sábado, 5 de noviembre de 2011

LA OTRA SULLANA


Por: Miguel Godos Curay

La economía de Sullana bulle. Hay un comercio intenso en los corredores de sus calles céntricas. Los sorprendentes negocios nuevos son el comercio de oro de Suyo, las peluquerías y restaurantes por todas partes. No es extraño que el comercio con su dosis de anarquía sea una mezcla de Huaquillas y Gamarra. Los traperos, dos por uno, han sitiado la ciudad. Los viejos y tradicionales negocios de Sullana, pese a la arremetida se mantienen en pie. Sullana convoca ausencias y presencias. Hospitalidad memorable de Renán Estrada, Humberto Rodríguez, Hugo Villaseca, Juan Vicente Requejo y Víctor Borrero.

Los cien años de Sullana son motivo de celebración. De regocijo pero también de reflexión por los cien y un problemas que la provincia enfrenta. Sólo en Sullana se vende en botellas como si fuera Coca-Cola gasolina. Y si la ciudad no arde es por la misericordia del Señor. Un pasaje a Sullana es sumamente barato y permite que diariamente se desplacen desde las primeras horas del día los estudiantes y los agricultores que se dirigen a las plantaciones a lo largo de la carretera. El sube y baja de pasajeros, provoca la misma sensación y movimiento que se observa en la trajinada vía Trujillo-Chiclayo. La autopista del sol avanza y será el corredor económico del progreso.

En Sullana ha crecido todo menos la biblioteca. Hoy tiene universidades y es curioso observar que ahí en donde se embotellaba las sodas más deliciosas del norte, la planta de Cassinelli, hoy se levanta una universidad privada. También tiene la Universidad de Frontera de Sullana en lo que fue la filial de la UNP. Sus colegios emblemáticos son hoy el Santa Rosa, Las Capullanas, Santa Ursula y el San Pedro Chanel, mezcla de colegio marista con disciplina militar. En el Santa Rosa estudió el sabio Ronald Woodman Pollit y muchos otros profesionales de prestigio. Es un colegio magnifico y ruidoso como deben ser las aulas de un centro del saber en donde los niños y los jóvenes le dan vida.

El río, cubierto de lirio, languidece todos los días. Desde el satélite en Google Earth, el río es una tripa negra. Los ríos saludables tienen otro color. En Sullana se cumple la paradoja de nuestra falta de respeto por las fuentes de la vida. Al río le damos la espalda y el postigo. Los indeseables impactos de los embalses se sienten en Sullana. El Chira del que hablan las crónicas corría raudo y en su desembocadura estaba poblado de lagartos. Hoy lagartos no hay ni para remedio. Y en la cafetería de Morales bien dicen que los lagartos andan sueltos y en algunas dependencias públicas.

Esta es Sullana, una tierra umbría y cálida, en donde era posible escuchar a sus bardos como Guillermo Riofrío, Pedro Miguel Arrese y Adrián Flores. De célebres picanterías en donde era posible sentir el aroma y saborear secos y sudados de mero. En donde se conjuraba la sed con agua de coco o clarito helado. En donde a los muertos los despiden con oraciones, música y conversa gratis. En el habla del poblador se sentía el dejo cantarín que escuché a mi abuela Juana y a la bíblica familia. Me gusta recorrer, de tarde en tarde, sus calles en especial aquellas que se retuercen desafiando la gea hostil como símbolo de su indomable rebeldía.

(Puente Isaías Garrido de Sullana)

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