lunes, 12 de febrero de 2007

EL PINTOR AUSENTE

Por: Miguel Godos Curay.-

No hay cuadro de Grau o de Luciano Castillo de los se lucen en los municipios o en las dependencias públicas que no lleve la firma de Engelberto Ramírez Chapilliquén un pintor bajo piurano al que el penetrante vaho venenoso del secante de cobalto que empleaba para dar fino acabado a sus oleos le mordió los pulmones. El cáncer lo consumió en un santiamén. Engelberto pintaba sin tregua, incurable trotamundos y bohemio, recorrió villorrios hermoseando a los ángeles Y restaurando imágenes que habían sido vencidas por los años. En otras ocasiones pinto vírgenes y santos para las devociones populares en Sechura, Piura, Cariamanga y Loja.

Ahí se aficionó al rostro de la Virgencita del Cisne que pintó innumerables veces. En otras ocasiones encontró un remanso de paz en la Parroquia el Santísimo en donde se pueden admirar sus hermosas copias de los artífices del renacimiento, de Dalí y otros iconos de tópico religioso. Gracias al padre David Becherer se hizo famoso y sus oleos recorrieron el mundo entonces pudo dar rienda suelta a su afición por la fotografía y la música chicha. Dominaba el retrato y frente a su paleta desfilaron innumerables personajes. Dignidades eclesiásticas, niños y piuranas embelesadas por el esplendor del instante.

Pintaba de modo febril día y noche rodeado de numerosos discípulos a los que enseñó sus técnicas y secretos. Otras veces extenuado por las duras jornadas dejaba los pinceles y se quejaba que le dolían los huesos. Entonces recurría a sus yerbas y remedios caseros. Gracias a la generosidad del Instituto Nacional de Cultura pudo usar como taller los viejos ambientes de la antigua casona de la Ex Dirección de Educación. Ahí se le encontraba entre pinceles y chisguetes de oleos. Siempre con humor fino, otras veces a la espera de un cliente que le pudiera aliviar las urgencias económicas.

Era un artista que sentía una admiración inagotable por Milner Cajahuaringa a quien llamaba “mi maestro” tal era su humana devoción que uno de sus seis hijos lleva su nombre. Engelberto estudió en la ENSBAP. Ahí aprendió las técnicas que utilizó para desarrollar un arte intenso y vigoroso. Con sus jóvenes discípulos empezó a apropiarse de los paisajes de Chulliyachi y el hipnótico desierto sechurano. Muchos motivos piuranos han sido recogidos por sus pinceles.

El personaje al que mejor estudió anatómicamente Engelberto fue Miguel Grau. Leyó la fisonomía de los abuelos antañones y contempló al detalle fotos desconocidas del héroe sonriendo al lado de sus hijos. Otras veces flaco y taciturno, solemne en su curul parlamentario. De ahí surgieron numerosas efigies del héroe que hoy presiden las salas capitulares de varios municipios e instituciones como el Club Liberal de Paita. Uno de sus cuadros es el que se conserva en la comuna de Piura. Una copia de un Zurbarán, que representa a San Miguel el patrono de la ciudad y a un extremo una pareja que querubines elevando hacia la gloria eterna el escudo de Piura. Engelberto murió en Huacho el pasado 20 de Diciembre cuando ya el cáncer le había ganado la batalla. Fue traído a su tierra en donde descansa como era su deseo entre el penetrante aroma de las diamelas y la fresca brisa que arrastra el mar.

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