Por: Miguel Godos Curay
¡Señor Cautivo, Bendito Cristo del pueblo!
Peregrinos fatigados en todos los caminos
imploramos tu bendición desde muy lejos.
Por las cordilleras escarpadas, caminando
y desfalleciendo la lluvia, el frío y la noche,
todo por ti y para ti nuestro último aliento.
Cautivo de Ayabaca, Cristo del sufrimiento
acoge nuestros ruegos, lamentos del silencio,
madres agradecidas te ofrendan a sus hijos
los pobres comparten su austero alimento
tortillas y tamales, carne y pescado fresco.
poco a poco se disipan con amor las fatigas
peregrinos surcan los caminos y los vientos.
Absortos, los abuelos, cuentan tu historia
angelicales talladores venidos desde Quito
pidieron un rincón para el taller artesanal
agua y recado austero, para poder trabajar.
Puntual la comida, tortillas de maíz y trigo
agua fresca de cántaro para la sed abreviar
la comida junto al poyo cerca a la puerta
golpe a golpe, la gubia y el cincel en mano,
dando forma divina a las fibras de la corteza
en el silencio de la noche surgió tu rostro
tus párpados amoratados, labios marchitos,
las sienes lastimadas por corona de espinas
Tus ojos ay lastimeros taladran el corazón.
Tus manos abiertas, heridas por los azotes
surcadas de llagas y costras las espaldas
los hombros en carne viva Cristo del dolor
perdona señor los agravios y ofensas a Dios.
El ángel de la pasión limpia la herida frente
Tu pueblo adolorido te sigue acompañando
hace siglos el tradicional rito de procesión.
El shulay de la mañana refresca el amanecer
penitentes de rodillas invocan tu bendición.
Padre Nuestro Cautivo del dolor intenso.
aquí estás junto a este tu pueblo contrito
ríos de sangre recorren costradas tus sienes
Para tu sed las
orquídeas mojan tus labios
como luciérnagas los cirios iluminan tu camino
no descansa en su trayecto el Cristo peregrino
el Cristo del pueblo andino redimido en la cruz.
La noche cubre con su poncho oscuro el cielo
Oraciones brotan de los humildes labios serenos
Taitito Cautivo tu silueta en el cerro Campanario
protege tutelar este rincón bendito de Ayabaca.
Los gallos cantan para iniciar el día y la jornada
la oración en los hogares se eleva a tu morada
¡Padre nuestro que nos das el aire, la semilla
para fecundar los suelos protégenos Señor
de la extracción mineral que destruye pueblos.
Cuida a los niños pobres privados de deseos,
Escucha los ruegos de las madres en sus desvelos,
La tristeza y la soledad de los tristes abuelos
No desatiendas clamores de todos los enfermos
protege los hospitales donde convalecen silencios
ahí donde invocan tu nombre no faltes Nazareno.
Contemplamos tu faz Señor, tu rostro lacerado
debe dolerte mucho el corazón, lo dice Vallejo,
tus labios tumefactos, tus ojos entreabiertos
y adoloridos, escucha Cristo la humilde oración
por los niños, por las madres, por los viejos,
por los que sufren en su lecho el duro dolor.
Tú eres la viva fe de un pueblo, su liberación
del pecado ominoso, del abuso y la traición.
De los que invocan tu nombre ante la muerte
los sintiendo el hambre, comparten con el pobre,
los que en la altura miran con asombro el cielo
para invocar tu nombre Padre Cautivo nuestro.
Señor tus habitas en los altares pueblerinos,
decorados con papelillos de cometa de colores
con diamelas, margaritas, rosas y claveles
ahí están en cada hogar tus coloridas estampas
hábitos morados y vinchas de tus leales devotos.
Devoción de mis mayores, perdón y penitencia
Jesús de Nazaret, tu eres Cristo Señor, el ungido
Tu eres el verbo, el hijo de Dios hecho hombre,
sustancia teológica de nuestro creer y confiar en
la salvación de los creyentes fieles a tu palabra
tu eres la esperanza en el poder de tu justicia divina
ahí están tus hijos que ofrendan lo poco que tienen
y entregan su vida por los que más te aman.
Tras tu presencia la diligente mirada de María
fiel la que ha creído, fiel a los designios de Dios.
Juan tu apóstol metafísico, el buen discípulo amado
Repite a viva voz: “Cordero de Dios que quita
los pecados del mundo”, mientras el Señor pasa.
Maestro de los maestros tu voz es autoridad
predicas a los cautivos, esperanza de oprimidos,
fuego ardiente contra los vanos y presumidos,
Eres como el mordisco de la áspid, penetras el
corazón con tus palabras, tus ojos lo ven todo
tu mirada lee todo lo que habita en el corazón.
Señor Cautivo, bendito Cristo del pueblo
Imploramos tu bendición desde lejos.
Los enfermos y convalecientes tu salud esperan
Tú curas nuestras enfermedades y males, curas
nuestras dolencias y heridas, dice el profeta Isaías.
Como a la casa de Zaqueo, ven a nuestra morada
tus manos sostienen el cáliz de la tu dura pasión
el mar de tormento y dolor que haz de cruzar
por conquistar para los tuyos promesa de salvación
Tú eres Cristo,
luz de los ciegos, agua para la sed
pan para los hambrientos, tu eres divino maestro
el perdón, el amor, la grandeza de Dios eterno.
Dejad que los niños se acerquen a ti, de ellos es
el reino de los cielos, bendice las pobres escuelas
sigan los maestros tu lección de entrega, tu ejemplo
enseñen tu palabra
de paz a todos los alumnos
abre nuestros corazones ilumina las mentes.
Líbranos de la arrogancia y del vil embrutecer
de la deshonestidad y los extravíos imprudentes
no tiene buen corazón el que finge bien hacer.
El que el al pobre oprime inescrupuloso proceder,
nuestra fe es la victoria que ha vencido al mundo
Tu misericordia Señor, inunde nuestras conciencias
sea tu amor de Dios nuestra legítima recompensa.
Haznos fuertes frente a los corruptos y usurpadores,
los sin verdad, los ladrones, procaces festinadores.
Señor Cautivo, bendito Cristo del pueblo
Imploramos tu bendición desde lejos.
Tu potente voz de trueno estremece la montaña,
Vive el evangelio que de tu vida da patente cuenta
Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de justicia porque ellos serán por Dios saciados.
Grande eres Señor que ocultaste la verdad a los
sabios y prudentes y la revelaste a los pequeños,
Líbranos Señor de la torva ceguera de la mirada,
de la frialdad artera del que no tiene corazón.
Son claras tus palabras:
el que a mí me recibe,
recibe con toda su alma al Padre que me envía,
por eso desciende en nosotros el Espíritu Santo
Señor tu resucitaste al amigo Lázaro de Betania
Enciende la lámpara del amor en nuestra alma,
Ingresa y bendice cada hogar de este pueblo
Señor Cautivo, bendito Cristo del pueblo
Imploramos tu bendición desde lejos.
Ven Señor tu eres nuestra fuerza y fortaleza
en la lucha contra el mal, contra el vil abuso
y el desprecio al pobre como vil y torpe recurso.
Escucha nuestra oración un pueblo te invoca
Bendice en la mesa cada pan y cada sopa
que nutre con alegría a los que te invocan.
Padre nuestro que habitas entre nosotros
protégenos de todo mal ahora y siempre.
Ayabaca, Octubre del 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario