jueves, 15 de febrero de 2007

LA FASCINACIÓN DE LA ESCALERA

Por: Miguel Godos Curay

En los tiempos de la conga se hicieron populares estos versos que dicen: “Para subir al cielo se necesita/ una escalera grande y otra chiquita...” El primer libro editado en América apareció en México y justamente se titula :“Escala espiritual para llegar al cielo” del bienaventurado Juan Clímaco traducida al castellano por Fray Juan de Magdalena. El libro es una guía espiritual para quienes deseen emprender su ascenso a la gloria y alcanzar la visión beatífica de Dios. La strada ( en italiano la escalera) es una película de Fellini (1954) un fascinación por el engaño colectivo del espectáculo a través del tirititero protagonista.

Piura y los piuranos son realmente fascinantes así lo demuestra el súbito encantamiento que en el moderno centro comercial provoca la escalera eléctrica por la que ascienden a la nueva red de tiendas con la mirada iluminada: viejos y jóvenes; grandes y chicos, hombres y mujeres, gordos y flacos. Los ascensos son realmente indescriptibles. Los ojos se elevan a la cima como en las coloridas estampitas que recuerdan la ascensión del señor, mientras el corazón palpita fuertemente, finalmente la consabida sonrisa feliz tras haber alcanzado la cumbre de esta modernidad sin retorno.

El sortilegio no se acaba. Después del ascenso las buenas gentes retornan al primer piso para emprender un segundo ascenso con menores tensiones y ahora con la mandíbula batiente. Los churres y curiosos tratan a su modo de explicar el funcionamiento de la faja interminable. Otros se sienten conectados a la modernidad capitalina de la que se desconectan cuando concurren a las negocios de golosinas y comidas del interior. Los precios elevados y los helados de cucurucho con aire en su interior los obligan a un inmediato retorno a la realidad.

Los piuranos, una legión inagotable de comelones, no están hechos para la comida rápida (fast food) sino para los tamales, las papas rellenas, los fritos, los caldos de gallina vaporosos, el pavo jugoso, los mondonguitos, sudados y cachemas fritas. Además no soportan el comer sin la buena conversa y la espirituosa bebida. Los raptos de la modernidad han provocado esa sensación de gozo que en Piura provoca una escalera. Una felicidad orgásmica que dura los treinta segundos de un spot publicitario.

Los piuranos son así . Encantados y encantadores. Cualquiera les puede vender sebo de culebra o vaciarles el bolsillo con artes adivinatorias. Lo entregan todo cuando del naipe y el tarot se trata. Urdir futuros con cuentos y floro es un negocio próspero en Piura. Aquí cualquier mariquita peliteñido dicta la moda a las señoronas. Por eso no resulta inaudito que en Piura la obra cumbre del gobierno regional sea la ampliación del estadio. Hoy somos “un estadio con ciudad” . Nunca deportistas con garra ávidos de triunfo ni cosechadores de éxitos.

El piurano anda en busca de escaleras imaginarias para encaramarse en las cumbres del poder y la gloria. No es difícil, por ejemplo, que cualquier hijo de vecino llegue al Congreso y se asegure una ubre con jugoso emolumento. Nada ha conseguido Piura de su representación parlamentaria en las últimas décadas. Después de las mociones de saludo todo se reduce a la alfalfa parlamentaria improductiva y necia. En esta escalera imaginaria de los ascensos para la instalación social los arquetipos son el “trepón” y la “trepona”. Los que nos escatiman el pisar a otros con tal de subir. Otra variedad son los “camaleones” que se mimetizan para sintonizar con los políticos de turno y tentar un ascenso.

Un águila emprendió cierta ocasión un vuelo hacia los riscos más altos. Ufana de su proeza empezó a repetir en las alturas: “Quien podrá volar tan alto como yo. ¿Quién? “. Y al instante escuchó una voz que repetía: “ Yo también”. Se trataba de un gusano asido en el cuello del ave. El águila le preguntó : ¿Cómo llegaste hasta aquí?. A lo que el gusanillo respondió: “Arrastrándome señora, arrastrándome señora”. De modo que en la escalera de la vida hay dos formas de llegar a la cúspide. Con los propios esfuerzos como las águilas o arrastrándose con la miserable actitud de los gusanos.

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