lunes, 12 de febrero de 2007

PARA TORCER LAS LEYES HAY QUE ESTUDIAR DERECHO

Por: Miguel Godos Curay

Un aforismo árabe sostiene que dichosos los pueblos que eligen gobernantes sabios o que hacen de los sabios sus gobernantes. No es cierto que la inteligencia y el buen gobierno andan peleados. Antanas Mockus, el exitoso ex alcalde de Bogotá, es un genial matemático y docente universitario. Tampoco es cierto que para gobernar son suficientes las buenas intenciones, las promesas y el populismo desbordado. De buenas intenciones está empedrado el infierno y con las promesas se juega “como con calzoncillo de cholo” dicen con propiedad los sechuranos.

“El que promete, como el enamorado, no se detiene hasta que la mete” dicen a mandíbula batiente las sabias chicheras de El Tabanco en el hipnótico desierto piurano. La promesa es un idilio furtivo sostenido por aquello que recomiendan los redomados seductores:” Si te quieres comer a la gallina no le muestres nunca el cuchillo”. El discurso del político que promete es un jarabe de babas que goza de aceptación entre personas poco instruidas que no son capaces de ofrecer una resistencia racional a la demagogia. El voto emocional surge de ese acto irresponsable de tragarse sin digerir todas las promesas.

Las dirigentes campesinas bolivianas, por eso, exigen al candidato cartas de compromiso puntuales, pactos cívicos, a los candidatos: “Si no cumples cholito te sacamos en polvorosa”. Por eso cambian alcaldes y presidentes como fusibles. Las promesas tienen varios tamaños a gusto del elector. Pueden ser puestitos que garanticen la subsistencia, el local del Pronoei, la capillita del barrio, el local comunal que finalmente nunca se usa y hasta la operación que nunca se realiza por falta de dinero. Realmente se trafica con la pobreza.

La consecuencia inmediata de la promesa es el populismo desbordado aquel pervertido y malversador uso de los fondos públicos en cosmética urbana y el derroche. Esa siembra irracional de cemento para justificar gestiones y ocultar robos descarados. Como bien señalan esas calcomanías colocadas en los taxis que resuman sabiduría popular: “Candidato que piensa mucho en el futuro es porque no tiene nada que hacer en el presente”. O aquella cicateramente filosófica que dice: “El Perú no desarrolla porque es de “Constitución” débil”. O aquella abrumadora pero objetiva que dice: “Para torcer las leyes hay que estudiar derecho”.

Las próximas elecciones regionales y municipales tienen nuevos componentes que superan la subjetividad de quienes aspiran a la alcaldía o al gobierno regional. Hay realmente verdaderas distancias entre lo que la gente desea y los que los candidatos presumen que la gente “necesita”. La actitud ciudadana ha demostrado en las últimas elecciones una sorprendente movilidad y vitalidad
con nuevas expectativas y aptitudes ciudadanas.

Los jóvenes que votaron por el García no se piense que comulgan con su discurso lo que sucede es que no quieren saber nada con el servicio militar o la imposibilidad de migrar. Otros factores decisivos son la necesidad urgente de renovar los cuadros de conductores políticos por encima de las improvisaciones y el reciclaje de líderes de la tercera edad. Otros consideran sustancial la emergencia de líderes locales autóctonos genuinamente piuranos. Con contadas excepciones son pocos los piuranos en la conducción del poder.

Piura exige de una inversión social que mire con buenos ojos aspectos básicos como la salud, la educación y la generación del empleo. No es posible que servicios fundamentales como el de agua potable acusen un deterioro inhumano y que nosocomios como el Hospital Cayetano Heredia no dispongan de los adelantos de la medicina moderna. Los servicios dirigidos al binomio madre-niño cuesten un ojo de la cara. No es posible que los municipios ni siquiera inviertan en una pizarra acrílica o en la mejora de los servicios higiénicos de los colegios. O que el deterioro ambiental continúe sin que la autoridad local sancione y ordene.

Las próximas autoridades municipales y regionales de Piura tienen que surgir de consensos sociales legítimos en donde no haya lugar para la incapacidad y la ineptitud. A la ciudad le sucede lo mismo que a la educación. En Piura tenemos seis a siete universidades pero en materia de logro educativo andamos como el cangrejo porque las exigencias académicas y la calidad formativa no responden a las necesidades objetivas del desarrollo de Piura. Al paso que vamos acabaremos convirtiéndonos en una ciudad plagada de profesionales sin empleo lo que genera indecibles frustraciones y verdaderas legiones de cruzados de brazos.

Igualmente si queremos municipios eficientes tenemos que crear nuestro propio ranking de calidad entre los candidatos. Si sumamos la capacidad de uno con la de otros obtendremos un resultado final mayor que la suma de la partes. Un efecto sinérgico que provoca desarrollo y genera círculos virtuosos de capacidad humana. Por el contrario si designamos ratas pardas cuyo éxito económico es el evadir impuestos o sostener empresas deshonestas o traseros dispuestos a calentar la silla para levantar la mano sin criterio a la hora de la votación. Estamos perdidos.

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