¿EN QUE CREEN LOS
PIURANOS?
Por: Miguel Godos CurayCautivo de Ayabaca |
Los piuranos tienen
sentimientos religiosos muy arraigados, no sólo porque aquí empezó la
evangelización cristiana sino por sus profundas vivencias religiosas aquellas
van desde las devociones populares, los rezos inspirados en pasajes bíblicos
como la conmovedora “Salve de las Vacas” que al filo de la madrugada rezan a
los difuntos en los rincones más apartados de la sierra. Se reza también por las ánimas benditas del purgatorio, por
los navegantes y trajinantes con jaculatorias encendidas de fervor. Por supuesto que hay también desviaciones non
sanctas como el rezar un credo al revés
que practican los ladrones y
salteadores.
Contra lo que pudiera
pensarse el fervor popular está vivo como la esperanza de los cientos de
peregrinos que marchan por la carretera a Paita. Su fe es sencilla pero es
argumento suficiente para un cambio de vida. Otros tejen y destejan en su
existencia una retahíla de faltas cometidas finalmente se arrepienten y dan
sentido a su existencia. Quienes piensan que la fe no mueve montañas contemplen con detenimiento ese fenómeno
socio religioso que se produce anualmente en Paita y en Ayabaca. Los incrédulos
podrán anotar genuinos milagros otros simularán estar frente a una sugestión
pasajera. En realidad se trata de la tradición y costumbre de un pueblo que
camina y se levanta para mostrar sus creencias.
Muchos de los peregrinos
son jóvenes y niños, caminan decididos, seguros y firmes. Estos creyentes que
dudan de las promesas electorales y las buenas intenciones de los gobernantes
no vacilan ante Dios. Hace muchos siglos antes de la llegada de los españoles sus
antepasados ya peregrinaban hacia los adoratorios lunares de la costa del Perú.
El culto solar fue impuesto por los incas, era la religión solar de los
cuzqueños. En la costa peruana la luna que mueve las mareas tiene otra
significación. La luna que resplandece en las noches de plenilunio con sus
encantos femeninos hace propicia las cosechas y fecunda las semillas.
Otros cultos estaban
dirigidos a la tierra a los cerros protectores, a los vientos y a las
estrellas. El sentido religioso reposa sobre raíces profundas de creencias
transmitidas de generación en generación. El pueblo converso con sencillez se
asoma al evangelio y extrae infinitas enseñanzas. El piurano tiene a Dios en la
punta de la lengua. El “buenos días de
Dios” que recorre los caminos escarpados de la sierra no es solamente expresión
de cortesía. Es también una declaración pública de fe que no ha socavado la
modernidad. En Piura todo se bendice, la casa nueva, la escuela, la carretera,
las bibliotecas, el auto nuevo, los alimentos, las buenas cosechas. Hay un
supuesto de significado ético en cada gesto.
En algunas localidades
de la sierra se bendice el radio transistor
“para que alegre la vida y transmita buenas noticias”. De modo que nadie
desea tener un radio en la que se vocifere con odio y con rencor. Igual sucede
cuando se coloca una mata de sábila tras la puerta de la casa para protegerla
de la envidia de los “malnaturalosos”
los que siembran encono y codician los bienes ajenos. Nuestras abuelas
usaban detentes bordados y escapularios con las efigies de nuestra señora del
Carmen, o la bendita Virgen de las Mercedes. Hasta hace poco grandes y chicos
llevaban en hilos colocados al cuello algodones benditos. Al mismo tiempo que
docenas de santeros recorrían los pueblos pidiendo limosna para celebrar al Señor
de Chocán o al Cautivo de Ayabaca.
También se acostumbra a
tener en algún espacio de la casa la
repisa con los santos que la familia venera. En todos los comedores no faltan
los cuadros de la última cena, el sagrado corazón de Jesús, la Cruz de Motupe,
la beatita de Humay, la estampa de San Jacinto de Yahuachi. En Piura era muy
arraigada la costumbre de colocar a la
imagen venerada ex votos de oro y de plata con la representación de la parte
del cuerpo que se quiere sanar. Los “milagros”
que se colocaban en las andas tenían tamaños impresionantes y eran trabajados
por joyeros de Catacaos o de Monsefú. Hoy son piezas de colección y la
tradición se mantiene a duras penas.
La Mechita y el Cautivo,
movilizan, aña a año, un mar de creyentes. Pese a que evangélicos y mormones
han aumentado sus filas de
prosélitos los católicos son numerosos.
Son más los que creen que los que no creen prueba de ello son la concurrencia semanal de
fieles a sus templos. Sean católicos o adventistas. Muchos ateos y agnósticos
han resultado más floro que convicción. Algunos
jóvenes contestatarios como los que ha garabateado una cruz invertida en los
muros contiguos a la Iglesia El Carmen
para expresar su incultura religiosa y sus escepticismo han acabado por
claudicar en su obstinada y terca oposición a Dios. ¿Y si el infierno existe? ¿Se puede negar
algo que no existe?. En cierta ocasión un descreído profesor universitario que
marchaba cuesta arriba hacia Ayabaca vio rodar la camioneta que le conducía
hacia el abismo. Lo único que pronunció en el percance fue esta frase: “Perdón
Cautivito lindo de Ayabaca”.
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