sábado, 30 de agosto de 2008

LOS 31 DE OSCAR AQUINO


Por: Miguel Godos Curay
Escuela de Comunicación Social de la
Universidad Nacional de Piura


Oscar Aquino es un derroche de inteligencia y bonhomía. Tiene la virtud de despertar en sus alumnos una curiosidad inagotable y amor por la belleza. Este es uno de los privilegios de su aula de arte en el Colegio San Miguel donde cada tarde se le encuentra, cara a cara, con estudiantes procedentes de varios sectores populosos de Piura a quienes enseña a transformar lo que no sirve en objetos útiles y valiosos. Alambrones, cajitas de fósforos, etiquetas, papel, témperas, vidrios, y todo aquello que usualmente forma parte de lo que no sirve en manos de estudiantes creativos, inducidos por el maestro, cobran vida maravillosamente. En las escuelas públicas, en las que todo falta, Aquino es un desafío. Los estudiantes lo admiran y él se admira de los nuevos talentos que encuentra en esa tarea cotidiana.

Hoy justamente Oscar cumple 31 años de vida entregados al arte. Este itinerario no es nada fácil cuando los obstáculos están a la vuelta de la esquina y cuando los reconocimientos son menos y las maledicencias abundantes. El es un valor de Catacaos y es un verdadero símbolo para los artesanos que aprecian su esfuerzo y apoyo en la tarea de formalización. El trabajo artesanal es un valor inapreciable de Catacaos, según Aquino, por eso es que mantiene una apasionada obstinación para que la vieja tradición no se pierda. Ahí nace su fidelidad al gremio. Catacaos brilla por el esfuerzo de sus artistas populares. Oscar está convencido que donde haya un maestro alfar, santero, o una tejedora de sombreros sobrevive la noble y vieja tradición.

Aquino, sigue trabajando en su taller del jirón Arequipa sin perder su sentido del humor. Este año su trabajos recorrieron Chiclayo, Trujillo y Lima en donde hubieron muestras itinerantes. Sus obras, sin embargo, siguen dando la vuelta al mundo. Afuera es mucho más conocido que aquí por aquello de que nadie es profeta en su tierra. Estos 31 años de trabajo continuado la han permitido mirar el camino recorrido. La producción es copiosa pero Aquino permanece inalterable por los atributos de la sencillez que le es propia. Una amplia sonrisa y una proverbial humildad son parte de su manera de ser. Incluso cuando las preocupaciones le asaltan no pierde su sentido personal del trabajo bien hecho.

En su taller del jirón Arequipa no faltan los turistas nacionales y extranjeros. Las sorpresivas visitas de admiradores que recorren enormes distancias para conocer sus esculturas y llevarlas como expresión de un arte vivo y universalmente generoso. Quienes esperan encontrar en él las veleidades de una modernidad efímera pierden tiempo. Aquino, tiene dominio de las técnicas y mantiene una admirable lealtad por lo tradicional y propio. Incursiona en el arte simbólico y meditativo pero sin abandonar la vieja tradición que aprendió de sus padres.

Como sostiene Jacques Lacán al referirse al pensamiento humano. En él se confunden lo real, lo imaginario y lo simbólico. Aquino parte de lo real. Lo que contempla todos los días que es como la inasible experiencia de lo vivido. Con esa sustancia de recuerdos aborda lo imaginario como una construcción que existe en la mente que se crea y recrea continuamente. De la imaginación creadora surgen las formas y las sutilezas creativas que transforman las maderas en objetos estéticamente bellos. Lo simbólico se revela en verdaderas abstracciones que resumen la realidad de un modo sutil. Aquí se desborda la libertad creativa. Se trata de un territorio de audacias creativas sorprendentes. Aquí se nos muestra el artista en la plenitud de su genio creador. Lo que no significa que no sea fiel a lo tradición y a los orígenes. Es su propia capacidad creativa la que bulle con una intensa pasión desde que abriera sus ojos y sus manos al arte hace 31 años.

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