sábado, 21 de abril de 2007

ENTRE LA MALETERIA Y LA ENVIDIA


Por Miguel Godos Curay

Según el Diccionario de la Real Academia: “maleta” deriva de mala y alude a un cofre pequeño de cuero, lona u otras materias que sirve para guardar en viajes o traslados ropa u otras cosas y se puede llevar en la mano. También se llama así a todo objeto que cumpla tal función. Otra significación de maleta es la de: Mujer pública que trae uno consigo, ganando con ella. Por maleta se entiende también al ladrón que para robar se hace encerrar en ella. “Andar como maleta de loco” significa no tener objetivos claros en la vida, no saber qué se quiere o se pretende. Largar o soltar la maleta significa prepararse para irse a alguna parte o dejar el cargo. En Chile, dejar la maleta, significa partir para no retornar: la muerte misma.

Maleta significa también enfermedad, el mal habitual que consume la salud. En tauromaquia maleta es la práctica torpe o desacierto en la profesión que se ejerce. Maletilla es la persona joven desasistida de medios que se abre paso, en base a ayudas, para salir de la adversidad. Maletero, designaba a la persona que tiene por oficio hacer o vender maletas, o al que por oficio transporta equipajes. En las viviendas se refiere al lugar destinado a guardar maletas.

Según Alvarez Vita, en replana, maleta: significa espalda, caja torácica, pulmón. Maletera se denomina el lugar destinado en los vehículos a llevar las maletas o equipajes. Según Arámbulo Palacios: maletudo en Piura es la persona que tiene un defecto en la espalda debido a una mala curvatura de la columna. Una significación no registrada es : maletear como hablar mal de alguien. Indisponer, levantar falsos testimonios y mentir para afectar la buena fama de alguien. En la Piura institucional abundan los maleteros y maleteras. Los maleteros, son una especie abundante en el mundillo político y en los espacios en donde hay usufructo el poder. En este extremo el maletero deviene en chismoso y envidioso dedicado a obtener cera y pabilo de la vida ajena.

Hay quienes disfrazan la “maletería” de prudencia y desconfianza en esencia se trata de la envidia producto del egoísmo exacerbado que se instala corrosivamente en las personas que sufren con el éxito ajeno. La envidia es un sentimiento perturbador que se desata a la vista de la gracia, posesión y ganancia de lo que el otro posee. En el fondo el envidioso se confronta con su propio fracaso el de no tener lo que el otro tiene. Lo que pretende la mirada del envidioso, advierte Lersch, es el gesto virtual de querer quitar con los ojos lo que el otro tiene. La envidia resiente y con el paso del tiempo se inventa sus propios argumentos para aparecer como causa justa sin serlo. La envidia es el desgarro que provoca la felicidad de otros.

Como la envidia, la maletería, es un pozo sin fondo donde se acumulan las amarguras propias. El mejor antídoto contra la envida y la maletería es el buen humor. El sentido sano de competencia no ese afán acaparador de lo que por justicia no me corresponde. Si hay algo que no hay que perder de vista es la relación estrecha que existe entre la envidia y la mentira. El envidioso patológico acaba por deformar la verdad y a lo largo de su vida tiene serias dificultades para distinguir lo verdadero de lo falso. Así acaba convirtiéndose en un mentiroso consumado: primero empleando como recurso fácil las mentiras piadosas y jocosas, para caminar después a las mentiras oficiosas que favorecen o perjudican a otros. Para que la mentira prospere necesita del auxilio de amiguitas perversas llamadas simulación: el fingir lealtad o afecto, la hipocresía: aparentar lo que no se es ni lo que se tiene, la adulación: el elogio impropio desmedido y la ligereza en las apreciaciones. Como bien decía Rafael Otero, que fue diestro maletero infantil en la estación del ferrocarril. Hoy lo maleteros han sentado reales en las instituciones de gobierno en donde a consecuencia del ocio consentido hay mucho que hacer.

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