sábado, 31 de marzo de 2007

PAITA : 145 AÑOS DE OLVIDO


Por: Miguel Godos Curay

Visitamos siempre Paita con silenciosa devoción por su pasado pero con la incertidumbre a cuestas sobre su futuro y su presente. Paita, la antigua en donde recalaban santos y piratas, es un recuerdo extinto. El puerto hoy tiene una fama temeraria de embarcadero mafioso de los cárteles de la droga. Medellín y Tijuana se juntan para en un inimaginable negocio sucio de droga camuflada entre filetes de calamar. Paita tiene inversión limpia pero también negocio sucio. Hay acumulación honesta de trabajo, sudor y lágrimas pero también negocios fáciles de aventureros cuya prosperidad sin riesgo crece todos los días.

Paita tuvo un mar de ensueño que extasió a Grau. Hoy tiene una gigantesca alcantarilla pestilente contaminada por las empresas pesqueras, que arrojan sin control sus aguas putrefactas, al océano. ¿Qué hace la autoridad?. ¿ Existe autoridad?. Si los alcaldes son incapaces de sostener un reclamo ante las empresas para que el delito ecológico pague y se detenga. Nada podemos esperar. El mar de Paita agoniza por la contaminación marina, por las alcantarillas arrojadas sin control penetrando la brisa de hedor a mierda.

Paita es una coquetería intermitente de balcones. De jubilados contemplando las luces del puerto en el malecón. De delincuentes bajados de todos los cerros porque no hay trabajo. De droga que consume a su juventud sin que nadie haga algo. De puteríos innombrables producto de la miseria. Paita es ausencia y presencia a la vez, abecedario de todos los olvidos. Sólo en Paita los que gobiernan no son de Paita.

Paita importa lo que come en su hacinado mercadillo. Así compra desde limones de Chulucanas hasta burócratas para que calienten la silla en todas sus instituciones. Paita lo tiene todo y no tiene nada. Tiene mar y no tiene pescado. Tiene feligreses innumerables de las Mercedes pero no tiene cristianos con coraje para cambiar las cosas. Tiene glorias del deporte del ayer en el baloncesto, en el judo como el maestro Tomás Tomosada y en el fútbol con el memorable “Chochas” Zapata. Pero hoy no tiene deportistas.

Paita, tiene luna plateada para los conciertos constelados de los felinos que pueblan sus techos porque sus poetas no se cansan de decir sus versos a los peces que aún sobreviven en las aguas de su mar. Paita tiene platos famosos para paladares incomparables. Platos deliciosos como los “bollos”, los picantes, las jaleas, los cebiches, los chilcanos, los caldos y pescado frito crocante están hechos para sucumbir de puro placer en un instante.

Paita tiene panaderías como aquella memorable de Juan Bolo y el señor Cruz cuyas empanadas y pasteles perfumaban los últimos rincones. Paita tiene callecitas de balcones y una cívica vecindad entregada a los menesteres cotidianos. Paita tiene historias interminables de proyectos ambiciosos como el ferrocarril de Paita al Marañón. Paita tiene un tablazo inmenso para un mega aeropuerto conexión estratégica para su puerto marítimo y no para los invasores.

Paita puerto se muere de sed teniendo agua, porque aún no se entiende que la mala administración es una sepulturera de la eficiencia y se tiene temor por la iniciativa privada. Paita puerto pesquero condecorado en tragedias ecológicas. Paita puerto botín de quienes se llevan las riquezas dejando sólo el polvo de sus huellas. Paita puerto pesquero tiene la última posibilidad de rehacer su economía en la acuicultura que siembra peces y moluscos para cosechar productos de calidad para el mercado mundial. Pero como aún quedan vivos los corsarios hay que espantar las inversiones como se pretende en Yacila. Paita, puerto bendito, patria vieja, nombre y heredad, santificado sea tu nombre ahora y en la hora de nuestra ausencia. Amén.

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