Por: Miguel Godos Curay
Este epígrafe de Sebastián Salazar Bondy resume de modo breve lo que tenemos que decirles a nuestras autoridades municipales y a las del Gobierno Regional. Errar es humano pero no tanto. La conducción de la cosa pública en Piura es un juego del patín interminable. ¡Válganos Dios en que ciudad tan descascarada vivimos!. ¡Válganos Dios que tormento terrible tener las autoridades que tenemos! Tan ineptas, tan despistadas, tan despojadas de sensatez y de la sensibilidad humana necesaria para darse cuenta, teniendo la podredumbre frente a los ojos, que estamos mal. Respirando el hedor malsano de las alcantarillas. Observando como de un día para otro nuestras ciudades se han llenado de huecos y costras resecas.
No ven o no quieren ver el producto de sus desaciertos. Demás está repetir el viejo inventario de nuestras calamidades. El mercado caótico que hace un gratuito favor al desorden y al desgobierno, las alcantarillas sin tapa, el polvo infecto que respiran nuestros niños. El abandono total de las avenidas, parques y plazas en donde para colmo de males se talan los pocos árboles que existen. El abandono de los locales escolares sin el agua elemental para la higiene. La inseguridad ciudadana. La chatarra andante del transporte urbano. La pobreza como detonante de la informalidad indetenible por las calles. La prostitución a una cuadra del monumento a Grau y a cuatro cuadras de la Plaza de Armas.
La ingobernabilidad de todos los días. El desorden en múltiples formas. La basura acumulada con el favor de los malos vecinos, el hurto de energía, las conexiones clandestinas de agua potable. La invasión de los escasos pulmones verdes de la ciudad. El tráfico de tierras. El consumo y venta de drogas a inmediaciones de los colegios. El robo descarado que no hay quien lo pare. La publicidad grosera que lo invade todo como si no hubiera autoridad. Y por encima de todo el despilfarro a última hora para tapizar de apariencia el camino de los invitados a la cumbre con la creencia de poder maquillar la podredumbre.
El cabildo de Piura en 1588 ordenaba “que por ninguna vía ni manera se consienta, ni nadie lo haga, que desde la obra de la Presa y Tacalá la parte de arriba no se lave ropa en el río ni se eche vascosidad ni inmundicia ni cosa que pueda hacer daño al agua, porque el agua del trecho dicho es la que ha de beber la gente de la ciudad, y lo que han de tener por vista y recreación por ser tan agradable como es, so pena ….de cien azotes dados por las calles acostumbradas de esta dicha ciudad…” De modo que 420 años después habría que escarmentar con verga de toro a los responsables de ese delito ecológico y criminal que importa el verter las aguas de las alcantarillas al río causa silenciosa de tanta enfermedad.
Tanta suerte para la desgracia de los piuranos soportando este ejercicio negligente del gobierno. ¿Son ciegos o no quieren ver la realidad?. Si tienen ojos comedidos para sus beneficios personales como no los tienen para entender que el pueblo soporta estoicamente las aguas embalsadas, ese itinerario culebrero de huecos y demoras por toda la ciudad. Ese rostro desencajado y enfermo de los pobladores insomnes antes nubes insoportables de zancudos . Ese desconcierto humano de dejar que todo siga aconteciendo sin atizar la protesta general y el civismo. Se puede errar, porque el errar es humano, pero no tanto cuando se lesiona la dignidad de las piuranos obligados a soportar las consecuencias de la imprevisión y ese estilo tan infortunado de conducir a un pueblo.
Este epígrafe de Sebastián Salazar Bondy resume de modo breve lo que tenemos que decirles a nuestras autoridades municipales y a las del Gobierno Regional. Errar es humano pero no tanto. La conducción de la cosa pública en Piura es un juego del patín interminable. ¡Válganos Dios en que ciudad tan descascarada vivimos!. ¡Válganos Dios que tormento terrible tener las autoridades que tenemos! Tan ineptas, tan despistadas, tan despojadas de sensatez y de la sensibilidad humana necesaria para darse cuenta, teniendo la podredumbre frente a los ojos, que estamos mal. Respirando el hedor malsano de las alcantarillas. Observando como de un día para otro nuestras ciudades se han llenado de huecos y costras resecas.
No ven o no quieren ver el producto de sus desaciertos. Demás está repetir el viejo inventario de nuestras calamidades. El mercado caótico que hace un gratuito favor al desorden y al desgobierno, las alcantarillas sin tapa, el polvo infecto que respiran nuestros niños. El abandono total de las avenidas, parques y plazas en donde para colmo de males se talan los pocos árboles que existen. El abandono de los locales escolares sin el agua elemental para la higiene. La inseguridad ciudadana. La chatarra andante del transporte urbano. La pobreza como detonante de la informalidad indetenible por las calles. La prostitución a una cuadra del monumento a Grau y a cuatro cuadras de la Plaza de Armas.
La ingobernabilidad de todos los días. El desorden en múltiples formas. La basura acumulada con el favor de los malos vecinos, el hurto de energía, las conexiones clandestinas de agua potable. La invasión de los escasos pulmones verdes de la ciudad. El tráfico de tierras. El consumo y venta de drogas a inmediaciones de los colegios. El robo descarado que no hay quien lo pare. La publicidad grosera que lo invade todo como si no hubiera autoridad. Y por encima de todo el despilfarro a última hora para tapizar de apariencia el camino de los invitados a la cumbre con la creencia de poder maquillar la podredumbre.
El cabildo de Piura en 1588 ordenaba “que por ninguna vía ni manera se consienta, ni nadie lo haga, que desde la obra de la Presa y Tacalá la parte de arriba no se lave ropa en el río ni se eche vascosidad ni inmundicia ni cosa que pueda hacer daño al agua, porque el agua del trecho dicho es la que ha de beber la gente de la ciudad, y lo que han de tener por vista y recreación por ser tan agradable como es, so pena ….de cien azotes dados por las calles acostumbradas de esta dicha ciudad…” De modo que 420 años después habría que escarmentar con verga de toro a los responsables de ese delito ecológico y criminal que importa el verter las aguas de las alcantarillas al río causa silenciosa de tanta enfermedad.
Tanta suerte para la desgracia de los piuranos soportando este ejercicio negligente del gobierno. ¿Son ciegos o no quieren ver la realidad?. Si tienen ojos comedidos para sus beneficios personales como no los tienen para entender que el pueblo soporta estoicamente las aguas embalsadas, ese itinerario culebrero de huecos y demoras por toda la ciudad. Ese rostro desencajado y enfermo de los pobladores insomnes antes nubes insoportables de zancudos . Ese desconcierto humano de dejar que todo siga aconteciendo sin atizar la protesta general y el civismo. Se puede errar, porque el errar es humano, pero no tanto cuando se lesiona la dignidad de las piuranos obligados a soportar las consecuencias de la imprevisión y ese estilo tan infortunado de conducir a un pueblo.
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