viernes, 18 de noviembre de 2011

LA TIERRA DE NADIE


Por: Miguel Godos Curay

El cambio climático nos está afectando aceleradamente. Los piuranos soportan niveles de radiación perjudiciales para la salud de la epidermis. Tienen necesariamente como sus abuelos que usar sombreros o prendas que los protejan en las horas de mayor exposición a los rayos ultravioletas. Hoy es saludable vestir de algodón y si es blanco resulta fresco. Las fibras sintéticas son insoportables y provocan un hedor de morgue.

Igualmente las viviendas tienen hoy que cumplir rangos de eco-eficiencia. Como ayer deben ser pintadas de blanco para refractar la radiación solar. Es conveniente usar la luz el día que la luz eléctrica en los hogares. La energía eléctrica es cara y en tiempos de sequía las hidroeléctricas padecen falta de agua. No son convenientes los arbolitos artificiales iluminados. Mejor es brindar un trato amable a los arbolitos vivos de los espacios vecinos sean algarrobos, guabos o poncianas.

No podemos seguir regando, como se ve todos los días, arenales y pampas con agua potable a costa de la sed de los otros. No podemos darnos el lujo de sanitarios con goteras que desangran los bolsillos. Lavar ropa requiere el saludable hábito de no desperdiciar lo que hoy cuesta sangre, sudor y lágrimas producir. Vivir la cultura del dispendio es aniquilar de sed a nuestros nietos.

Los artefactos consumen energía eléctrica y en las horas punta: televisores, computadoras, lavadoras, arbolitos de navidad, licuadoras, heladeras, planchas eléctricas y herramientas elevan el consumo a niveles extremos. Sin una saludable filosofía del ahorro vamos a afectar nuestro perentorio bienestar. Un refrescante dispositivo de aire acondicionado de un banco consume tanta energía como cinco cuadras de un asentamiento humano.

Piura es tierra de nadie para los delitos ecológicos. No hay quien detenga la tala indiscriminada en toda la región. Comer pollo a la brasa es la causa de la destrucción de cientos y miles de algarrobos en el tablazo de Paita, en el medio y el alto Piura. Sólo nos quedan, al filo de la carretera, los muñones del arboricidio salvaje que las autoridades y nadie quiere ver. Camionadas de leña son movilizadas durante las noches. Después nos quejamos del ambiente reseco porque la humedad se ha perdido. Y no hay como ayer aire fresco. ¿Dónde están mis algarrobos verdes?

Nuestras plazas y parques dan pena. La siembra salvaje de cemento se ha convertido en la brutal huella de las gestiones municipales corruptas en todas nuestras provincias. La estupidez vestida de cemento tiene afán de notoriedad. En Piura, peluquerías, ferreterías, comercios, farmacias, clínicas y hasta modernos centros comerciales. Lo primero que hicieron para ser vistos es arrancar los árboles de cuajo. Sin que nadie, absolutamente nadie. Lo obligara a reparar el ya irremediable daño ambiental. Sumemos a ello esa cultura de perros que practican algunos malos vecinos dados a mear cuanto árbol tienen a su paso.

Sólo en Piura, nadie multa ni incauta taquillas a los promotores de pachangas y orgías que empapelan de colorinches la ciudad. Nadie cuida árboles. A nadie la importan los jardines. A nadie se le ocurre plantar un árbol cuando le nace un hijo. Nadie valora esta tierra que pisa y en la que vive. Nadie ama realmente la ciudad porque la siente ajena. Acaso no la tierra de nadie. Donde muere un árbol amanece un panel de publicidad.

FOTO: Umbrío algarrobo en la Calle Tacna de Castilla.

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