martes, 13 de febrero de 2007

ENTRE PLATON Y LA COJUDEZ

Por: Miguel Godos Curay

Lo que los hombres hacen de sí mismos es la ética. Lo que los hombres hacen de su mundo es la técnica. Lo más valioso del hombre es su dignidad. Por eso cuando la ley fundamental de la República Federal Alemana señala: “la dignidad del hombre es inviolable” reconoce que el hombre en sí es una totalidad plena de sentido. Por eso la dignidad humana reposa en esa integridad irrepetible que no se puede intercambiar. Por eso con sabio entendimiento las madres de algunas tribus africanas y nuestras propias madres serranas se niegan rotundamente a contar a sus hijos. Se cuentan los cuyes y las gallinitas en el corralito no a las personas. Primero es el ser personal después la funcionalidad aritmética.

La peor tragedia humana, el sarampión de los poderosos, es por eso el contar votos sin importarles absolutamente en nada las personas. El creer estúpidamente que la lealtad se compra y pensar que el poderoso caballero don dinero es capaz de derribar muros y vencer conciencias. No es así. Bien decían los griegos que la comunidad no es un archipiélago de ciudadanos aislados sometidos al juego de sus intereses sino de casas y familias que quieren vivir dignamente y que como anotaba Platón buscan una vida prefecta y suficiente. Realmente este es nuestro drama y la causa de nuestros problemas. Por ejemplo, esa facilidad inaudita con la que cualquiera de los malos vecinos realiza sus necesidades fisiológicas en la vía pública. Igualmente ese poco amor por la ciudad poblada de basura. Ese aliento a las malas prácticas, la falta de cortesía, la irrespetuosidad cotidiana de los conductores, la grosería, el elogio de la viveza en sus múltiples expresiones. La justificación de la impuntualidad. El creer que tenemos derechos y no deberes.

Todos estas actitudes tienen como correlato la deseconomía de la falta de sinceridad y la corrosiva violencia cotidiana que tiene como detonante la injusticia. Piura ha dejado de tener un cielo limpio y transparente por otro cargado de grises y turbios nubarrones. Ni la Copa América que está próxima ha provocado el entusiasmo que sabe insuflar el deporte a las acciones humanas. Da la sensación que estamos derrotados antes la contienda y que nos sobra indiferencia y nos falta fuego, vigor y entusiasmo para hacer de nuestra Piura el mejor lugar para vivir.

¿Qué nos pasa?. ¿Dónde están esas piuranas reclamonas que con candiles y velas en la mano protestaban exigiendo ayer menos apagones?. ¿Por qué los Prefectos y Subprefectos no tienen la majestad y la nobleza de un Alejandro Alberdi Carrión?. Nos hemos acostumbrado perversamente a un ejercicio de representación cascarudo y torpe en donde la falta de legitimidad deja sin piso a nuestras autoridades. Su cuota propia de indiferencia tienen nuestras organizaciones profesionales, sindicales y hasta religiosas ganadas por el pasmo, por ese pacto infame de silenciar nuestras tragedias a media voz.

Últimamente nos hemos dedicado a urdir la división territorial con la mutilación y el reparto inventando provincias y departamentos para entretenernos. Nuevamente cuándo no hay nada que hacer nos inventamos las tarea de convertirnos en un piqueo de apasionamientos inútiles. Nos hemos convertido en huérfanos de civismo y no nos hemos dada cuenta. ¿Qué nos está pasando? ¿Dónde reposa nuestra jerarquía de valores?. Si a la propia monja educadora cuando exige el cumplimiento de deberes la empujan a una humillante pericia psicológica por mandato judicial.

Mientras esto acontece allá en Carmen de la Frontera, nuestra conexión amazónica, se incuba la violencia entre los ronderos y campesinos contra la prospección minera. Hay desasosiego, ese silencio sepulcral que anticipa el huayco desbocado de la violencia. Mientras aquí en la ciudad cada vez que un jardín reverdece un aviso publicitario que arremete contra la naturaleza nos recuerda que hay que poner topes a todas a esas formas salvajes de abuso. No estamos en el lejano oeste, sin embargo, necesitamos movilizar nuestras energías ciudadanas para hacer de Piura el mejor lugar para vivir. No son suficientes los traguitos de algarrobina, ni los cebiches, ni las convocatorias a la amistad con un vaso de cerveza en la mano. Necesitamos una ciudadanía activa que se convierta en reclamo y respuesta a esta “cojudez” que nos consume por los cuatro costados. No somos uno, ni dos, ni tres los que con rabia nos indignamos frente a esta situación. ¿Por qué no actuar?. Ustedes tienen la palabra en la que germina incontenible un grito.

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