleres de mecánica y carpintería conducidos por Eladio Garrido y don Pedro Landa.

Esplendido era el auditorio para las actuaciones y representaciones teatrales ensayadas todo el año en una saludable competencia entre las aulas. Los educadores del 4to y 5to de primaria eran don Héctor Castillo Moulet, José Eliseo Bernal García, Otilio Antón Chávez y Jorge Talledo Alvarado siempre con asombrosas ideas como la práctica de la taxidermia, herbarios de la botánica de la provincia, cartografía minuciosa y curiosidades históricas como la de representar en miniatura la batalla de Ayacucho. Se aprendía por curiosidad. A leer aprendimos en la pródiga y numerosa colección de comics de Bernal García a cuya casa cerca a la plaza de armas acudíamos en pos de lectura ilustrada.

Otras veces nos sorprendieron con variantes  de las tablas aritméticas hasta el 25 cuando las que se vendían en el mercado acababan en el 12. Los números, los sistemas de medida decimal y medidas españolas nos volvieron diestros en arrobas, libras y onzas. Todos tenían colecciones  de caracolas y productos del mar. Laboriosas y coloridas cometas. No faltaban las lecturas de noticias en las páginas de La Industria y El Tiempo. Una genuina fiesta era el cine escolar en donde disfrutamos de películas hoy parte del territorio de los recuerdos inolvidables. Los tres Chiflados, Tarzán cuyos gritos en la selva todos imitaban al unísono, los westerns en blanco y negro y la precursora magia del color.

Algunas ocasiones por esas incompetencias del alquiler de películas, el rollo final, lo pasaban primero y el primero en el intermedio y el segundo al final. Aún recuerdo, que finalmente la serie se ordenaba en la cabeza de los  espectadores. Porque  de acuerdo a los asombrosas opiniones el cine es para inteligentes. De modo que el rompecabezas estaba resuelto. Esa misma experiencia la viví más tarde en Santo Domingo en donde el cine era un rapto de asombro y ensueño. La pasión de Cristo hacía llorar a los espectadores  y el tren que marchaba raudo hacía correr a los de la primera fila.

Encontré  al doctor Castillo Moulet como Decano de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Piura. Un maestro perenne, por heredad genética de los Castillo, al igual que don Luciano, dedicados a ese menester humano tan sacrificado, tan dedicado al pensar, al leer y escribir, al sentir a los alumnos como discípulos. Pese al paso del tiempo lo encontré siempre en el ritual muy piurano de la pastaca del domingo en el Café Central ahí concurría con puntualidad  al disfrute del café dominical con su familia. El domingo que pasó sentí su ausencia. No estaba en su rincón preferido. Sentí ese conmovedor vacío del amigo que se fue y del maestro que nutre las enseñanzas con su vida.

Fue un maestro dedicado a la academia con pasión por la formación de los jóvenes educadores. Fue egresado de la Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle donde realizó sus estudios de Licenciatura y Doctorado. Siempre puntual y servicial. Su cosecha familiar es fructífera. Aún lo recuerdo en Paita en su morada del jirón Bolívar de la punta. El ejercicio del magisterio requiere un desprenderse de sí mismo. El sentir el asombro en cada momento y abrir los recovecos del mundo para la comprensión profunda y el atisbo filosófico. Los recuerdos de nuestra primera escuela se agolpan  en el alma. Lo recuerdo con profunda gratitud y cariño. No sólo por el vínculo porteño sino porque las lecciones imperecederas son ejemplos vivos y recuerdos inolvidables de maestro.

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