domingo, 8 de junio de 2014

CUMANANAS Y TRADICIONES POPULARES:


Por: Miguel Godos Curay

En Piura se mantienen vivas las expresiones de la cultura popular. Una de
ellas son las técnicas culinarias
Las coplas populares en Piura recorren los caminos de Huancabamba, Morropón y  Ayabaca. Coplas y tonadas compiladas por León  Mera, en Ecuador, se preservan en la memoria de pobladores de Yapatera y Morropón. Las cumananas son el repertorio vivo del coplero piurano. Cumanana, para unos es la versada de los zambos de Cumaná. Otros la emparentan con el kimbunde un dialecto africano de los negritos esclavos en las hipnóticas haciendas del Alto Piura. Se trata de cuartetos populares interpretados en la jarana montubia por cantadores espontáneos y majadores de arpa. Nada está escrito los versos se repiten de boca a oreja.
El golpe del  cajón del arpa, acompañado por el rascado de las cuerdas inicia el ritual de la jarana. “Copa…copa…. copa repiten acompañados por las palmas mientras los cantores afinan la voz. “ Veinticinco limones/ carga una rama/ carga una rama”  repite la voz primera mientras la segunda responde “Y amanecen cincuenta, / cada mañana, cada mañana”. Nuevamente la primera ingresa con otra versada. “Tuyos son…tuyos son/ ay… los claveles de mi corazón.” “De todos los animales quisiera ser como el zorro/ de todos los animales quisiera ser como el zorro /para comerme a la gallina/ y dejar al gallo sólo”. Responde la segunda. La jarana está en su punto.

No hay jarana sin trago. Se bebe aguardiente de caña. El trago fino por su pureza es la pócima, el alcohol de la primera destilación. Después de la pócima viene la primera, luego el aguardiente, en orden y jerarquía están los alcoholes de baja ley denominados: cachaza, vinillo y resaque. Son el enjuagatorio. El zumo de los dioses es el guarapo. El jugo de caña fermentado. Dulce al saborearlo pero embriagador e imprevisible a los  ocasionales bebedores. Guarapero se llama al bebedor consuetudinario. La destilación del guarapo se realiza en el porrón y el producto de la destilación se preserva en cántaros de barro, antiguos y centenarios.
La caña se muele en el trapiche cuyo tornillo de bronce puede ser movido por una bestia. El jugo de la caña no destilado  está destinado a la producción de dulce para el consumo familiar. La pequeña producción industrial se convierte en chancaca, alfeñiques o bocadillos que proveen las ferias. El bocadillo requiere maní y fuerza de brazos. El buen bocadillo, no empalaga, es agradable y provee a los feligreses de las ferias regionales.

Sin aguardiente no hay jarana. Si la reunión se realiza entrada la noche se prepara al primer hervor el “calentado” o el “canelazo” con aguardiente, hojas  de lanche y rajas de canela. De este modo se tibian los convidados. En Piura, coplas populares fueron recogidas por Enrique López Albújar, el presbítero Miguel Justino Ramírez, el poeta Teodoro Garcés Negrón y últimamente por Alberto Alarcón Olaya. La cumanana no se reduce a un cuarteto o a un  verso suelto y bienaventurado sino a una cadena interminable en donde se desliza la lisura y la inteligencia improvisadora de los pobladores. Un verso se encadena con otro  en un desafío oral en donde finalmente triunfa el que sorprende por la agilidad de sus respuestas. Cada pie de verso alude a un tema. Podría tratarse el  tópico político,  la belleza femenina,  la naturaleza,  las virtudes y defectos de los actores cotidianos o hasta la misma muerte.  Alrededor de los contrincantes se arremolinan los curiosos que incluso celebran apuestas o aplauden al compás del cajón festivo y mansurrón.
“Si Sánchez Cerro viviera ay,ay, ay/
Si Sánchez Cerro Viviera ay, ay, ay, ay /
no hubiera ningún aprista/ si señor….
y solamente  mandara  Luis. A. Flores y la urrista.”
 
“Si quieres ingrata  cambiar de marido,
búscate uno del gobierno regional,
que ande en camioneta mañana y tarde
y coma bastante,  sin gastar un real”.

Le ando buscando a mi suegra
camioneta como la del gobierno
para que se vaya y no regrese
del último rincón del infierno”.

El metro predominante en la cumanana es el octosílabo, con rima consonante. El octosílabo es el verso castellano tradicional. Con él se urdían las letras de las canciones populares y las coplas de ciegos que mendigaban en las puertas de las iglesias. Los tópicos son variados. En la sierra de Piura hay ciclos  que evocan y  recuerdan  a los actores cotidianos. Uno de ellos es el de la toma de Piura por los chalacos el 28 de enero de 1883 y las sucesivas montoneras que apoyaban a Andrés Avelino Cáceres o a Miguel Iglesias. Otro es del Froilán Alama el temible bandolero, pero también el de Rosita Ruidías una mujer de armas tomar que cansada de los maltratos del marido tomó la firme decisión de escarmentarlo ejemplarmente. Lo que motivó la huida del cobarde al Ecuador. Rosita, refieren, era aficionada a la vihuela y de puro desdén cantaba al amor de alguna mujer que le quitó el sueño.
Hay quienes afirman que  Yapatera es tierra de cumananas. Sin embargo, las coplas recorren los caminos y atraviesan fronteras. Para los campesinos es una forma divertida de conjurar la tristeza. En algunos casos se convierten en chanza y burla contra las malas autoridades. Muchas de ellas ridiculizan al alcalde, al juez o al policía que incumple sus funciones. La cumanana atrevida  es curiosamente graciosa pero no insolente. En las coplas siguientes hay referencias a los genitales masculinos y femeninos. Todos las celebran porque la lisura se convierte con jocosidad  pícara en sutil humor y fina ironía.

“Ya salió la luna hermosa
y el lucero la acompaña  
qué triste  se queda el  hombre
cuando la mujer lo engaña”. 

“La cosa de las mujeres
pesa una libra y 16 onzas
pero yo la tengo balanceada
en la romana de mis bolsas/”.

“Sin saberlo me enamoré/
de una preñada doncella,
ella se desempreñó /
y yo quede preñado de ella”.

En la punta del cerro  negro,
lacearon al toro mocho,
dicen que lo lacearon
con las barbas del bizcocho”.

“Anoche me comí un bizcocho,
 no sé de qué panadero
 y por más que me lo comía
el bizcocho se quedaba entero”.

La literatura oral habita en los rincones alejados de la sierra de Piura en donde aún subsiste el golpe de tierra, el arpa, majadores y cantores. Todo surge de la picardía natural de los pobladores, sin embargo, necesita ser rescatada del  olvido. Cuentos infantiles, cantos rituales como la elegiaca “Salve de las Vacas” entonada al filo de la madrugada en honor del difunto aún se preservan pese a las arremetidas de los amplificadores y la modernidad funeraria. Devocionarios y oraciones anotadas en cuadernos son parte de esa tradición oral  que se diluye en la memoria como el agua entre los dedos. Aún en los sepelios se mantiene la costumbre de arrojar granos de trigo, arvejas y frejoles a lo largo del cortejo.  En algunas comunidades se baña el cuerpo en el torrente próximo. Rezadores y rezadoras  acompañan los nueve días del duelo hasta que se levante el Cristo. Todos participan en el ritual, los niños y los viejos. El tiempo no se detiene. A todos nos acompaña esa desolación que provoca la muerte de un abuelo. Una sensación terrible como cuando se incendia una biblioteca. En Colombia, los maestros emprendieron una cruzada nacional para acopiar tradiciones y leyendas, recetarios de comidas, topónimos, calendarios religiosos, recetas de la farmacopea popular, y nombres de objetos. El producto final resultó un maravilloso rescate de la cultura popular. Una gratificante contribución a la identidad y al regionalismo viva energía de la tierra que se resiste a la ausencia. El maestro Otto Morales Benites, uno de los gestores de la propuesta, remarcó, que los pueblos tienen una cultura viva y se resiste a desaparecer  frente  a las afanes demoledores del consumismo y la modernidad.

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