jueves, 5 de abril de 2012

MEDIO SIGLO DE EPENSA


Por: Miguel Godos Curay

Aún recuerdo la mañana de la entrevista con Mario Castro Arenas en la dirección de Correo de Lima en marzo del 82. Hablamos del tópico piurano del que debería preparar sendos suplementos conmemorativos del 450° aniversario de la fundación de Piura. Mi colección de fichas producto de innumerables lecturas absolvió todas las interrogantes. La serie de artículos propuestos fue aprobada sin reparos. Los siguientes días recorrí librerías en el itinerario zahorí de hablar y escribir de Piura, de su historia, de su presente y su futuro.

Correo me dio la oportunidad de compartir momentos inolvidables con Max Mogollón, Ronald Coloma y Parcemón Adanaqué, piuranos en la redacción de Correo y Ojo. En Correo mis rudimentos de tecnología periodística se arrinconaron frente a la impresionante velocidad de la impresora Harris. Me sumergí en los talleres y me fueron revelados los secretos del papel y de la tinta. Aún tengo en los oídos el pitido intermitente de los teletipos y las radios transmitiendo noticias para las filiales de Correo en el norte y en el sur.

En el local de Garcilaso se sentía aún el recuerdo entrañable de Luis Banchero y la audacia periodística de Raúl Villarán. Desde entonces me he sentido identificado con Correo. Con su gente, con don Enrique Agois Paulsen y con Kiko, Lucho y Charly Agois Banchero. Con el estilo muy personal de hacer el periodismo de Correo. Por vivir el vértigo de las primicias, por abrir la puerta hacia nuevas experiencias de diarismo. He recorrido la redacción como reportero, jefe de informaciones, editorialista, puntual entrevistador y Director. Mi experiencia periodística está salpicada de acontecimientos inolvidables. De desoladores diluvios pero también de historias humanas irrenunciables.

Muchos de los personajes que conocí están ausentes. Pero preservan una lealtad insobornable por Epensa que cumple este año medio siglo de existencia. Una empresa como esta es como una gran familia en la que los logros suman esfuerzos humanos. No se trata de la camiseta puesta como en el fútbol sino de una sintonía humana con aspiraciones y sueños que se hacen realidad. Los personajes desfilan cada uno con su sello propio se complementan unos a otros. Un periódico no es solamente un servicio público. También encarna de algún modo las aspiraciones colectivas, las demandas ciudadanas. Los reclamos que incomodan a las vacas sagradas. Las frases que pintan de cuerpo entero el cinismo de los políticos. O desnudan las soterradas pasiones en las que incurre con contumacia el poder.

Un periódico es eso y todos lo demás. El rostro sonriente de una beldad congelada en el tiempo. Un acontecimiento doloroso que nos desgarra hasta las lágrimas. O también la novela escrita a medias sobre la vida de un insólito personaje. Un diario es mucho más que la existencia reconcentrada en sus páginas. Es también como una nube de sueños que se eleva por encima de las estrellas. Medio siglo de vida no es poco, ni la vuelta de página de un cuaderno en el que se registra día a día la historia de un país. Es también nostalgia, rabia, placer y desencanto de contemplar el mundo con todas sus miserias pero también con la confiada esperanza de un tiempo mejor. Algo así como encaramarse en el edificio más alto de una ciudad para contemplar el camino recorrido para sentir la sensación irrepetible de una bocanada de aire fresco. O caminar con la neblina que humedece el rostro y nos recuerda que un nuevo día está por venir.
(Foto: Luis Banchero Rossi, visionario artífice de Epensa)

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