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| Horacio Cueva Baca, autor de Cuentos Piuranos. Esta presente en las ferias del libro | 
Por: Miguel Godos Curay
Horacio Cueva Baca añade a su
producción narrativa “Cuentos Piuranos” que se suman a “El perfil oculto de un
ángel” (2010), “La guerra del fin año 2666”, “Vidas robadas” (2013), “Quimeras
políticas” y “Violación” 2019. En plena pandemia sacó a la luz “Susurros
indiscretos en el tiempo del Coronavirus” (2020) novela escrita en el encierro
obligatorio y la angustia en carne viva que se expandió a nivel mundial. Para
los lectores es ya un escritor conocido en las ferias del libro que pueblan
parques y plazas. El está ahí presente. 
En todas estas historias brota lo que
Borges y Bioy Casares denominan  el
tragicum principium et comicum finem , las peripecias arriesgadas y un
desenlace en apariencia feliz que utilizaron para dar vida al guion de “El
paraíso de los creyentes”. Piura, en buena cuenta, es el paraíso de los
creyentes. Aquí habitan los aparecidos, historias repetidas de boca a oreja de
tragedias con desenlaces inesperados. Rincones donde se incuba el miedo y la
desesperación. Territorio poblado por chununos y chununas  (duendes)  que aparecen en rincones inhóspitos y tientan
a las buenas mozas con sus silbidos. El antídoto eficaz -recomendado por las
abuelas- es la inmundicia arrojada al perturbador con su encanto misterioso e
inefable.
Igual sucede con los atributos mágicos
del Cerro Pilan territorio estudiado por Anne Marie Hocquenghem con el hallazgo
de precolombinos canales de riego sin el misterio fabulador creado por
salteadores y abigeos. Ninguna de las expediciones esotéricas dio cuenta de un resultado.
El cuento prosigue y se repite de boca oreja por furtivos buscadores de
misterios y fabuladores ingenuos. La historia es un muñeco de paja sostenida
por creyentes. 
Los misterios abundan en Piura. Aquí
el mismo diablo en corcel, aparecía por las estribaciones de los cerros de la
Silla de Paita en donde hoy se extrae andalucita, un mineral y silicato
refractario empleado en la fabricación de hornos de altas temperaturas. En
Piura, el rincón favorito de don Sata era el jirón Torata. En donde los vecinos
se santiguan tres veces. Hoy -según me advierten- muerde presupuestos en los
municipios, universidades y el gobierno regional.
En Paita tan lleno de apariciones con
la expansión de la luz eléctrica y los postes con diodos emisores de luz o
luces Led   desparecieron casi todas. Desde “el mondongo”,
“el pato” y “la cocha” que recorrían los callejones del puerto. Mi padre que
enfilaba a su trabajo en la madrugada. Arrojaba un hato de aromáticas
margaritas al mar. Hoy ha prosperado la brujería amatoria y propiciadora de
riqueza en el reino de los pobres. Las “mesas”  y “amarres” son el negocio de farsantes que empapelan
postes, paraderos y hasta los accesos a la universidad. Es la publicidad
venenosa en el país de los cojudos. 
Todavía existe el sortilegio amatorio
de las fotografías y el agua de calzón para capturar de por vida a la persona
amada y deseada. El agua de calzón rojo sotierra la voluntad. El de calzón
negro anula a la competencia. Otras veces colocan fotografías de las rivales en
tumbas de los cementerios. La gente se sublima con sus atormentadas pasiones. En
Piura no hay casa que no tenga colgada, tras la puerta, una tijera de acero
Solingen y su sábila con cinta roja para la envidia junto a la infaltable crucecita
de palma de cuaresma. Se sahúma la casa con incienso o palo santo cuando se
siente pesada cada viernes. Aunque para disimular es para correr a los
zancudos. No falta en cada hogar un botellón de agua bendita que se esparce en
cada rincón de la casa. Mi abuela daba agua bendita a su lora para que no diga
malas palabras.
Piura, es el paraíso de los creyentes
en el que Horacio Cueva Baca con el auspicio editorial de Librería Luján nos
entrega una impecable edición ilustrada de Cuentos Piuranos (2024) como señala
el editor textos en donde se resaltan las costumbres y la idiosincrasia del
piurano. Este cuarto libro reúne tres historias: “El enigma de la niña de la
chompa negra”, “La casa embrujada del malecón” y “El encanto de Juancho”
escrita por Roberto Cueva Baca, hermano del autor. Los dos primeros relatos
tienen como escenario la prodigiosa sierra piurana y el último las cuatro
esquinas de Piura con sus misterios y fantasmagorías. Como señala su autor su
propósito es deslumbrar con relatos de terror, magia y ficción.
El primer relato es una historia de
camioneros que penetran por caminos culebreros poblados de niebla. Con la
llovizna en la cara y el frío de la noche Mateo Aldana, el conductor del
camión, se adentra por este territorio escarpado la noche del Día
Difuntos.  Es en este trance misterioso,
la aparición de una niña bañada de juventud envuelta en plena noche fría en una
chompa negra. La niña subió al camión y en la conversa del camino dijo llamarse
Juanita  y solamente tener 16 años. El
camión   avanzaba con destino a Vista
Florida un poblado cerca de Carrasquillo y Chulucanas. 
En pleno trecho la niña señaló su casa
y desapareció tras detenerse la lluvia. El amanecer lleno de luz era apoteósico
pues en el día de difuntos todos concurren a los cementerios poblados de
vendedores de roscas de muerto y angelitos. Aldana, conduce el timón con
apremio y descubre furtivamente que Juanita había dejado, por olvido, su chompa
negra. La que se le ocurrió devolver. En efecto, ubicó a la madre de Juanita.
El estupor se apoderó de él cuando le dijeron que Juanita había fallecido hace
tiempo.   Las aventuras de Aldana se
completan con las de sus compañeros Juancho Corrales y Anastasio Julca que en
la ocasión disfrutan de un buen aguardiente servido por el Teniente Gobernador,
autoridad del pueblo. El relato se completa con el memorial inaudito de la niña
de la chompa negra. 
Recuerdo que hace una década retornaba
con mis hijos a casa y en pleno trecho frente al Cementerio Metropolitano
observamos una novia postrada en la puerta. El novio la contemplaba desde un
rincón. Por supuesto, por mi curiosidad de reportero, pedí regresar para darme
cuenta de la escena. Los pasajeros, presas de miedo, se opusieron con la
firmeza de no querer contemplar una escena del más allá. En realidad, nuestro
mayor temor son los vivos, los que roban lo que consideran tiene valor.
Detestan los libros y los papeles. Un maletín que portaba lleno de exámenes me
fue arrebatado pero lo arrojaron sin miramientos.   
La casa Embrujada, existe en el
imaginario popular -en Sullana- su balconería permitía contemplar las aguas
cananeas del Chira.  Ahí se comía
opíparamente piqueos de carne y pescado, pródigos cebiches y se bebía cerveza
helada. La súbita aparición del cólera estacionó el prodigio de la economía placentera
y de pronto se dejó de saborear el pez extraído en las bahías de Paita, Sechura
y Máncora. Los hospitales funcionaban con los pasillos atiborrados de
centenares de pacientes sacudidos por los calambres y evacuaciones
incontenibles. Un mal de la edad media sacudió los cimientos del norte del
Perú. 
En este escenario se viven inesperados
acontecimientos. Los televisores cambian súbitamente de canal. Los personajes
son actores del desafío, arma en mano, para jugar a la ruleta rusa con un
desenlace sorprendente. Líneas posteriores se registra el idilio sin “cuota
inicial” porque un imprevisto embarazo puede sucumbir con una fuga de tondero
con resbalosa incluida. Todo acontece en el mundo de las penas y aparecidos en
la misteriosa casa del malecón.
El último relato presenta una ficción
abominable. En donde el protagonista combate cuerpo a cuerpo, con el minchulay.
El mismo diablo que aterroriza con su presencia. Sostiene la creencia popular
andina que el minchulay emerge del incesto y de las malas acciones. Durante las
noches se oculta entre los higuerones en donde los pobladores temen mear. Cada
cerro, cada piedra en la sierra tiene vida propia. Las simoras en las huertas
“jacan” con sus poderes mágicos a los inadvertidos y curiosos. 
Los Cuentos Piuranos son propicios para los lectores en busca de misterios que aún se mantienen en hogaño. Los relatos son amenos y en lenguaje sencillo para jóvenes lectores o para los audaces que vislumbran el más allá de los misterios desde el más acá a la vuelta de la esquina. Su autor Horacio Cueva Baca vecino de Pueblo Nuevo de Colán (Paita) tiene mucho que escribir en el paraíso de los creyentes que es esta Piura de suelos removidos por la reconstrucción.
 
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