Por: Miguel Godos Curay
Antonio Ricardo, el impresor turinés,
trajo la imprenta de México a Lima en
1581. Con el apoyo de los jesuitas la instaló en el Colegio de San Pablo. Sin
embargo, no pudo operar por no contar con la licencia real. La Audiencia de
Lima le otorgó la licencia el 13 de febrero de 1584. El primer impreso fue la
Pragmática de los Diez Días del Año que disponía la adopción del calendario
gregoriano. Francisco Antonio Evaristo Cabello y Mesa que firmaba con él
seudónimo de Jaime Bausate y Mesa llegó a Lima en 1789 y se dedicó a tramitar
la licencia de lo que llamó “Diario Curioso, Erudito, Económico y Comercial” el
que apareció el 1º de octubre de 1790. Por Decreto Supremo N.º 2521 de 1953 se
declaró esta fecha como Día del Periodista Peruano. El despotismo ilustrado
inaugurado por Carlos III favoreció la publicación que esperaba despertar en
los limeños el hábito de la lectura.
Dos siglos después la prensa peruana
enfrenta el severo impacto de las redes sociales y la severa crisis de la
prensa impresa por la caída del mercado publicitario. Los anunciadores en lugar
de pagar por centímetros columna y spots de treinta segundos prefieren poblar
de anuncios las redes sociales sin necesidad de facturación declarada y con
descarada elusión fiscal que evade la Sunat. Se usa y se abusa de las redes
sociales vaciando los bolsillos de perentorios candidatos y se ofertan
eventuales productos que acaban como estafas.
Los tirajes de los diarios están en el
suelo. Tras la desaparición de El Tiempo 108 años después de su aparición.
Ahora aparece como semanario dominical con tiraje escaso. La Hora languidece.
Como indicaron trabajadores liquidados forzosamente se vendió hasta la
artesanía Chulucanas de su decoración
regional. Hoy se remate el local del jirón Ayacucho. Correo el matutino de la
sucesión Banchero-Agois fue comprada por
el grupo El Comerio. De las redacciones regionales no queda nada. El diario
vende diariamente según los distribuidores agónicos tirajes de menos de 300
ejemplares. Según los canillitas se entera de las noticias por el celular.
Las noticias de las redes sociales
acusan una deplorable sintaxis, faltas de ortografía y deplorable redacción. La
manipulación, el chantaje, la indiscreta vinculación con los gobiernos locales
y regional lo convierte en lo peor del ejercicio del periodismo. Oficinas de
imagen sobrepobladas y la irrupción de sospechosas modelos y bailarinas de
cumbia para dar cuenta maquilladas de obras inconclusas no son evidencia de
buen periodismo. Se informa mal, el cebo para atraer a esas pandillas de seudo
periodistas vinculadas a instituciones no gremiales avergüenza a los
periodistas colegiados. La persistente diferencia entre “periodistas” y
“comunicadores” profundiza marcadas diferencias. Contados con las manos son los
pertenecientes a redacciones.
Hoy la mayor parte de comunicadores
han recibido formación de periodistas teóricos que nunca han pisado una
redacción. Tampoco tienen producción periodística visibles. Son incapaces de
sostener una entrevista. Tampoco leen y no escriben sino para llenar su recibo
engorda bolsillo en dependencias públicas. Los periodistas liquidados en los
medios locales, algunos muy experimentados editores, se han convertido en
burócratas del gobierno regional y gobiernos locales. No hay más.
Otros son los consagrados a la
producción audiovisual. Algunos con éxito otros se dedican al diseño gráfico y
producción editorial. Pese a que existen nuevas oportunidades laborales en
comunicación en salud distante de las lubricadas relaciones públicas, las
relaciones comunitarias para el fomento de la inversión, educación tributaria y
promoción y divulgación cultural. Las dependencias públicas están pobladas de legiones políticas partidarias que acaban
sobre poblando oficinas y pese a su inutilidad radical no pueden ser
despedidos. Actualmente existen acreditadas ante Sunedu 45 Facultades y
Escuelas de Comunicación Social y Periodismo en universidades públicas y
privadas que contrastan con la cantidad de comunicadores titulados y
periodistas sin empleo. Como señalan los currículos de los docentes pocos son
los que tienen experiencia en el ejercicio de la profesión o desempeño en algún
medio. Tampoco escriben o investigan. Muchos enseñan lo que nunca ejercitaron
profesionalmente.
Otros complementan sus estudios con
una nueva licenciatura en Derecho, Educación, Turismo y Archivología. La crisis de la prensa deja sin espacio
laboral a los comunicadores con una sólida formación académica y humanística.
Las dependencias de Relaciones Públicas e Imagen Corporativa prefieren
contratar a diseñadores gráficos para reducir sus costos. Pocos recurren a los
profesionales idóneos que ponderan el ejercicio profesional ético y
responsable. Muchos prefieren a populares youtubers mediocres y escasos de
cultura. O políticos incondicionales que participaron en la campaña.
El propio Congreso de la República no
cuenta con periodistas y comunicadores experimentados. La mayoría de ellos son
improvisados estudiantes de derecho con poco conocimiento del idioma. Los
resultados saltan a la vista. Los más son expertos en el “copia y pega” en la
reproducción incontable número de veces de notas de prensa de archivo. Otros se
dedican a adquirir boletas para las liquidaciones de gastos de los congresales.
El panorama es desolador. Otros se apoltronan por sus vínculos políticos.
Los diarios en pie se cuentan con los
dedos. Ya no existen los reportajes, las entrevistas reveladoras, el ejercicio
activo del periodismo de opinión en la publicación de artículos. Preocupantes
son las amenazas del Ejecutivo a la prensa libre. No se descarta la
interceptación de comunicaciones de periodistas y reporteros. A ello se suman muchas
notas elaboradas con auxilio de la IA sin pies ni cabeza. Otras
descontextualizadas, y algunas sorprendentes por la hiper perfección de las
frases utilizadas. El periodismo de investigación no existe. Y la mayor parte
de los periodistas reconocidos por sus investigaciones sucumbieron a la
corrupción fomentada por Ongs internacionales vinculadas a la gran corrupción
de empresas del sector construcción que medran millonariamente de algunos
estados.
Como advierte Otto Morales Benites,
periodista y político colombiano, el código moral la guía insoslayable de los
periodistas que pretenden influencia pública y tan aplicable para el hombre que
gobierna y legisla o hace cumplir la ley, como en el que se entretiene en
negocios particulares se ha abandonado. Ya no existen estos parámetros de rigor
de la prensa libre y eso representa un derrumbamiento colectivo. El periodista
ético y responsable fue siempre el paradigma cívico, el espejo en el cual se
miran los ciudadanos en una especie de pedagogía comunitaria. Hoy se ha
pervertido esta misión a tal extremo que los improvisados repiten: “¿Para qué
sirve la ética? A mí me interesa el billete en el bolsillo” responden muchos. Es así como se construyen hoy modelos de
éxito con soportes de barro.
La ética busca el bien moral. Todos
tenemos un conocimiento espontáneo del bien y podemos vincularlo con valores
como la justicia, la verdad y la honestidad. El bien común en su sentido pleno
es el bien que todos queremos en la escuela, la universidad y la propia
sociedad. Por extensión en la conducción del Estado. El bien moral se subordina
a la recta razón. El mal es la carencia de bien. O la privación de una
perfección debida. En el ejercicio de su profesión el periodista en cada
momento de su actividad profesional se confronta con hechos verificados los
comprende, los analiza reflexivamente para decidir libremente los que debe
comunicar públicamente ponderando las consecuencias.
Por eso, la conciencia confronta la
obligación con la inexcusable omisión tendenciosa. Es posible enfrentar
conflictos éticos. La deontología periodística es por ello el ejercicio de la
moralidad, el honor, la honestidad, el deber y la obligación de la conciencia
en el ejercicio de la profesión. No tienen ética los amorales que viven
subordinados a la ley de la jungla, los inmorales, los deliberadamente
transgresores de la moral.
Reiteradamente, repetimos, entre los futuros comunicadores que el ejercicio de esta profesión es una mezcla de pasión, ilusión, estremecimiento y entusiasmo por comunicar la verdad con entusiasmo y optimismo. Pocas veces se entiende que los medios pueden ser expresión de la intolerancia y la vulgaridad. Informar y formar, educar y entretener son tareas de responsabilidad. Decía Montaigne, refiriéndose al periodismo, las palabras pertenecen la mitad al que habla y la otra mitad al que las escucha. Definitivamente los medios no son escuelas, ni los oyentes y lectores, alumnos. Nuestra misión es despertar la curiosidad y recoger la diversidad de las opiniones. Para ello es imprescindible la libertad. Sin la libertad de prensa y expresión los medios se asfixian. El periodismo es y será siempre decencia y docencia. Verdad y honestidad.
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