Por Miguel Godos Curay
Se consideraba un piurano feliz pues vivía como una perdiz. Escuchaba misa para no torturarse la conciencia. Concurría asiduamente al Club y aparecía en las páginas sociales de los diarios. Enviaba a sus hijos a la universidad para que sean otros. Y como en Piura las duchas son un adorno se bañaba a jarro limpio. Como desde muy joven le atacó la fatiga olfatoria no se daba cuenta que el río huele mal, que el mercado huele mal y que todo huele mal en Piura. Como es leal amigo de todos no critica. ¿Para qué criticar? Si al final todos, en el Gobierno Regional y en el Municipio, hacen lo mismo. Hacen como que trabajan pero no trabajan. Prometen obras públicas pero nunca las ejecutan pues nos quedaríamos sin planes de gobierno. Al final la vida sigue igual.
Un día soñó que Piura se había convertido en un paraíso. Aquí llegaban inversionistas nacionales y extranjeros. Nuestras provincias eran un emporio de trabajo. Cada mañana todo el mundo partía tranquilamente a sus labores. Los niños a la escuela y los obreros a construir cimientos. Los profesionales eran puntuales y poco dados al hueveo. En las universidades profesores y alumnos confrontaban sus soluciones para resolver los urgentes problemas de Piura. Tal era su amor por el estudio y la investigación que las clases empezaban con la fresca a la cinco de la mañana y al mediodía cuando el sol reverbera todos estaban en su casa reponiendo energías.
El piurano soñó que era piurano. Que los colegios lucían impecables, que los talleres funcionaban y que los maestros se dedicaban a sus alumnos en especial de los menos aplicados. Las calles estaban limpias y las hordas de pandilleros eran un triste recuerdo. Por supuesto en los diarios y emisoras se hablaba que Piura se había convertido en una potencia nacional en inversiones en todos los campos de la actividad productiva: agricultura exportadora diversificada, minería responsable en la sierra y en la costa y pesca y maricultura intensiva. Las cosechas en el mar eran abundantes había que comer. Los jóvenes se preparaban porque Piura se había convertido en una potencia mundial en cálculo matemático gracias al Campeón Mundial Arturo Mendoza Huertas cuyo ejemplo los estudiantes imitaban.
El piurano soñó que era piurano. Miró al filo de la carretera no habían árboles destrozados por los leñateros. Las combis que conducían apretujados los niños a la escuela habían desaparecido y en su lugar buses holgados y decentes daban un buen servicio. Al Gobierno regional y al municipio se podía ingresar sin contratiempos pues no era necesario presentar carnet o tarjeta a los comisarios políticos. Los funcionarios se esmeraban en atender a todos. El Presidente Regional y el Alcalde recorrían su territorio palo a palmo para escuchar las demandas y verificar el cumplimiento de sus mandatos.
El piurano soñó que era piurano. En los diarios abundaban las buenas noticias. Aunque de vez en cuando algún acontecimiento delictivo y la sanción al responsable servían de escarmiento. Como buen piurano se encomendaba en sus ruegos al señor Cautivo de Ayabaca y a la Virgen de Mercedes de Paita. Sentía que Dios le decía al oído: ¿ Cómo es que teniendo una región tan rica, abundante y productiva no mejoras tu vida?. El piurano se estremecía en la profundidad de su ser. Estaba confundido por lo que en su interior pensaba y le habían enseñado. Por ejemplo, se le había ocurrido creer, que el que nace pobre muere pobre. Dios sonriendo le dijo que no era sí y que nunca había sido así. Fue justamente en este momento en que bañado de sudor se despertó y se dio cuenta que el clavo en el que colgaba su camisa en la pared estaba en el mismo lugar.
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