domingo, 1 de junio de 2008

SOBRE POLVOS Y PICADURAS


Por: Miguel Godos Curay

Refiere Ricardo Palma en su tradición “ Los Polvos de la Condesa” (1631) que fue el indio de Loja Pedro de Leiva el que atacado por fiebres, para calmar los ardores de la sed bebió de un remanso en cuyas orillas crecían algunos árboles de quina experimentando una notoria mejoría. Para confirmar la cura se le ocurrió depositar raíces de cascarilla en cántaros de agua que luego daba de beber a otros enfermos del mismo mal. El resultado fue sorprendente pues los enfermos experimentaban mejoría. Sorprendido por su hallazgo se fue con la noticia a Lima en donde la dio a conocer a sus amigos los jesuitas quienes con curiosidad científica profundizaron en el tema. Por eso a los polvos de la corteza de quina también es les llamaba polvos de los jesuitas y se aplicaban al tratamiento de las tercianas.

Fueron estos polvos los que se le suministraron a doña Francisca Henríquez de Rivera esposa del Virrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón quien después de desembarcar en Paita fue presa de fiebres del mal llamado tercianas. La condesa estaba desahuciada y recobró su salud después que un fraile jesuita le suministrara tal remedio. Durante la colonia la cascarilla era un producto que venido de Loja se comercializaba en Piura y se embarcaba a Europa en donde brindó valiosos servicios a la humanidad.

La quina, cuyo árbol frondoso está representado en el escudo nacional es un eficaz remedio para la malaria (mal aire) o paludismo (mal de los pantanos) el que despoblaba ciudades enteras en un santiamén. La misma Roma era víctima de los mosquitos y tras la convocatoria de los cardenales para elegir un pontífice muchos no retornaban a sus sedes pues eran víctimas de la malaria. Refiere la historia que hasta el invencible Alejandro Magno fue víctima de los zancudos tras retornar a Babilonia después de haber conquistado Persia y la India.

Piura, tras las lluvias del verano, se ha convertido en un apetecible bocado de los zancudos y los mosquitos propagadores del dengue a tal extremo que de no adoptarse las medidas de protección necesarias es muy probable que empiecen a reportarse casos de paludismo y dengue. El contagio se produce para la picadura de una hembra anofelina infectante, la que pica preferentemente al atardecer o en las primeras horas de la noche otros vectores prefieren la noche o las primeras horas de la mañana. La forma de paludismo más grave es la producida por el plasmodium falciparum conocida como “terciana maligna”. Otras forma de paludismo son las causadas por el plasmodium vivax (terciana benigna), plasmodium malariae (cuartana) y plasmodium ovale, que por lo general no amenazan la vida.

La enfermedad comienza con malestar indefinido, fiebres, escalofríos, nausea y dolor de cabeza. La confirmación de la malaria se realiza en el laboratorio mediante el estudio microscópico de muestras de sangre en donde se detecta la presencia de los parásitos. Otra afección de temporada es el dengue o fiebre rompe huesos, que se presenta con fiebre y fatiga. Es una enfermedad vírica propagada por el mosquito “Aedes” que infecta las fuentes y depósitos de agua fresca. Zancudos y mosquitos se han convertido en dolor de cabeza de los piuranos y la mortificación de grandes y chicos. Zumban al oído y no dejan en paz. Y son la causa por la que Houdini Guerrero en raptos febriles y dolor de huesos no escribe ni una línea hace una semana.

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