sábado, 3 de marzo de 2007

¿QUIEN GOBIERNA? ¿COMO GOBIERNA? ¿PARA QUIEN GOBIERNA?

Por: Miguel Godos Curay

Cuando los periodistas adulan a quienes detentan transitoriamente el poder muchos, equivocadamente, hablan de periodismo responsable y constructivo. Cuando los periodistas critican y denuncian se convierten en peligrosos. Entre el eufemismo y la distancia debida con el poder hay hitos muy precisos. Quien ejercita el poder por la naturaleza de su cargo tiene que ser fiscalizado. Lo propio del periodismo es señalar lo que todos coinciden en llamar conductas deshonestas que afectan el manejo de la cosa pública. Los periodistas representamos el bien público.

Señalar todo aquello que lesione el interés público es nuestra función ineludible aunque a otros les duela. Cuando el interés privado se convierte en cohecho propio o impropio, corrupción de funcionarios, negociación incompatible con el cargo, tráfico de influencias o enriquecimiento ilícito se lesiona el interés público y no queda otro camino que romper el pacto de infame de hablar a media voz pues el que calla otorga.

Las relaciones del periodismo con el poder pueden transitar por dos caminos por una convivencia sana y saludable o por un concubinato pervertido. En el primer caso los gobernantes se empeñan en mantener gestiones moralmente impecables y transparentes en el segundo caso los gobernantes gozan de la displicente actitud de informadores que callan y otorgan movidos por el interés económico o personal. En estos casos un aparente vínculo publicitario puede servir como prebenda para comprar silencio y de hecho se producen conspiraciones deliberadas atadas a los resortes del beneficio económico.

Por supuesto que esto no significa que los periodistas sean policías, fiscales, jueces o sacerdotes en custodia de la verdad. No lo somos. Nosotros somos simples testigos que en absoluto respeto del orden legal exigimos acceso transparente a información que tiene carácter público la que no se puede ocultar sin lesionar elementales derechos ciudadanos. Nuestra misión es la de observar con curiosidad periodística y dar cuenta de todo aquello que razonablemente es un indicio que las cosas no se están haciendo bien. Si las cosas se hacen bien nos regocijamos para satisfacción pública y hay que decirlo a los cuatro vientos.

No podemos negar que hay gobernantes acostumbrados a la cosmética publicitaria. Mejor dicho pagan con fondos que no les pertenecen las alabanzas que bajo la forma de noticia o publicidad encubierta aparecen en diarios, revistas o informativos de toda especie. Esta información sin neutralidad responde a interés de parte y a un vínculo comercial que permite la subsistencia de quienes se dedican a este menester mercantil no periodístico.

Sucede que hay gobernantes acostumbrados a que plumíferos y caga tinta de toda especie con lenguaje florido pinten pajaritos para ocultar latrocinios que bien pueden inventariarse como arqueología de la corrupción: Obras inconclusas y sobrevaloradas que no se usan, remodelaciones de plazas para ocultar robos, adquisiciones suntuarias que no se aplican a nada. Cemento desparramado en estadios, capillas, grutitas y plataformas mientras los servicios higiénicos básicos en las escuelas no funcionan.

Hay gobernantes acostumbrados a la suplantación de la realidad por la apariencia. Cuando esto sucede se confunden los planos y se acaban convirtiendo los medios en fines. No es este el objetivo de los gobiernos regionales y locales cuya responsabilidad es la administración de fondos públicos. Los presupuestos tienen por eso que aplicarse a necesidades legítimas no a fines remotos y distantes de este propósito. Por eso hay que recordar a todos tres cuestiones ciudadanas básicas: ¿Quiénes gobiernan? .¿ Cómo gobiernan? Y ¿Cómo los gobernantes contribuyen al bien común?. Sirven a la sociedad con los dineros públicos o se sirven de ellos para sus fines propios.

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