sábado, 10 de marzo de 2007

¿ EN PIURA JUGAMOS A LA MATA GENTE?


Por: Miguel Godos Curay

Piura realmente da miedo. Pues nadie está libre que un avezado pistolero lo sorprenda y le arranque salvajemente la vida. Pero no todo queda aquí el último adiós de una víctima inocente puede ir acompañado con clamores de venganza y tiros de escopeta. Esto es lo que sucede en nuestra ciudad. Ninguna de nuestras escolares tampoco está libre del acecho de una bestia parda disfrazada de mototaxista. No estamos libres de los pandilleros que exacerbados por las drogas nos despojen a plena luz del día sin que nadie por temor intervenga. La mendicidad, los atentados contra las buenas costumbres y conductas impropias como el abandono de la basura en la vía, la invasión de predios están a la orden del día y son parte de un mismo problema: La indiferencia de los piuranos.

Si la delincuencia es una desviación de la conducta social Piura es una ciudad de desviados. ¿Qué pasa en la conciencia colectiva de los piuranos y piuranas?. ¿Por qué nos dejamos aplastar por la indiferencia?. ¿Por qué nos hemos dejado arrinconar por la trasgresión , el crimen y el delito? Aunque algunos distinguen entre el delito “utilitario” como el que podría cometer un desocupado empujado por la necesidad y el delito “reincidente” el que se convierte en una forma de vida. El delito corroe y destruye la paz social. Consume energías humanas que se podrían dedicar a la educación, el deporte y el provecho público.

El delito es la consecuencia del desorden social que vive la sociedad. Para combatirlo no son suficientes la represión y el castigo sino el rechazo de todos sin diferencia de ninguna clase. Rechazo de quienes quieren y desean la felicidad humana y el logro personal. Sino expresamos en las calles, en las aulas, en los hogares, en los centros de trabajo y en las propias empresas un rechazo a la violencia esta nos paralizará de cuerpo entero. Cuando no somos capaces de dar respuestas a este desequilibrio de fuerzas se instala en la sociedad una cultura del miedo y el temor. Si nuestras autoridades no se muestran firmes en el control y severidad en las penas nos conduciremos por las calles con desconfianza e inseguridad. Si nuestras autoridades policiales siguen saludando la bandera. Dios nos tenga confesados.

¡Piuranos! si frente al asesinato y el crimen no somos capaces de expresar un rechazo unánime continuaremos sumando las víctimas inocentes a inmediaciones de los bancos desalentando las inversiones, atemorizando a los maestros en las escuelas, llevando el desasosiego a los hogares mientras los hijos concurren a la escuela o a la universidad. No podemos quedarnos cruzados de brazos. Mientras los crímenes sin resolver y el delito son parte ya de nuestra vida diaria.

Bien sabemos que el delito, en algunos casos, anida en la fractura familiar, en el abuso y en todas las formas de injusticia. No ignoramos que, muchas veces, tras un joven pandillero que codicia las zapatillas ajenas y el polo colorido no hay sino la carcoma de la frustración y la pobreza. Sabemos que el delito también es producto de la desintegración y del abismo entre ricos y pobres. Pero lo que no podemos hacer es callarnos, quejarnos y lamentándonos sin demandar a quienes por la responsabilidad de sus cargos deben actuar.

Es probable que nuestra indiferencia pasmosa tenga como causa la anomia que es esa incapacidad ciudadana de orientar nuestra conducta porque las normas nos resultan imprecisas. Anomia es también la indiferencia que preocupa el vacío de autoridad legítima. Si los piuranos no reaccionamos. Si continuamos con esta actitud displicente de mirar a las víctimas con sospechosa compasión porque todavía el delito no nos tocó a nosotros la inseguridad nos morderá, incrementando nuestros gastos para obtener una relativa tranquilidad y una postiza calma porque la violencia hace rato se apropió de nuestras vidas. ¿Actuamos o nos paralizamos?.

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