sábado, 26 de noviembre de 2011

ARISTOTELES A LA VUELTA DE LA ESQUINA


Por: Miguel Godos Curay

Un libro de cabecera de todo aquel que ejercite responsabilidades familiares, públicas y pedagógicas es la “Moral a Nicómaco” de Aristóteles (Estagira, 384- Calcis 322 AC). Este texto clásico nos enseña que el fin supremo del hombre es la felicidad. Y el bien entendido amor a la transcendente gloria es patrimonio de naturalezas superiores. No es un atributo de quienes sucumben a un vehemente afán de notoriedad. Una cosa es ser otra aparecer. El mismo señalamiento se aplica a quienes lejos de servir a los demás se sirven de ellos para sus fines subalternos y mezquinos.

La actividad humana regida por la virtud es la más alta condición de la felicidad del hombre. El hombre y la mujer virtuosos se rigen por principios. Principios requieren los que mandan pero también los que obedecen, los que enseñan y los que aprenden. Advierte Aristóteles, las virtudes y los vicios, no son pasiones sino hábitos adquiridos a lo largo de la existencia. Virtudes como la honestidad, la decencia, la tolerancia, el respeto se cultivan en el seno de la familia y se muestran en la vida pública.

Explica Aristóteles que el valor es el punto medio entre la temeridad y la cobardía. La templanza es el valor medio entre la corrupción y la insensibilidad. La liberalidad es el medio entre la prodigalidad y la avaricia. La magnificencia, la grandeza del alma, es el medio entre la insolencia y la bajeza. La veracidad es el medio entre la fanfarronería y el disimulo. La gracia es el medio entre la bufonería y la rusticidad. La amistad es el medio entre la adulación y la aspereza. La modestia es el medio entra la imparcialidad, la envidia y la malevolencia.

Que una persona oriente sus preferencias morales hacia las virtudes o los vicios es un acto voluntario. No es tan cierto, como se suele justificar, que quienes ejercitan responsabilidades públicas no perciban las consecuencias de sus actos. Muchas veces, la actitud negligente y contumaz es producto de una vida carente de valores. ¿Cómo podrá gobernar a los demás quién es incapaz de gobernarse a sí mismo? No se le puede pedir peras al olmo ni papayas al algarrobo.

La amistad es un carnudo tema aristotélico. La verdadera amistad no se desliza por los territorios de la adulonería y la aspereza. La amistad necesita de un soporte de respeto recíproco. La amistad genuina reposa en la concordia. Su defecto inmediato es la discordia. Si la primera abre cauces al corazón la otra es una desavenencia venenosa.

Para Aristóteles las virtudes que abren camino a la felicidad son: la verdad que es la pura correspondencia a la realidad. El arte que es la destreza humana para hacer mejor y con mayor perfección las cosas. La ciencia es el conocimiento cultivado a lo largo de la vida. Ciencia es también el reconocer los límites del propio conocimiento sin arrogancia. La prudencia, es la moderación del buen juicio, el prudente discierne entre los bueno y lo malo. La sabiduría es el más alto grado de conocimiento al que puede aspirar la persona. El sabio comparte lo que sabe y lo desenreda para el entendimiento de los otros. Finalmente está la inteligencia que es la comprensión esencial de las cosas. La inteligencia no se adquiere en el supermercado. Se cultiva a lo largo de la vida. Leer a Aristóteles es una necesidad para tantos que pecan con insolencia de tontos.

1 comentario:

Jorge Ramiro dijo...

Siempre he disfrutado mucho de la filosofía y por eso busco leer mucho sobre los grandes pensadores de la historia. Cuando logre conseguir promociones en pasajes seguramente vaya a conocer Grecia, cuna de los mas grandes filosofos