sábado, 30 de agosto de 2008

LOS 31 DE OSCAR AQUINO


Por: Miguel Godos Curay
Escuela de Comunicación Social de la
Universidad Nacional de Piura


Oscar Aquino es un derroche de inteligencia y bonhomía. Tiene la virtud de despertar en sus alumnos una curiosidad inagotable y amor por la belleza. Este es uno de los privilegios de su aula de arte en el Colegio San Miguel donde cada tarde se le encuentra, cara a cara, con estudiantes procedentes de varios sectores populosos de Piura a quienes enseña a transformar lo que no sirve en objetos útiles y valiosos. Alambrones, cajitas de fósforos, etiquetas, papel, témperas, vidrios, y todo aquello que usualmente forma parte de lo que no sirve en manos de estudiantes creativos, inducidos por el maestro, cobran vida maravillosamente. En las escuelas públicas, en las que todo falta, Aquino es un desafío. Los estudiantes lo admiran y él se admira de los nuevos talentos que encuentra en esa tarea cotidiana.

Hoy justamente Oscar cumple 31 años de vida entregados al arte. Este itinerario no es nada fácil cuando los obstáculos están a la vuelta de la esquina y cuando los reconocimientos son menos y las maledicencias abundantes. El es un valor de Catacaos y es un verdadero símbolo para los artesanos que aprecian su esfuerzo y apoyo en la tarea de formalización. El trabajo artesanal es un valor inapreciable de Catacaos, según Aquino, por eso es que mantiene una apasionada obstinación para que la vieja tradición no se pierda. Ahí nace su fidelidad al gremio. Catacaos brilla por el esfuerzo de sus artistas populares. Oscar está convencido que donde haya un maestro alfar, santero, o una tejedora de sombreros sobrevive la noble y vieja tradición.

Aquino, sigue trabajando en su taller del jirón Arequipa sin perder su sentido del humor. Este año su trabajos recorrieron Chiclayo, Trujillo y Lima en donde hubieron muestras itinerantes. Sus obras, sin embargo, siguen dando la vuelta al mundo. Afuera es mucho más conocido que aquí por aquello de que nadie es profeta en su tierra. Estos 31 años de trabajo continuado la han permitido mirar el camino recorrido. La producción es copiosa pero Aquino permanece inalterable por los atributos de la sencillez que le es propia. Una amplia sonrisa y una proverbial humildad son parte de su manera de ser. Incluso cuando las preocupaciones le asaltan no pierde su sentido personal del trabajo bien hecho.

En su taller del jirón Arequipa no faltan los turistas nacionales y extranjeros. Las sorpresivas visitas de admiradores que recorren enormes distancias para conocer sus esculturas y llevarlas como expresión de un arte vivo y universalmente generoso. Quienes esperan encontrar en él las veleidades de una modernidad efímera pierden tiempo. Aquino, tiene dominio de las técnicas y mantiene una admirable lealtad por lo tradicional y propio. Incursiona en el arte simbólico y meditativo pero sin abandonar la vieja tradición que aprendió de sus padres.

Como sostiene Jacques Lacán al referirse al pensamiento humano. En él se confunden lo real, lo imaginario y lo simbólico. Aquino parte de lo real. Lo que contempla todos los días que es como la inasible experiencia de lo vivido. Con esa sustancia de recuerdos aborda lo imaginario como una construcción que existe en la mente que se crea y recrea continuamente. De la imaginación creadora surgen las formas y las sutilezas creativas que transforman las maderas en objetos estéticamente bellos. Lo simbólico se revela en verdaderas abstracciones que resumen la realidad de un modo sutil. Aquí se desborda la libertad creativa. Se trata de un territorio de audacias creativas sorprendentes. Aquí se nos muestra el artista en la plenitud de su genio creador. Lo que no significa que no sea fiel a lo tradición y a los orígenes. Es su propia capacidad creativa la que bulle con una intensa pasión desde que abriera sus ojos y sus manos al arte hace 31 años.

miércoles, 27 de agosto de 2008

UNA UNIVERSIDAD QUE CRECE


Por: Miguel Godos Curay

La Universidad Nacional de Piura como la Biblioteca Pública Municipal Ignacio Escudero fueron iniciativas de la Confederación Obrera de Piura. El clamor por la universidad fue acogido, en 1959, por la Asociación de Estudiantes Piuranos que creó el Comité Pro Universidad que junto a las fuerzas vivas de Piura hizo realidad tan caro anhelo.
Fueron los obreros agrupados en la Confederación Obrera los que con esclarecida visión atisbaron en el horizonte del conocimiento el rol protagónico de la academia. La hacienda favoreció el surgimiento de los colegios católicos como el Salesiano (1906), el Santa Rosa de Sullana (1939) y el San Ignacio (1958). La universidad pública fue una iniciativa popular que el Senador Luciano Castillo Colonna convirtió en la Ley 13531 que dio partida de nacimiento a la Universidad Técnica de Piura.
De modo que nuestra universidad tiene un origen popular sus raíces se sumergen en la tierra como las de los algarrobos y los ciruelos que pueblan su Campus. Es realmente con genuino espíritu de justicia Alma Mater que provee a la sociedad de los mejores cuadros para su conducción pero también de inteligencias que conforman las planas docentes de otras universidades nuevas. Actualmente tiene catorce mil alumnos incluyendo a maestristas y doctorandos. Sumando a los 600 profesores y 650 servidores administrativos es demográficamente un distrito de Piura que poco a poco se moderniza pero enfrenta necesidades.
Una de sus necesidades es la del agua elemental y un servicio energético que garantice el crecimiento futuro. Tiene progresos notables pero estos no son suficientes si muchos de sus docentes y la totalidad de sus alumnos no cambian su forma de pensar. Creer que lo público no tiene costos y que como aquello que es público “es de todos y no es de nadie” hay que mantenerla sucia, canibalizada e inmunda. Así no se conquistan mayores progresos. Soy testigo de cómo diariamente los alumnos destrozan los mobiliarios, pintarrajean los servicios higiénicos, sustraen los pestillos y chapas de las puertas, o recortan salvajemente los libros con gillettes en la biblioteca y me sonrojo. Aunque no son todos los alumnos. Los buenos y mejores no son muchos.
Pienso que hay que perforar la conciencia de los docentes para que hablen menos y hagan más. No queremos en las aulas loros de peroratas interminables sino buscadores de la verdad insobornables que dejen la huella indeleble del buen ejemplo. No queremos maestros taimados, acosadores embozados con la psique llena de perturbaciones clínicas, sino hombres y mujeres que proclamen a viva voz sus convicciones sin temor a las presiones de los grupos de poder y a esas capellanías del favorecimiento indebido. No queremos cachueleros académicos sino personas dignas a la que de una vez por todas el Estado trate bien.
Hace poco conversaba con una de sus altas autoridades y uno de los temas tratados fue el de la identidad. Esa lealtad con lo que uno tiene y con lo que uno quiere. La universidad puede tener los mejores auditorios, laboratorios, las mejores aulas, modernos buses y comedores decorosos pero si carece de ese fuego interior contagioso e irreductible que es la búsqueda de la verdad no nos sirven de nada. Sin convicción no hay pasión y sin pasión el estudio puede ser arrogancia, la entrega obligación forzosa, y la enseñanza un embuste perfecto. Ese espíritu apasionado acompañó hace ocho siglos el nacimiento de la universidad en Europa y hace 457 años el de San Marcos primicia de América. Ese fuego fue traído a Piura por los trabajadores manuales, los obreros. No fueron los burgueses gentiles de esta tierra los que vieron hace 46 años que las personas no valen por lo que tienen sino por lo que saben. ¿Les parece poco?

sábado, 23 de agosto de 2008

CUCHARAS, CUCHARONES Y DEVOCIONES


Por: Miguel Godos Curay

Dios ahorca pero no mata es una frase que nuestros abuelos repiten cada vez que por estrechez económica la mesa se torna austera y parva. Los piuranos tienen la bien ganada fama de ser devotos del plato y la cuchara. Saben comer y comen bien. En la Piura de antaño la cortesía tiene que ver con la comida apetitosa bien servida y rociada con chicha. Es muy probable que antes de la llegada de los españoles el plato fuerte era el pescado fresco en la costa litoral y pescado seco en las alturas con un extendido consumo del ají. Ahí la explicación original del cebiche.

A ello habría que sumar cecina de venado, cuy, perdices y pava de monte de agradable sabor acompañados de papa, maíz, yuca, olluco, arracacha y camote. El camote, dice el sabio Pulgar Vidal, era el nutritivo “pan” de la costa. Camote horneado y delicioso sólo se encentra en el mercado de Sechura. ¿En ayunas camote morado no será pecado? Repetían en cuaresma las abuelas ruborizadas. Encamotarse en Piura es también enamorarse.

Con la llegada de las españoles vienen la cabra y los vacunos sazonados con especería mora. Con huesos, menudencias y hierbabuena se preparaban caldos levanta muertos. También se extendió el uso del ajo, la pimienta, el comino, el clavo, la canela y el vinagre para los aderezos. Aquí sumamente exagerados, para disimular el proceso de descomposición de las carnes. En Piura hay una diferencia marcada entre la alimentación de la ciudad y el campo anota Anne Marie Hocquenghem. En el campo las cocinas son rudimentarias el desayuno es copioso y la merienda liviana. Salvo en tiempos de carestía en donde la alimentación es pobre. En la ciudad hoy el desayuno es ligero y el almuerzo abundante. Desoyendo el sabio consejo que dice: Desayuna como rey, almuerza como príncipe y cena como mendigo.

Hoy la dieta del piurano está sobresaturada de carbohidratos que provocan desordenes metabólicos predisponen a la obesidad y la diabetes. Hoy se come poco maíz y el camote se utiliza como suplemento de la alimentación canina. Las bebidas artificiales han reemplazado al té, la hierba luisa, la hoja de naranjo, la manzanilla y el lanche que se bebía a soplos por las tardes. Hoy se estilan refrescos helados que perturban la digestión. En la sierra de Piura, el poco queso que se produce se vende para comprar arroz y las tortillas tradicionales de trigo dan paso al pan citadino. Igual sucede con el pollo que desplaza al pescado. En los siete días de la semana una familia piurana consume, de acuerdo a sus posibilidades, seis días de huevos o carne por uno de pescado.

El lonche (del inglés lunch) es un recuerdo. Hoy han desaparecido antiguas recetas como la del yupizín .Una nutritiva sopa de algarroba. En Huancabamba no hay cuy ni para remedio. En el propio Sechura las modernas amas de casa prefieren pollo al pescado fresco y nutritivo que marcha a Lima en los frigoríficos. El colmo -por la inutilidad práctica y las mafias que enquista- son los programas “vaso de leche” que engordan a los proveedores de enriquecido lácteo sin ningún valor nutritivo y alientan una indigna dependencia en los sectores urbano marginales.

El piurano tiene poco afecto por las verduras que puede cultivar en casa. Las ensaladas son acompañamientos solo para comidas de fiesta. De ordinario los platos son abundantes de arroz son secos. Y los caldos de antaño en cuyos hervores se ablandaba la carne han sido remplazados por los sobrecitos de fórmula veloz. . Hoy hasta los tamales de maíz con puerco son arrumacos de polenta. La patasca del domingo esa nutritiva sopa de maíz dominguera es lo último que nos queda. Al igual que los tamales verdes y los chifles.

Los tradicionales chifles según, Alonso Carrió de la Vandera, cronista del siglo XVIII, eran alimento de arrieros. “En tiempo de guerra tenían continuamente colgado al arzón de la silla un costalillo de maíz tostado, con sus chifles”. Comer en Piura -a pesar de los pesares- es una tentación por aquello de que nadie conoce las recetas de la dicha. O porque como decía Quevedo: “Todo lo demasiado siempre fue veneno”.

domingo, 17 de agosto de 2008

EL SUEÑO DEL TIGRE CARRASCO


Por: Miguel Godos Curay
Con palabras no se puede decir lo que el corazón siente cuando se marcha un amigo. Con él compartimos muchas horas, alegrías, ilusiones, experiencias, aventuras y tristezas en la Universidad de Piura. Fue ahí en donde por su manifiesta capacidad de indignación y legítima rabia se ganó el apelativo de “Tigre”. Pero como lo prueba su entrañable lealtad familiar, a Nina y a sus hijos. Era un tigre con corazón noble y profundamente sensible. Tenía una esclarecida convicción profesional y amaba a su familia y al periodismo por sobre todas las cosas. Con Ricardo Castillo, su amigo inseparable, desde esos tiempos memoriosos de caminatas interminables a la universidad compartió ideales y sueños.

Carrasco venido de Talara disfrutaba con la noticia. Se nutría de los acontecimientos del día en Piura o en Sullana. Carlos fue miembro del grupo editor de la Revista Nova que integraban los entonces inquietos universitarios Carlos Ginocchio, Marco Agurto, César la Torre, Ricardo Castillo, Lino Saavedra, Rosendo Li, Miguel Ross Morrey, Cala Celi , Lilliam Hidalgo y Ubaldo Ramos quien también nos adelantó en la partida. Nova, brilló, aunque efímeramente en la vida cultural de Piura. Propuso la creación del Centro de Estudios Piuranistas y emprendió un silencioso esfuerzo de búsqueda de la identidad en los infolios del Archivo Parroquial de Catacaos gracias a la amable benevolencia de Monseñor Jesús Villalobos.

La revista era ilustrada con aguatintas de Rosendo Li en la que asomaba el genio pictórico que es hoy. Ahí debutamos periodísticamente. Marco Agurto y Ricardo Castillo con ingeniosas ideas realizaron verdaderas proezas de diseño gráfico para el mimógrafo en el que clandestinamente se editaba Nova. Fue una aventura inolvidable en la que participó Carlos. El grupo se repartió por el mundo. Unos fuimos a Correo que nos abrió las puertas. Carlos se fue a El Tiempo en donde entregó sus mejores años. De ahí hizo un paso breve por la Municipalidad de Piura hasta que se ubicó en el Proyecto Río Blanco en donde vivió a fondo el sueño posible de compatibilizar las vocaciones productivas de Piura. Agricultura y minería.

Por eso se fue a Huancabamba. Ahí lo encontré el pasado julio pues nos invitó a compartir experiencias con comunicadores locales. Siempre amable y lleno de corteses detalles nos hizo las fotografías que después envió personalmente. Siempre con fino humor e ironía. El creía en ese sueño de remontar la pobreza, con la inversión, en esos caseríos pobres donde el alcohol y el fanatismo embrutecen a los hombres. Creía firmemente en que la educación y las mejores condiciones de vida permitirían que la riqueza se explote con una ética visible y responsable. Y con beneficios para los que menos tienen.

Era amigo del buen café, un cigarrillo y un vaso de agua fresca. Para este rito diario se ocultaba en el último rincón de La Huerta en el espacio “para fumadores”. Vivía orgulloso de las vocaciones humanas de sus hijos. Hoy ellos pueden estar orgullosos de tener un padre tan apasionado por lo que quiso y vivió. He leído con detenimiento sus correos desde Huancabamba y sus buenas impresiones de los alumnos de comunicación de la Universidad Nacional de Piura. De Jorge Patiño, Reynaldo Cruz con quienes más que jefe fue un buen amigo y maestro. La noche esta fresca como el último día que conversamos en Huancabamba. Tengo un nudo de recuerdos en la memoria. Busco en mi biblioteca unos libros que puso en mis manos “porque te van a interesar mucho”. Miro las fotos en las que se dibujan los caminos de la sierra cubiertos por las nubes. Y le pregunto: ¿Tienes un seguro de vida?. Y me responde con su peculiar y sutil ironía: “Todos tenemos un “seguro” de Las Huaringas”. Carlos Carrasco, sonríe y parte para encontrarse con su bienaventurado sueño de verdad.
(En la foto Carlos Carrasco,Elvira Carhuapoma, Miguel Godos y Lucha Guarnizo)

martes, 12 de agosto de 2008

VARGAS LLOSA: ITINERARIO DE UN HIPOPOTAMO












Por Miguel Godos Curay
La sede de la casona O´Higgins, en pleno centro de Lima, es diariamente visitada por centenares de curiosos, turistas y admiradores de Vargas Llosa. Ahí se muestra con profusión de fotografías y valiosos documentos personales la génesis del escritor. Se recrea en cada uno de los ambientes de la espaciosa casona los escenarios de sus obras. Una alcoba austera del Leoncio Prado el escenario de “La ciudad y los perros”. Un bohío selvático con su hamaca en la penumbra que recuerda a “Pantaleón y las visitadoras”. Los hipopótamos cuyas imágenes le seducen siempre. Todo recogido con una crinográfica curiosidad que muestra las libretas, los apuntes, las fichas minuciosas de ese ritual de la palabra propio del escritor.

Vargas Llosa. Admítanlo o no sus denostadores es un escritor peruano que brilla en el firmamento planetario de las letras y la política. Está entre los escasos veinte personajes públicos reconocidos e influyentes en el mundo. Con o sin el Nóbel es un valor peruano que nos enorgullece. Particularmente a los piuranos nos ha inmortalizado en esa caracterización tan genuina de lo que realmente somos. Un desafío del desierto inhóspito. Un hazaña entre los chopos calcinados al filo de las carreteras y ese oasis poblado de algarrobos verdes. Cuyo aroma recuerda la santa tierra. Dulces tan exóticos como los bocadillos, las colasiones, las natillas y el quesillo de cabra nutritivos pero esquivos a los mafiosos de los programas vaso de leche que lo pulverizan todo para llenar sus bolsillotes de desnutrición infantil.

Vargas Llosa, tiene ese privilegio misterioso de haber capturado ese momento bullente de le economía piurana en donde las alforjas repletas de panllevar, olorosas frutas y fríjoles conducidas en grises piajenitos atravesaban los callejones calenturientos de la ciudad hoy arruinada por la desidia. El pima era una mostración visible de la fugaz prosperidad. Por eso no dejábamos de ser pecadores solemnes en lupanares legendarios como los que describe la Casa Verde. En aquel entonces las orgías eróticas eran matizadas previamente con tributos al paladar: piqueos olorosos, secos de chavelo glorisos, cachemas fritas crocantes en las ramadas humeantes. Potazos de chicha y potitos de clarito que no se embotellaban como ahora. Ramadas memorables en donde pizpiretas y chuchumecas con nombres de flores perdurables daban vida a romances alucinantes bajo es sol nunca devaluado de los piuranos y esa luna que iluminaba las insomnes faenas de los tejedores de sombreros. Esa Piura que se nos fue de las manos fue la que encontró Vargas Llosa.

La muestra, que se exhibirá hasta octubre habla por sí sola de las luchas libradas por el escritor en defensa de la libre expresión y su incursión en la política. Se ha incluido un pormenorizado itinerario que muestra desde un pasaporte hasta fotografías inocultables. Hay una en especial de su debut en el periodismo cuando aún era un colegial con muchas inquietudes juveniles pero sin mayores estridencias académicas. De su paso por la política quedan muchos testimonios y la no resuelta interrogante de qué hubiera pasado en el Perú con Vargas Llosa frente a la Presidencia de la República. ¿Nos hubiéramos adentrado a todo trote en la modernidad?. ¿Se hubiese privilegiado la educación en el país? ¿ Hubiese tenido el escritor el coraje de enfrentarse a la corrupción?. ¿Estaba el Perú preparado para tener como conductor de la nación a un intelectual de la talla de Vargas Llosa?. Después de probar la dictadura nauseabunda de Fujimori, al que con una ceguera insoportable muchos admiran. No sabemos cuál hubiese sido el destino del Perú. Las ucronías en política son como esa definición certera de lo que es el amor: “dar lo que no se tiene a alguien que no lo quiere”. En efecto. Perdimos la posibilidad de intentar un cambio de rumbo al lado de una liberal inteligente con estatura propia. De la honestidad de Vargas Llosa no hay ápice de dudas. Su sinceridad inclaudicable y su integridad no tienen punto de quiebre. De eso no hay dudas. Así lo confirman quienes gratuitamente lo detestan pero también quienes con sinceridad lo admiran.

viernes, 8 de agosto de 2008

CARA A CARA CON LOS PIURANOS


Por: Miguel Godos Curay

Dice Merelau-Ponty que el rostro humano pertenece al territorio de la expresión no al de la impresión. Los mensajes que encierra una cara no pertenecen a lo sensorial sino a lo semántico. El rostro es una máscara de carne, a tal extremo, que una dulce carita pintada nos habla o nos mira. En el teatro romano a la máscara se le llama “persona”. Para los griegos se denomina “hypocrites” de ahí la derivación “hipocresía” para designar al rostro enmascarado por la falsedad.

Existe una ética sincera en el rostro que no finge para engañar. Es la indisimulable sinceridad de los ojos. Las miradas confieren fuerza a la voz y le dan un sello propio. El rostro tiene su propia gramática que lo convierte en un libro abierto en el que podemos leer fácilmente lo que se pretende ocultar en lo interior. El amor, la sinceridad y el odio. Por eso cuando una persona renuncia a ser lo que es a través de la simulación destruye la imagen de sí mismo y su rostro lo delata inevitablemente.

Por eso, algunos monjes, utilizan como procedimiento formativo el mirarse diariamente durante horas en el espejo para ensayar el rostro más dulce. El que no expresa enfado sino paz interior y lo logran, de tal manera, que podrían desarmar a cualquiera con la mirada. Esta es también el arma que emplean los mendigos, los pedigüeños incurables que finalmente nos sorprenden porque mueven a la compasión con la sutil técnica de la felonía facial.

En realidad el rostro es muy maleable. Hace lo que uno le ordena. El niño que deja caer sus pestañas como cortina cuando acaba la función es probable que exprese aflicción o sonrojo. En Piura, por ejemplo, existe el rostro amable y sugerente de la vendedora de sombreros en Catacaos. Pero también el rostro despojado de servicio de una vendedora de pasajes en el Aeropuerto que disfruta del monopolio. O la cara de papa de una intransigencia discriminatoria. Hay también el rostro taimado del que se inventa males para despertar compasión o el del vivo redomado. Hay el rostro feliz de regidor cobra dietas, el de rezador del cementerio mirando el cielo. El de general en su laberinto y el del zamarro site suelas.

En la depresión los ojos bailan como checos. En el cuentista se siente la mirada del felino en pos del bolsillo. En el ratero del mercado la voracidad de los ojos es inocultable. Los ladrones se miran entre sí como urracas parlanchinas. Aunque recurran a la finta para ocultar sus fechorías. Sus ojos están clavados como tachuelas en los bolsos de sus víctimas.

Los rostros de los políticos hablan más que sus mensajes. Los de los sinvergüenzas siempre aparentan frescura de lechuga. De acuerdo a la clasificación de Hipócrates tienen sus propios humores. Unos son muchas veces impulsivos. Aparecen con entusiasmo de cohete pero se les acaba la pólvora rápidamente y se tornan inconstantes. Finalmente no cumplen lo que prometen. Los flemáticos, son maestros de la apatía y la insensibilidad. El entusiasmo se les fue por el sumidero. Nunca arriesgan nada y les encanta repetir que todo va bien cuando con sinceridad las cosas van mal.

El colérico, es muy sensible, rápido en sus decisiones y tenaz en la ejecución pero nunca reflexiona. Periclita entre el optimismo vehemente y el pesimismo desenfrenado. Su polo opuesto es el melancólico un pesimista académico que sólo anda buscando dificultades para no hacer nada. Fruncen el ceño por gusto y las arrugas en el mapa de su frente los delatan como inocultables comodines.

Toda esta fauna la encontramos en Piura y entre los piuranos al extremo que se les puede aplicar el mismo examen que aplica la chichera cuando, por desventura, alguno de sus sedientos clientes encuentra una mosca en el poto de chicha o de clarito. Unos al contemplar a la negra y volátil ahogada criatura sentirán una repugnancia atroz. Otros la sacarán con el dedo con una sonrisa cómplice por el premio que les tocó en el día. Otros la ocultarán ante un anuncio de viudez anticipada. Pero no faltarán los incipientes que se la tragan sin darse cuenta. Algo así como aceptar sin reparos los anuncios y promesas de los políticos.

sábado, 2 de agosto de 2008

EN MEMORIA DE PEPE AGUILAR


Por: Miguel Godos Curay
*El texto corresponde al discurso de homenaje al ciudadano José Aguilar Santisteban en el Municipio de Castilla.

Me adhiero con la palabra y el pensamiento a este homenaje que el pueblo de Piura tributa al ciudadano José Aguilar Santisteban. Este es un acto de justicia que revela la cordialidad de los piuranos para con un vecino que en su vida demostró relevantes méritos propios. Nadie que expurgue en la historia documentos fehacientes encontrará en la historia de Piura un personaje que como Aguilar haya demostrado talante en el ejercicio de los siguientes cargos públicos: Prefecto, tres veces Alcalde y congresista. Nadie como él puede exhibir tal trayectoria política con un genuino espíritu de servicio. Cuando aludo aquí a la política lo hago desde la orilla de ese “estar entre hombres” que define la acción humana de la que nos habla Hannat Arendt. No hay hombre por eso que despliegue esfuerzos en esos tres ámbitos arendtianos: La labor, el trabajo y la acción política. Ese espíritu cívico de servicio que hace que un hombre se entregue a los menesteres del gobierno obedeciendo al mandato del consenso y la legitimidad.

Pienso y estoy convencido que una persona con tales atributos necesita en su sustancia germinal de una familia que lo nutra con el ejemplo y un maestro que esculpa con el cincel ese materia prima viva que viene del hogar. Lo primero fueron sus padres el hogar natural y el espacio de la familia. Las vivencias infantiles y los recuerdos, que los tiene, abundantes y sabrosos como recuerda mejor que yo Carlos Espinoza León su amigo de la infancia. El segundo lugar corresponde a los maestros que educan con sus enseñanzas y que hacen que del hombre emerja una criatura con aspiraciones superiores de grandeza. Este efecto deslumbrante lo logró Haya de la Torre a cuyo magisterio Pepe se adhirió con incondicional devoción y pasión. No se si por los ancestros trujillanos que caminan genéticamente en su sangre o por el magnetismo que despierta la inteligencia del maestro. Pepe es aprista hasta el tuétano. Aprista convicto y leal.

Es un prodigio humano y realmente conmovedor ejemplo de adhesión e incondicional lealtad el alimentarse con una ideología y el pensamiento vivo de un hombre. Pepe sabe bien que así como la fe de los creyentes a la palabra de Cristo, la fidelidad al partido y a los principios no se expresa palabras sino con acciones, la propia vida y el movimiento. Mejor dicho no se puede decir como Haya: la política “es docencia y decencia” y en el actuar, traicionar al maestro. Alguna vez escuché decir al viejo Fidel Castro en el ardor de su prédica por Radio Habana: ¡Traicionar al pobre es traicionar a Cristo!. Yo rescataría, con clara alusión a Pepe Aguilar que tiene a Haya en la punta de la lengua, estas palabras para parafrasearlas y decir: Que engañar al pueblo con promesas incumplidas, el dejar de hacer las cosas con limpieza, el fomentar el dispendio en la conducción de la cosa pública y el enriquecerse en los cargos es traicionar al maestro. Traicionar a Haya que murió pobre de solemnidad pero rico y afortunado en el cariño y en el fervor esperanzado de su pueblo. Resulta proverbial que Pepe haya elegido para partir el mismo día en que se fue Haya de la Torre. Este no es un acontecimiento casual sino también adhesión humana postrera inigualable.

Pepe Aguilar, probablemente no gozó de las oportunidades de la academia, de lo contrario hubiese sido un tribuno distinguido o un erudito de nombre resonante. Pero no, él con su vida nos demuestra que aprendió de Víctor Raúl la moral elemental para conquistar el corazón del pueblo que lo admira y lo acompaña con sinceridad. El no es un político que oculta cuentas en un banco con nombre de un pariente lejano o una abuelita sospechosa. Tampoco es un mercader de tierras porque su conciencia lo hubiese acusado y no hubiese tenido esa sinceridad de saludar con las manos abiertas. No es rico, ni se ha enriquecido con el ejercicio de la función pública. El bien podría decirnos con nítido sentido del humor: mi única fortuna son una colección de juicios producto de la vindicta política y ese tesoro sin precio que es la confianza leal y generosa del pueblo. Ese pueblo lloroso que hoy nos conmueve con lecciones de solidaridad en la puerta de su casa.

Adhesión popular en el barrio norte, en el sur, en el oeste, en el barrio de San José o en el Bajo Piura. Adhesión unánime de todos los piuranos. Ahora entiendo mejor su delicadeza humana de dada navidad al filo de la madrugada recorrer las calles, de buena gana, en la noche buena para entregar panteones a los policías de servicio. O para llevar camisetas y balones de fútbol a los pandilleros olvidados de los que nadie se acuerda. Talante humano para escuchar y ayudar a resolver problemas con lo que tuviera en sus manos. Ahí están los Coliseos Deportivos a los que se sembró de dificultades para que abandonados y entregados a la rapiña no pudiesen funcionar. ¡Funcionan y se mantienen de pie!.

Pepe Aguilar, siente verdadero amor por los libros los que valora con un cariño incomparable. No sólo los comercializaba como ejercicio de trabajo honesto sino que los leía para recomendarlos en su conversación amena. Sólo a él, al frente del Municipio, se le ocurrió editar 20 libros para que los piuranos retomen los hilos de su identidad y sean mejores piuranos. Aún recuerdo una frase que siempre repite y que fue consignada en las carátulas de las ediciones de formato menor: “Haz con los libros los que las abejas hacen con las flores les sacan la miel pero no las destruyen”. Estos libros abrieron los ojos a muchos alcaldes que sentían temor apostar por la cultura. Se editaron libros en Sullana, Paita, Tambogrande, Vice y Sechura. Tengo el pleno convencimiento que un hombre que es amigo de los libros es una garantía de buen gobierno para su pueblo. No en vano se reunieron en Piura los bibliotecarios del mundo para conocer a este hombre que siembra la grandeza de su pueblo con alforjas llenas de libros.

Creo que hay una razón mayor en el liderazgo de Pepe Aguilar. Con él hay un cambio de rumbo en la clasista sociedad piurana. Como señala Miguel Gutiérrez, la sociedad piurana: “era una sociedad cerrada, estrictamente jerarquizada y estamental, en la cúspide de la cual se hallaba el sector de los grandes propietarios de haciendas que se consideraban a sí mismo “blancos”… El mito de lo piurano o lo que solía llamarse “piuranidad”, reflejaba en gran parte una autoconciencia sublimada de este sector privilegiado, lleno de orgullo y prejuicios raciales, de la sociedad piurana…” Con Pepe Aguilar se derribaron los mitos tan descascarados de pensar que un piurano hijo del pueblo pudiese llegar a la Alcaldía de Piura sin más fortuna que la adhesión del pueblo y un coraje extraordinario por el cambio.

José Aguilar marcó una sintonía perfecta con el pueblo. De su gobierno hay obra visible cuyos detractores se empecinan en ocultar. Pero hay obra invisible que vive en la memoria del pueblo que lo acompañó en el defensa del Canon Petrolero. Me consta que tuvo el coraje de enfrentarse a Fujimori que transformó la carita del chinito sonriente por la autoritaria del dictador. Lanzó un memorable spot que el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) analizó en detalle. La marcha desde Piura a Lima recorriendo pueblos con un reclamo a viva voz dejó una indeleble huella. Aún resuena su voz en el aula Sánchez Carrión del Congreso donde Torres Lara quedó impresionado por la vehemencia de unos alcaldes de todos los distritos del bajo Piura que en realidad no eran Alcaldes sino seguidores de Aguilar que no podían mostrar debilidad ante el Presidente del Congreso Carlos Torres y Torres Lara. Muchos alcaldes intimidados por el fujimorismo sólo aparecieron cuando la victoria fue públicamente declarada. Hubo otros que la historia rescatará en su memoria.

Esta jornada fue una gesta memorable a decir de Pedro Planas, el politólogo prematuramente desaparecido y de Manuel Dammert que lo acompañó en este momento de coraje. Confieso que no he visto persona tan preocupada por los problemas históricos de Piura y tan apasionada por sus problemas. De él tengo muy gratos recuerdos como cuando fue interceptado por avezados pistoleros en plena carretera Piura Chiclayo pero resultó indemne frente al ataque artero. En otra ocasión se emocionó hasta las lágrimas cuando fe testigo de la entrega de los restos de las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos a sus familiares en cajas de leche. ¿ Qué Perú es este en donde los Derechos Humanos son los menos humanos de los derechos?. En este ocasión lo acompañaba José Manuel uno de sus hijos.

Otra ocasión lo acompañé a Villa Mercedes, en Vitarte, en donde concurrimos con Jorge Idiáquez a una mañana y tarde familiar en la morada postrera de Haya. Ahí pude visitar la biblioteca en donde se conservan los libros y los papeles del maestro. Rincones insospechados que Pepe recorría de memoria. Idiáquez lo trataba con filial amistad. Aún recuerdo que Pepe me mostró la cama de Gonzáles Prada, entregada por su viuda a Víctor Raúl. Aquí tras las tertulias con el maestro mucha veces durmió Pepe y el propio Haya al verlo dormido lo cubrió con su abrigo. Esos privilegios irrepetibles tiene la historia. Nadie en el Perú los ha tenido. Descansar en el lecho de Gonzáles Prada que fue un incendiario de conciencias y cubierto con el abrigo de Haya, un hombre que lo dio todo por el Perú no sólo provoca una intensa emoción y admiración humana sino que acuna un memorable sueño de justicia por Piura y por el Perú.

A Pepe Aguilar reitero mi admiración y gratitud profunda, que también es la gratitud de los piuranos. No podría olvidar que con cariño le decimos: Loro. Y por eso con versos del poeta Manuel Ibáñez Rosazza decirle: “Aquí están los pajaritos/ de esta tierra tan querida/ cada uno con su nombre/ cada uno con su vida”. Aquí estamos en este último adiós José Aguilar.