lunes, 12 de febrero de 2007

SOBRE MANUELA DE PAYTA

Por: Miguel Godos Curay

Decía Pascal que el corazón tiene razones que la propia razón no entiende. Lo propio acontece con esa legión de admiradores innumerable que en América y el mundo tiene esa quiteña universal llamada Manuela Sáenz. Manuela es por sí misma un vínculo indesligable de Ecuador con el Perú. Sin embargo, resulta controvertido y pacato, que Manuelita aún tenga por el mundo enemigos gratuitos y detractores de la más curiosa especie. La odian a rabiar los historiadores ortodoxos. La reivindican los jesuitas para pagar con gratitud la deuda de generosidad que guardan con la patriota. La miran con desdén quienes creen que el amor es una gimnasia del protocolo y el modo de ser burgués y cortesano. Manuela brilla con luz propia. Es un candil de intenso patriotismo que ilumina con su mirada y sonrisa los extraviados caminos de la historia oficial de América Meridional.

Manuel Dammert Ego-Aguirre es por méritos propios miembro de la Legión Manuelitaria a la que pertenecen Otto Morales Benites, Gabriel García Márquez, Oswaldo Guayasamín, Víctor Delfín, Anne Marie Hocquenghem, Isabel Ramos Seminario, Rosa de Salgado, Jean Martínez Alier entre otras mentes esclarecidas que podemos oponer a las mentes escaldadas que aún se andan con los perjuicios de una moral postiza, descascarada y farisea contraria a la libérrima de la Sáenz.

Lo cierto es que Manuel de esa invicta lealtad a Manuelita surgida entre los grises farallones de Paita y la contemplación de la luna, nos entrega hoy “Manuela en Payta: Drama en cinco actos”. No se trata de una tragedia con su sobredosis truculenta de desolación y muerte. Ni una comedia sonora y estridente. Es un drama que recrea la vida de Manuelita sin perder el resplandor de su mirada ni la vitalidad del misticismo porteño. Manuela fue devota y cofrade de La Merced como lo fue de la festividad Lojana de Nuestra Señora del Cisne cuya feria decretó el Libertador.

Carletti, es el célebre autor de esa memorable frase que dice: La luna de Paita y el sol de Colán. En efecto, en Paita el paisaje lunar tiene dimensiones extraordinarias y el sol brilla con fulgor. En Paita, no se si por la coquetería planetaria, la belleza argentina de la luna es más intensa y emotiva en los plenilunios. O también quizás porque los peces de Colán navegan a ras del torrente salino para con su piel plateada construir un espejo para que la extasiada luna contemple su dulce faz.

Y el sol colanero reverbera. Es todo fuego. Los tatarabuuelos antañones recomendaban baños de arena caliente para devolver elasticidad a los músculos y huesos consumidos por el reuma y la artritis. Pero los baños de arena caliente eran buenos junto con las tisanas de zarzaparrilla - que crecía silvestre en las orillas cananeas del Chira- para curar el mal gálico. “Si vas a Piura la gonorrea es segura..” dice el epígrafe de “El Viejo saurio se retira” de Miguel Gutiérrez.

Manuel Dammert, presenta también en escena los cantarines sones de la cantigas de Alfonso X como marco para la presentación de la versión paiteña de Moros y Cristianos. Una danza popular que data a la luchas entre moros y cristianos por la reconquista. En la puesta en escena participan trajeados de guerreros los generales cristianos que se enfrentan a los soberanos moros. Es la lucha entre el cristianismo y el islam. Al final se imponen los cristianos. En la representación, muchas veces se da una transposición, por un lado los patriotas contra los españoles. En la lucha triunfan al final los patriotas que se imponen a los godos que reconocen finalmente la causa de la libertad.
Esta representaciones se acostumbran anualmente en la celebración de la festividad de la Merced del pueblo de San Lucas de Colán que se realiza todos los 24 de octubre. En Paita se recuerda el 24 de septiembre.

En Piura nace el sol dice el bardo. Porque como bien anota Sofocleto: “ Piura es la tierra donde el sol nunca se devalúa, la chicha nunca se evapora, las mujeres nunca se olvidan y la amistad nunca se extingue”. Creo que por estos sobrados argumentos escribo con gratitud estas líneas a Manuel Dammert. Agudo sociólogo, zahorí inquietador e inquietante. Intimo y exquisito poeta. Sensibilidad cultivada por esa convicción que las causas del socialismo y la justicia son transparentes y bellas como las colinas verdes en donde se alzan los sueños de un país para nuestros niños.

Hablar de Manuela de Payta (Drama en cinco actos). Es un poco reconstruir los veintiún años que pasó Manuelita en el exilio tras el destierro impuesto por Vicente Rocafuerte. Manuela llegó a Paita en 1834 el mismo año que nació Grau. En Paita hizo una vida de austeridad y recogimiento en la que no estuvo ausente su discreto servicio de espionaje a favor de la causa del Ecuador. Manuela mantenía una copiosa correspondencia epistolar con el General Juan José Flores, su compadre, albacea y Presidente del Ecuador.

Otra de las actividades de Manuela en Paita era la traducción de papeles diplomáticos en el Consulado de los Estados Unidos de América en cuyos trajines auxiliaba al Cónsul don Alexander Rudens. Fue en esas circunstancias y a consecuencia del levantamiento de la marinería de un ballenero inglés que Manuelita tradujo las testimoniales del tripulante Herman Melville. El autor de Moby Dick.

Manuela, quiteña, tenía la piel aperlada y los ojos intensamente negros. Nacida en l797 cuando partió al destierro tenía 37 años y era carne y cebo para las más descabelladas intrigas . Lo cierto es que Manolita con mejor olfato se percató de las conspiraciones políticas contra el Libertador Bolívar. En Paita Manuela conservó durante algunos lustros la correspondencia personal de Bolívar la que entregó con la confianza de su honesto uso al General don Florencio O´Leary.

Para ella se dejó un hato de cartas íntimas, desbordadas de amor y erotismo. Bolívar no se andaba con remilgos en la lengua y no tenía ataduras en las manos para expresar sus sentimientos. Bien podía escribir en la cuatro paredes de su desolación: “ el hielo de mis años se reanima con tus bondades...ven—ven Manuela ya no puedo más”. O una casquivana y lujuriosa nota como la que dice :”Adiós Manuela beso todos tus orificios”. Ni el Orinoco , ni el Santa Marta ni el Amazonas tuvieron en el grado sumo de su pasión tan torrente desbocado.

El temperamento de Manuela variaba como la línea del mercurio en el trópico. Paz y tormenta, ternura y rabia como para sacarse sangre de los labios y luego con las comisuras húmedas con el hilillo fresco besar apasionadamente al amado. Su matrimonio arreglado a los quince para salir del convento de las Conceptas en Quito fue un fiasco. Las buenas costumbres y el amaneramiento gentil de don James Thorne no iban con ella.

Manuela llamaba a las cosas por su nombre y no se andaba con rodeos. En Lima conspiró con patrióticas damas entre las que se encontraba Rosita Campusano su compatriota y amiga del General San Martín. En Quito tras la victoria de Pichincha Manuela le cogió camote a Bolívar para la eternidad. Le siguió como perro fiel. Le amó intensamente y defendió su amor como fiera en celo.

Nada le importó su fllemático marido, el naviero James Thorne. A él le escribió: no dejaré a Bolívar así me lo pidan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Manuela como decía Bolívar era una loca. “ Mi amable loca” le llamó. Tras la victoria de Pichincha Manuela - señala Ludwig- vivió para Bolívar a quien consideró su único amor .Para Bolívar fue la pasión mas intensa de su vida.

El 16 de junio de 1822 Manuela pudo conocer por fin al huracán victorioso y se enamoró perdidamente de él. El 25 de Septiembre de 1825, le salvó la vida en el Palacio de San Carlos de Bogotá. Manuela salió al frente espada en mano y detuvo a los conjurados mientras el Libertador se descolgaba por un balcón salvando su vida. Bolívar más tarde le llamaría con orgullo para la eternidad: “Tu Manuela eres la Libertadora del Libertador”. Historia de leones. Pero en fin historia de amor, de pasiones, de política, de vida y pasiones que han escrito las más bellas páginas de la historia.

No son numerosas las biografía sobre Manuelita. Las podemos contar con los dedos de la mano. “The Fours Seasons of Manuela” ( Las Cuatro Estaciones de Manuela) de Víctor Von Hagen. Una biografía con mucho de novela y ficción. “ MANUELA SAENZ La Libertadora del Libertador” de su compatriota Alfonso Rumazo González (Latacunga, 1903), “Vida Romántica del Libertador” de Evaristo San Cristobal y “ Manuela Sáenz” de Olga Briceño.(Ecuador). Otras publicaciones recientes son el presunto “ Diario de Paita” escrito por Manuela que conserva Carlos Alvarez Saa y que editó recientemente en México. Manuel Dammert, nos refiere, esa Manuela dolorosa, que mantuvo un impenetrable silencio sobre su vida trenzada con pólvora, balas y pasión al lado del Libertador.

Es una Manuela en el ocaso de su vida. Serena y madura. Dicen las crónicas de quienes la visitaron que había dislocado la cadera al caer por las escaleras del miserable altillo que habitaba. Ella mismo refiere en su Declaración de Pobreza de 1849 - para exigir la devolución de su dote- que se encontraba postrada por tener dislocado el hueso cuadril- en miserable condición y a expensas de la generosidad de sus amigos.

Manuela, vivía postrada en su silla. Sus fieles negras jamaiquinas, verdaderas aceitunas de ternura, la acicalaban para que pudiese contemplar el movimiento portuario y regocijarse con alguna carta de ultramar. De tarde en tarde era posible verla con la dignidad de una reina sobre su trono. En otras ocasiones adormitando sobre la hamaca. Así la conocieron Ricardo Palma, Garibaldi, entre otros célebres contertulios de su cuita.

En un viejo brasero Manuelita elaboraba dulces de azúcar y caramelo, cuando no cocadas y manjares. Frecuentaban la amistad de Manuelita Francisca Otoya, quien guardaba celosamente en su casa de Paita los restos del General José de La Mar que trajo en sus propios veleros de Costa Rica y entregó a la patria con dignidad y valor cuando acabó la oscura noche de la conspiración militar. Amiga de Manuelita fue Doña Luisa Seminario del Castillo la madre de Grau. Manuelita era comadre de Tadea Castillo la ama del niño Miguel y madre de Paulita Orejuela Castillo la ahijada de la Sáenz que logró entrevistar para la posteridad Luis Alberto Sánchez en 1922 y cuyo diálogo aparece en “Sobre las Huellas del Libertador” libro publicado por Editorial Rosay.

Manuela se entretenía criando perros a los que llamaba con los nombres de los generales de la independencia. En esta situación la encontró Cipriano Raygada Diputado por Piura. Otras veces se daba tiempo para sostener con su peculio y paciencia un parvulario en donde abundaban las “Manuelas” y “Simones”. Sus ahijaditos y ahijaditas a quienes enseñaba rudimentos de gramática y aritmética y labores con la aguja y el ganchillo. Otras ocasiones a bordar y hacer flores de trapo. Manuela fue madrina de pila de Manuela de la Circucisión y Simón Francisco los otros hijos de Tadea Orejuela conocida en Paita como “ La Morito”.

Uno de los méritos mayores de Tadea Castillo, según Ricardo Vegas García, es haber curado a Miguelito Grau del sarampión. Tadea Castillo está sepultada en el viejo Cementerio de San Pedro en Paita y a escasos metros de su tumba estaba sepultada doña Manuelita. De modo que no está lejano el día en que podamos encontrar los venerables despojos de Manuelita.

Manuela era en Paita cofrade de La Merced junto con las Benites, Otoya, Castillo y Orejuela,. Su devoción por la virgen no se extinguió al final de sus días. Es probable que este fervor tenga como origen el rol de protectora de los patriotas que tuvo la Gran Patrona de los Ejércitos Libertadores y Mariscala de los Ejércitos del Perú. En una de sus cartas Manuela pide a sus amigos de Quito le envíen un “quitiño” de esos de buena factura que saben labrar con sus manos los artesanos de esta capital. Manuela en su exilio de Paita recibió su Jesucito, policromado. Un niño Jesús sentado, que no es otro que el que durante mucho tiempo acompañó a la virgen paiteña en su camerino y que hoy se conserva en el moderno santuario.

Manuela murió a consecuencia del abominable mal de la garganta, difteria, a las seis de la tarde del 23 de noviembre de 1856. La relación pormenorizada de su muerte la hace en carta que dirige a su esposa desde Paita el Procer de la Zulia el General Antonio de la Guerra a su esposa Josefa Goróstide Seminario. La versión novelesca sostiene que los restos de Manuelita fueron arrojados a la fosca común en el lazareto construido para controlar la expansión de la epidemia. No es fácil explicar que las comadres de Manuelita permitieran trato tan cruel e inhumano a quien habían tratado en vida con afecto y generosidad. Manuela fue sepultada en el cementerio de San Pedro, probablemente con el escapulario y hábito de La Merced como era la costumbre. Los testimonios de los descendientes de Tadea Castillo y Paula Orejuela Castillo son elocuentes. Doña Manuela fue enterrada cristianamente. No es posible que la maestra conductora de un parvulario y responsable del nombre de todos los “Simones” nacidos entre l834 y 1856 haya sido tratada con incuria.

Manuela de Payta, Drama en cinco actos encierra un entrañable afecto por Paita y por Manuelita. Su presentación es necesaria para reencontrarnos con la Libertadora. Con esa Julieta Huracanada a la que Neruda dedicó hermosos versos y a quien Manuel Dammert recrea con verdadera emoción. Manuela...bella..bella guardiana insepulta del amor de verde fuego escribe su autor para descubrir la sustancia de esta pasión tan intensa por la libertad.


Lima 28 de agosto del año 2001
José Miguel Godos Curay.

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