lunes, 26 de noviembre de 2007

ENTRE LA TEMPESTAD Y UNA LIRA



Por. Miguel Godos Curay


Soy de los que disfrutan de las trajinadas y apacibles noches piuranas en el Ovalo Grau. El otro día quedé sorprendido con la amena lectura de la novela de Haruki Murakami “Kafka en la orilla” (Kyoto 1949) que realizaba un eventual lector de zapatillas azules sentado a un extremo de la banca. No era un joven universitario ni uno de esos estudiantes ávidos de resúmenes para sacarle la vuela al plan lector. Era un viejo ávido que leía sin empacho e indiferente al mortificante claxón de los ticos.

Otra pregunta que me hice fue la siguiente: ¿Que hace Murakami en Piura? Murakami es un mago verbal que explora el universo entre los anuncios publicitarios. Murakami es un arquitecto de la palabra. Un diseñador verbal de cada uno de sus relatos. “Kafka en la orilla” reúne dos historias la de Kafka un quinceañero que huye de su casa y se refugia en una de las islas mas alejadas de la capital. Aquí conoce a Oshima, el bibliotecario, un hombre que vive en el cuerpo de una mujer. Ante la presencia de la policía que lo busca Kafka huye a las montañas. Estando como huésped de la biblioteca Kafka se enamora de la señora Saeki que en sus remotos antecedentes, tiene el de haberse hechoc rica y famosa interpretando la canción “Kafka en la orilla”.

La otra historia refiere un acontecimiento que se produce durante la segunda guerra mundial. Un grupo estudiantes que se encontraba de paseo con su maestra sufre una intempestivo desmayo colectivo. La causa probable: una bomba, un hipnotismo colectivo a o la ingesta de champiñones venenosos. Nataka, uno de los niños que demoró en despertar después del desmayo descubre que tras este pasaje ha perdido la memoria pero en cambio ha adquirido el don de hablar con los gatos. Este personaje finalmente hará el mismo recorrido que Kafka pero tras acabar con la vida de un “matagatos” pierde esa capacidad. En cambio adquiere una nueva virtud que le permite provocar lluvias de peces. El relato es alucinante y divertido.

La lectura no es un menester fácil porque requiere una práctica continuada y libros. Quien aprende a leer pero no expande esta destreza humana la pierde inevitablemente. Esta es la tragedia de los analfabetos funcionales tan abundantes en estos tiempos. Leer no es una gimnasia visual o labial sino un esfuerzo de comprensión cerebral penetrante, una experiencia humana que da vida al libro.

Vargas Vila se interrogaba: “¿Qué es un libro? un libro, es : Todo ;puede ser la Verdad, ser la Mentira, ser una Tempestad, ser una Lira, tener alma de luz, o alma de lodo, un libro, puede ser lo mismo; un pedazo del Sol o un jirón del Abismo; un libro es como un Universo; ya sea en prosa o en verso; que esté escrito, todo el Infinito en sus páginas cabe, un libro, puede parecerse a un ave; puede ser, armonioso como un jilguero, y feroz como un buitre carnicero; pájaro extraño, pájaro huraño, como el cuervo de Minerva, puede ser una ave de Ciencia y de Meditación; o como el cisne de Leda, puede ser una ave de Voluptuosidad y de Pasión; puede ser como un canario amoroso y dolorido….”

Un niño no disfruta de la lectura si sus padres y sus maestros no le enseñan con el ejemplo de su deleite personal e interior. Un libro puede parecerte pesado y largo porque tu amor por la lectura es corto. Un libro es una grata compañía y el que lo tiene nunca se siente sólo. Un libro es la decorosa artillería con la que se hace indestructible la inteligencia de un maestro. Un libro puede transformar la vida de un hombre e incendiar su pasión por lo infinito. Como dice el poeta: “… es el pendón de la Victoria sobre el muro de la indiferencia derruido; el pendón vencedor de la Envida y del Olvido…”. El libro es como el oxígeno vital para el cerebro un elixir para despertar a las neuronas perezosas en los dos hemisferios. El intuitivo y el de la representación mental en donde se hacen inolvidables los recuerdos. Que Murakami sea leído en Piura es una experiencia tan deliciosa como contemplar la muda belleza del cielo de Piura, al caer la tarde, en el Ovalo Grau.

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