Por: Miguel Godos Curay
Los piuranos son buenos conversadores y cuando beben chicha se vuelven filósofos. Una virtud muy nuestra es la conversa amena aderezada por fabulaciones irrepetibles. El intercambio de mentiras es un viejo y amistoso y piurano rito. Antes el mentidero solaz favorito estaba en las rotondas del puente viejo sobre el río y ahí acudían personajes como el periodista Riverita de Ecos y Noticias, Leoncio Dedios, Carlos Robles entre muchos otros de trayectoria memorable .
Hoy se conversa poco pero aún quedan en Piura baluartes de este diálogo y ejercicio de opinión en la Plaza de Armas, en la Plaza Salaverry y en la Meléndez frente a la iglesia de San Sebastián. Los temas que se conversan son variados. Algunos son tan exquisitos y divertidos como los referidos a las mentiras de los diarios, los desaciertos municipales, la política menuda, las fortunas de los congresistas, los avivatos, el sermón del domingo, el fútbol, lo mal que escriben los cronistas, los problemas sin solución que afectan a los piuranos o las noticias que algún viajero trae.
Por supuesto que el platillo apetitoso de esta merienda es la vida ajena. La especulación metafísica sobre la fortuna o el infortunio del otro. La revelación de secretos producto de la indagación metódica de los chismosos del barrio. Cuando la conversación llega a este extremo se denomina:”raje”. Raja el grande, raja el chico, raja el pobre, raja el rico, raja el blanco, raja el negro y no escapan en el inventario hasta la revelación de secretos de confesión, los testigos al filo de la madrugada y las noticias oídas de boca del lechero o el pandero. ¡ Sabe usted la última doña Carmencita: nos quedaremos sin agua!.
Las últimas, son las noticias frescas que corren de boca en boca y de boca a oreja. Son primicias que se desmenuzan sentenciosamente de modo admirable. Se trata de periodismo analítico y puntilloso que supera con creces al de los loros parlantes de las radios. La hora de la conversa preferida es la que empieza al declinar el sol cuando muere la tarde. Entonces se congregan los convocados para felicidad de los parques que cobran vida y nos recuerdan el ejercicio de la lengua tan necesario para el discurrir amable de la vida ciudadana.
Por supuesto que no existe conversación sin conversadores: informados, eruditos, coloquiales como para concentrar el interés, inteligentes como para armar rompe cabezas retóricos en el aire, los hay con vuelo literario, despistados pero también procaces y groseros con hedor de ajo y de miseria. Son nuestros conversadores personalmente admiro a los que tienen casi una ancestral presencia en la mangachería. Casi siempre me detienen en la calle y me piden con fervor de tierra que escriba sobre las necesidades de Piura. Este es un recado persistente que no puedo eludir.
Conversar es un hábito necesario y urgente. Deberían conversar los padres con sus hijos, los esposos, los amigos. Pero también los gobernantes y gobernados, los grandes con los chicos. Cuando un abuelo conversa con sus nietos no sólo se abre una enciclopedia de la experiencia humana sobretodo renace la esperanza en la vida. Cada niño que escucha un relato, una historia o un consejo es como un gran amigo que confiado espera. Un abuelo que habla es un libro que se abre ante una sed que devora. Conversar es un acto vital elemental, como el trino de los pájaros, o el gorjeo de los polluelos, o el contacto de antenas en la feria interminable de las hormigas. Es la vida que se torna en prosa y a veces en eterna poesía.
1 comentario:
Y escribir también es un acto vital elemental. Y usted lo hace muy bien. Es como el abuelo de su texto, es una enciclopedia y un libro que habla, y yo me siento como un niño atento a su relato. No sé como decirlo para que suene “bonito”, pero es usted un periodista que contagia de principio a fin. Tan sólo en dos oportunidades lo he escuchado hablar y muy atento le he seguido, así como en su escritura.
Maestro, ejemplo de periodista. Está de más desearle éxitos, porque al parecer ya los excedió.
Richard Chávez
www.richardchavez.blogspot.com
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