sábado, 4 de agosto de 2012


MARILYN DE AGOSTO, MARILYN DE HUMAREDA
Por: Miguel Godos Curay
Marilyn Monroe
Si Marilyn Monroe viviera hoy  sería una apoltronada abuela de 86 años. Su imagen reproducida  en millones de calendarios la convirtieron en el símbolo de la belleza femenina de los años cincuenta. La rubia americana de un atractivo exagerado y pose extravagante es toda una leyenda. Una fotografía de Marilyn acompaña en su muda estancia sobre el sofá destartalado  al pintor Víctor Humareda incondicional admirador de la rubia. Para el artista Marilyn era una extraña mezcla de inocencia y pecado. De tentación  y natural voluptuosidad.

Marilyn es el nombre con el que se lanzó al estrellato. Su nombre original fue Norma Jean Mortenson y era hija de Gladys Monroe Baker, una montajista de películas de Hollywood y de su segundo marido Edward Mortenson quien  se hizo humo poco después de que ella naciera. La amiga de su madre  Grace Godard  la acogió desde  los once años hasta  los dieciséis  en que se casó con Jim Dougherty un recio obrero que le brindó protección.  Unas fotos que le hicieron cuando trabajaba para la industria bélica la convirtieron  en una modelo popular por sus naturales encantos.  En 1946,  consiguió un contrato con la Century Fox  fue en este momento en el que decoloraron su cabello y la bautizaron como Marilyn Monroe. El mito adquirió forma. La rubia de labios carnosos se convirtió en todo un símbolo de una  época.

Una existencia desenfrenada  en la busca de la fama la llevó a una vida escandalosa. Alguna vez escribió que le apetecería acostarse con el físico Albert Einstein. Tras una fulgurante carrera cinematográfica en 1954 se casó con  Joe DiMaggio el legendario astro del béisbol. A Di Maggioo no agradó en  ningún momento  que su esposa exhibiera en público sus encantos. La diferencia de temperamentos llevó a Marilyn a un nuevo casamiento con el escritor Arthur Miller. Con Miller la cosa no fue mejor. Marilyn  inició una cuesta abajo consumida por la depresión y su obsesión física de “sentirse rubia por todas partes”. En alguna ocasión exagerando decoloraciones y afeites  se provocó mortificantes lesiones.

Durante esta etapa empezó a consumir barbitúricos para conciliar el sueño. En varias ocasiones Miller la condujo de emergencia al hospital para salvarla de las sobredosis accidentales de barbitúricos. En 1960 los Miller se divorciaron. Posteriormente emprendió una serie de aventuras con Yves Montand y Frank Sinatra quien  la presentó a John Kennedy. Sobre este capítulo de su vida se ha escrito y especulado mucho. Lo cierto es que en 1962 escribió a su  amigo Bob Slatzer: “¿Me imaginas en el papel de  primera dama?”. Marilyn frecuentaba  secretamente al presidente y en algunas ocasiones fue la pasajera incógnita del avión presidencial.  

Con motivo de la celebración de los 45 años de Kennedy.  Marilyn se llevó todos los aplausos y sorprendió al propio Presidente  cantando  Cumpleaños Feliz.  El gestó dejó más que preocupado a un Kennedy temeroso de los escándalos. El presidente se sentía incómodo por sus repentinas llamadas  al extremo que se tornó incontrolable. Robert Kennedy, su hermano, intervino para apaciguar los ímpetus de la rubia sin éxito. Por aquellos días nuevamente el fantasma de la depresión hizo estragos en su vida. En esta ocasión le causaba  estupor envejecer y tal era la dimensión de sus temores que recurría diariamente a sesiones siquiátricas. El sólo imaginar que la juventud se tornaba inasible a la vuelta de la esquina le provocaba extraños temores.

El cinco de agosto de 1962 fue encontrada muerta en su habitación. A las diez y media de la mañana, el cuerpo  más publicitado de la tierra, yacía, cubierto con una sábana de plástico en el tanatorio del palacio de Justicia. El cuerpo que había adornado tantas paredes era cortado por el escalpelo del cirujano. El doctor Noguchi no encontró mayor evidencia física. Limitándose a señalar  que el toxicólogo podría descubrir reveladores hallazgos. En el hígado, en efecto se encontraron 13 miligramos de penobarbital y 8 miligramos de clorhidrato en la sangre. Sedantes que se encontraron en su habitación. Según los expertos Marilyn se había suministrado una dosis veinte veces mayor que la prescrita por los facultativos.

Marilyn recomendó,en vida, a su amigo y maquillador Whitey Snyder que se hiciera cargo de maquillarle en el momento preciso de su muerte “mientras aún estuviera el cuerpo caliente”. Snyder, dos días después de su muerte concurrió a la funeraria de Westwood Memorial Park para cumplir con el encargo.  El cuerpo de la actriz estaba hecho una ruina y su trabajo ahora era el de devolverle su sublimado atractivo. Tras la necropsia  el cuerpo había perdido todo su encanto y fue necesario  recurrir a unos cojines  y bolsas de plástico para devolverle  el donoso seno. Finalmente se le vistió con  uno de sus trajes favoritos color verde. Estaba resplandeciente como en sus mejores momentos. Marilyn sentía vivo temor de ser enterrada. Por este motivo Di Maggio compró un nicho y un ataúd de bronce en el que finalmente fue sepultada. Al funeral sólo fueron invitadas 24 personas. Al día siguiente la gente se había arremolinado a la espera del último adiós del féretro camino al Mausoleum of Memories. A su tumba diariamente acuden cientos de admiradores. La lápida ha tenido que ser cambiada porque los fanáticos se han llevado trocitos de mármol. El mármol blanco está rojo de los besos de multitudes de mujeres que ahí diariamente concurren. Marilyn sonríe. Humareda con la pierna cruzada confiesa que la belleza como el encanto de las rosas en agosto es doblemente fugaz.

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