martes, 13 de febrero de 2007

SOBRE AGENDITIS Y DENUNCIOLOGIA

Por: Miguel Godos Curay

Existe una arrogancia luciferina en algunos diarios que se pretenden dueños de la verdad y como tal manejan a su antojo lo que denominan agenda pública que no es otra cosa que su propia agenda en donde cuecen las habas de su interés. Otras veces padecen de un narcisismo de espejito que les impide reírse de sí mismos y reconocer sus errores por un sentido maniqueo y estreñido de la ética. Nunca se equivocan, porque nunca informan buscando la verdad.

Otra práctica extendida es la denunciología. El llenar las páginas con denuncias las que se muestran como cosecha de una inexistente unidad de investigación. En otras, con sinceridad, se trata del juego extraviado del diablo predicador que censura pecados ajenos soslayando los propios. Esta mala práctica para sostenerse requiere como la garrapata de un tema carnudo para chupar sangre. Un chilcet que estirar para llenar las páginas del diario. El resto corresponde a toda una técnica manipulatoria de riesgos relativos e informaciones no confirmadas con la propia fuente.

Otras veces pretenden que lo que es bueno para ellos tiene que serlo para los demás y no es así. Otras ocasiones con el peso de su mofletuda influencia y el chantaje de aplastar a través de sus páginas logran torcer la ley por supuesto que en este caso como las viejas gazmoñas se empeñan en apretar las piernas para aparentar virginidad. En verdad tienen muchos kilómetros de recorrido.

No son irreverentes porque viven simulando el respeto al orden. En el fondo se empeñan en perpetuar esa falta de identidad que los carcome en la pepa del alma. Y como se nutren de la seriedad no son capaces de burlarse de esos raptos de estupidez humana de los que somos testigos cotidianos. No se enfrentan con el poder porque el poder los sostiene. No señalan a la policía porque sin lugar a duda les brinda segura protección. No sacuden a la corrupta administración de la justicia porque son un colgajo en el árbol podrido. Por siempre creerán que Dios está de su parte porque llenan las páginas con su nombre y no es así.

Creen que la pobreza es producto de la estadística y se sienten candorosamente cultos porque la ciudad tiene orquesta sinfónica. La música, ese brote de armonía y perfección que se asoma a la universalidad y a la belleza es otra cosa. Es una actitud humana que se lleva en el fondo del alma. No es esa emoción pasajera que despiertan interpretaciones como : “ Si la reina de de España muriera….”.

La cultura no necesita de reinas moribundas sino de la apropiación de los valores propios. La música interior que surge de las profundidades de la inteligencia es libre y creadora. Es apasionada y turbadora, arrastra y conmueve. Una cosa es soplar la flauta como pito de guachimán otra es formar mentes fértiles en las que surgen cerebros con capacidades humanas extraordinarias. Una cosa es tener orquesta sinfónica otra sentir con intensidad genuina la belleza de la música.

Quienes sostienen que la prensa es un poder ignoran que se puede contar con los dedos a los lectores genuinos de diarios. Quienes se empecinan en sostener que es responsabilidad de la prensa decir a los políticos lo que tienen que hacer acaban finalmente amelcochados con sus malas prácticas. En algún momento acabarán tomando partido en la contienda buscando el candidato idóneo para finalmente darse cara a cara con la realidad. El creer ser dueño de algo que realmente no tenemos. El periodista y el periodismo son esencia lo que no son.

Los periodistas no somos curas, ni jueces, ni fiscales ni avisados zahorís, ni bomberos, ni maestros, ni novelistas, ni sociólogos, mucho menos políticos. El rol fundamental de la prensa como señala Miguel Angel Bastenier es brindar la mayor y mejor información posible a la sociedad, actuando siempre con honradez e independencia. Los que quieren hacer del periodismo una operación altruista y de los periodistas agentes del bienestar ciudadano están soberanamente confundidos. Nuestra misión es informar con la verdad en la mano. Realmente nos debemos a quienes nos leen pero también a quienes nos ignoran. Nosotros vivimos intensamente para saborear como el primer sorbo de café la existencia cotidiana.

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