Por: Miguel Godos Curay
Primera Palabra ( Lucas 23,34) :”Padre ,perdónales , porque no saben lo que hacen”.
¿Realmente saben lo que hacen el Presidente Regional y el Alcalde?. Podemos enumerar sus logros efectivos, sus yerros y sus fracasos. ¿En que fallan nuestras autoridades?. ¿Nos sentimos realmente representados por quienes nos gobiernan?.
¿Estamos contentos con ese estilo de gobierno en el que importa más la componenda política y pocos resultados?. ¿Existe empleo para nuestros jóvenes?. Nos hemos dado cuenta de la mutación delincuencial del gremio de construcción civil. Tenemos alguna idea del rendimiento escolar piurano en matemáticas y lenguaje. ¿Qué hacemos para combatir la corrupción enquistada en nuestras instituciones?. ¿Se enriquecen nuestras autoridades y nuestros congresistas en el ejercicio de sus cargos?. ¿ Realmente trabajan por Piura nuestras autoridades?.
Perdona a Señor a todos ellos porque no saben lo que hacen pero también a todos aquellos, me incluyo señor, que no saben a quien eligen.
Segunda palabra (Lucas 23,43): “Realmente te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”.
¿Es Piura un paraíso?. Puede llamarse paraíso a un muladar gigantesco, en donde lo único que se exhibe en los accesos a la ciudad son rumos de desperdicios de todos los tamaños. Ciudad aldea en donde falta la higiene elemental. En donde el arrojar basuras es un acto cotidiano de grandes y chicos, de pobres y ricos. ¿ Puede ser paraíso una ciudad atemorizada por los asaltos y la falta de autoridad?. ¿Puede ser paraíso una ciudad poblada por “universidades” sin la elemental cultura cívica y sin lectores?. ¿Puede ser paraíso una región pobre teniendo riquezas inexplotadas?. Un espacio en donde se desprecia la vida humana y la violencia tiene múltiples formas. El paraíso al que todos aspiramos exige un respeto elemental por la vida humana. Un mejor trato a los niños en las escuelas. Un pacto de responsabilidad social que obligue a los que mandan y deciden, a los que educan y a los que sirven a trabajar por el desarrollo humano de las personas.
Tercera Palabra ( Juan 19,26-27): “Mujer ,ahí tienes a tu hijo”, dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”
¿Qué futuro espera a nuestros hijos?. Un deambular por un futuro incierto. El instituto o la universidad. Nosotros preferimos una profesión con título altisonante aunque no tenga rédito económico para guardar las apariencias. Vivimos pendientes de la fotografía antes que del futuro laboral. Nos preocupamos por la exhibición antes que de la obtención de resultados. Nuestro pecado es el exceso de amor que convierte a nuestros hijos en imbéciles (disminuidos) el resto de su vida. Otras ocasiones somos avaros en el amor y el cariño y tratamos a los hijos con sinceridad a cuenta gotas. ¿Cuántos hijos se quedan con el deseo de un beso a mamá para no estropear el maquillaje?. ¿Cuántos padres ignoran que sus hijos se “prenden” en el consumo de drogas porque no encontraron ternura?. Diariamente cientos de padres buscan en la insondable soledad el amor de sus hijos. O innumerables hijos buscando con desolación el amor de sus padres. “Mi mamá me ama, mi mamá me mima. Yo amo a mi mamá” repiten niños sin papá en las escuelitas de los pueblos jóvenes.
Cuarta Palabra (Mateo 27,46): “Elí, Elí, lamá sabactani”. Lo que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me haz abandonado?”
En la vida algunas veces nos sentimos impotentes ante la injusticia y el abuso. Ante el poder del dinero que todo lo compra. Pero también impotentes ante la enfermedad que consume la vida y no importa el tener o no tener dinero. El dinero sirve para comprar bienestar pero no vida. La vida es un don de Dios que sólo aprendemos a valorar cuando nos damos cuenta que se no escurre entre los dedos. Amamos la vida cuando hay riesgo de perderla. El abandono es una impronta de la soledad. Niños abandonados por sus padres, mujeres abandonadas, hombre abandonados. Solos en su soledad de clavo en la pared. Pueblos abandonados por sus gobernantes a la deriva en el mar de las promesas. Colegios en abandono por el Estado y por los padres de familia. Obras públicas abandonadas. Iglesias en abandono por la desidia de los feligreses. Reclusos abandonados en las cuatro paredes de un establecimiento penal. Piura: ¿Qué soledad sin soledad siquiera, qué trincheras tan altas sin altura? Decía el poeta Juan Luis Velásquez Guerrero.
Quinta Palabra ( Juan 19,38-29): “ Tengo Sed”
Tener sed, morir de sed. La sed se sacia con agua fresca y limpia. Como decía el poeta: He visto beber hasta en las charcas del suelo, caprichos tiene la sed. Una cosa es el capricho de la sed. Otra que tengamos sed por los caprichos de otros. Si los que nos brindan estos servicios elementales no pueden asumir su responsabilidad. Necio es no buscar soluciones posibles. Indigno es mantener a pueblos enteros con sed, cavando la tierra en pos de agua. El agua es vida y es salud. Existe una sed física del cuerpo pero también una sed profunda del alma. Sed de saber del que no sabe, sed de justicia del que sufre persecución por causa de abuso. Sed de cariño de los maltratados e incomprendidos. Sed de los tristes, sed de lo sedientos en los caminos. El señor sacia la sed es como una fuente de agua viva para todos. A veces con soberbia nos negamos con desdén a recibir ese legado generoso del Señor.
Sexta palabra ( Juan 19,23-30): “ Todo está cumplido”.
Se cumplieron los designios de Dios. El designio de Dios es que seamos un pueblo digno. Un pueblo en donde nadie camine de rodillas. Un pueblo en donde todos tengan acceso a los beneficios de la educación, salud y el trabajo. Esto significa que no tiene porque existir discriminación entre la educación privada (buena) y la pública (mala).Esta es una invención perversa que anida peligrosamente en los propios maestros. Igualmente no tiene porque existir discriminación en los servicios públicos de salud. Negar el derecho a la salud es negar el derecho a la vida. Todos tenemos derecho al trabajo. Por eso no existen ciudadanos de primera ni ciudadanos de tercera o de cuarta. No se puede discriminar por razón de raza, credo o convicción política. Sin trabajo un hombre no se realiza. Sin trabajo no se sostiene la prole. El designio de Dios aplasta el nepotismo de toda laya. Dios ama a tanto al que observa la práctica religiosa puntualmente como a la prostituta del jirón Loreto. Al “pirañita” del mercado como al cura del barrio.
SEPTIMA PALABRA (Lucas 23,48): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y cuando hubo dicho esto, expiró.
En el Bajo Piura cuando se consuma una injusticia esas madres campesinas repiten sollozando: “ Yo le dejo las cosas a taitito Dios”. Hay momentos en la vida que todo se nos desploma. Nosotros nos resignamos ante la voluntad de Dios no ante la voluntad de los hombres. No podemos por la voluntad de los hombres continuar como estamos. Pobres y carenciados siendo ricos en recursos naturales, ingobernables y desgobernados por falta de autoridad. No podemos continuar anidando frustraciones e indiferentes frente a la corrupción, la poca limpieza en las decisiones públicas. Esa carcoma de la administración pública y la propia administración de justicia socava la confianza ciudadana en sus instituciones. No podemos, por eso, hacer distingos entre el infractor “blanquito” con padrinos y con válvula de escape que el infractor “cholito” obligado a vivir la severidad de la pena. A Dios nos entregamos los que tenemos un ápice de fe. Los agnósticos y descreídos es abandonan a sí mismos. Y cuándo la necesidad de Dios les toca la conciencia se niegan a abrirle las puertas de la razón. Otros teniendo la convicción de Dios endurecen su corazón confiados en esa ebriedad transitoria que provoca el poder y la gloria. Al final nuestra vocación es ser cadáveres ( alimento de gusanos). A ti nos encomendamos Señor.
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