jueves, 15 de febrero de 2007

LA FILOSOFIA DE LA GARRAPATA

Por: Miguel Godos Curay

El afecto por la jardinería que tienen algunas autoridades llevó el abono del campo a los jardines de la ciudad. La saludable medida se ha convertido en un dolor de cabeza por la presencia de una población inimaginable de garrapatas las que migran a todos los lugares alojadas perentoriamente en las crines de los perros. Otras veces deciden por sí mismas emprender una larga caminata insomne por aceras hasta llegar a un hogar en donde alojarse y sobrevivir. La garrapata es un parásito y no es torpe. Primero se instala, después, empieza a chupar lentamente la sangre de su eventual anfitrión hasta hincharse a su costa.. Lo mismo sucede con contingentes humanos que vienen de las canteras políticas: son las garrapatas partidarias cuya ideología no es otra que la de usar el carnet y al partido para vivir medrando. Son las garrapatas que celebran los fastos y se colocan camisetas con los símbolos partidarios. Cuando se encuentran con otra de la misma especie se contemplan con envidia la panza y erizando sus patas hasta la frente se saludan. Algunas disfrutan de las marchas y últimamente de las revocatorias porque buscar firmas a sueldo es un negocio que permite subsistir.

Hay garrapatas institucionales que migran de clubes y organizaciones hasta morirse de viejas. Son las garrapatas que buscan en el mundo el consuelo de la condecoración póstuma y la foto retocada para la inmortalidad. Las hay en territorios espirituales pero sin justificación teológica: son las garrapatas religiosas. Las que disfrazan su voracidad con el rostro de la virtud. En apariencia son las más dulces pues copian su sonrisa de las estampitas de algún santo o una santa de devoción popular. Las hay dedicadas a la especulación racional y al infame negocio del tráfico de notas aprobatorias en los exámenes: son las garrapatas académicas. A muchas si se las investiga no tienen las campanillas y timbres académicos que exhiben. Últimamente compran sus diplomas en Azángaro o en alguna universidad desconocida y reciente. Estas garrapatas se refocilan con las de otra especie: las garrapatas estudiantiles, las que mueven corifeos en actos eleccionarios.Las eternas estudiantes de todos los semestres, las que no se sabe como sobreviven a todas las podas académicas y se instalan bajo la protección de otra garrapata mayor amoral y encallecida.

No faltan las garrapatas sindicales enemigas de la renovación de cuadros. Las hay en el mundo del periodismo las que previo juramento de ética se dedican a vivir del magnetófono, la intriga y la decepción. Son las que ponen precio a su conciencia y a su pluma pues de algo tienen que vivir. Hasta el territorio de la ternura y el afecto está poblada de estas despreciables criaturas, las garrapatas, en apariencia amorosas, cuya nota característica es el fingir afecto y lealtad con cualquiera a quien desangran gota a gota hasta dejarle exánime. Cuando la res no da para más cambian silenciosamente de hospedaje e inician con almíbar el nuevo rito de conquistar a su víctima.

En Piura, hasta hace poco existían las garrapatas literarias cuya estrategia inteligente se justificaba en la edición de una modesta revistita, el intercambio de homenajes y la edición de panfletos para perpetuar la estupidez. Gracias a Dios se encuentran en proceso de extinción porque no hay vacas sagradas que les brinden alojamiento. La especie más numerosa es la de las garrapatas burocráticas, últimamente se identifican por el color del atuendo y el fotocheck. Es fácil ubicarlas porque son asiduas concurrentes a las cafeterías y comedores en donde promueven tertulias interminables y negocios inauditos. Son las que exasperan por el pleno dominio del lenguaje de la mentira sistemática. Llevan, marcando almanaques, la cuenta diaria del tiempo que se les escurre como agua entre los dedos. Ya a estas alturas están pensando qué hacer para matricular a las garrapatitas porque se viene Abril. No escapa el territorio de la cultura para las garrapatas. Aquí encontramos variedades resistentes a los pesticidas de la renovación. Últimamente se han dedicado a posar para la foto y hacer creer a algunas garrapatas incautas que tienen el vuelo retórico de Cicerón o el pincel de Rafael. Por supuesto que gozan para ello de la aprobación de las garrapatas trasnochadas y las aficionadas al elogio barato.

En fin hay garrapatas con suerte y sin suerte, con uniforme y sin uniforme, poderosas y sin poder. Aficionadas incidentalmente al deporte para vivir del negocio de la pelota y a disfrutar de sus engañosas formas de existencia. Una última variedad reportada es la de las garrapatas patrióticas las que se han dedicado a crear legiones y sociedades para el reparto de condecoraciones, celebrar ascensos nunca descensos de las garrapatas corruptas que rodearon a Fujimori. Estas garrapatas disfrutan del embuste porque prolongan el colonialismo mental que sumerge al país en el atraso y la superstición. Una última recomendación: Cuidaos de aquellas garrapatas que empiezan su discurso con aquellas olvidadas frases que dicen: ¡Garrapatas del mundo uníos!.

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