sábado, 21 de septiembre de 2013



¿EN QUE CREEN LOS PIURANOS?
Por: Miguel Godos Curay

Cautivo de Ayabaca
Los piuranos tienen sentimientos religiosos muy arraigados, no sólo porque aquí empezó la evangelización cristiana sino por sus profundas vivencias religiosas aquellas van desde las devociones populares, los rezos inspirados en pasajes bíblicos como la conmovedora “Salve de las Vacas” que al filo de la madrugada rezan a los difuntos en los rincones más apartados de la sierra. Se reza también  por las ánimas benditas del purgatorio, por los navegantes y trajinantes con jaculatorias encendidas de fervor.  Por supuesto que hay también desviaciones non sanctas  como el rezar un credo al revés que practican los ladrones  y salteadores.
Contra lo que pudiera pensarse el fervor popular está vivo como la esperanza de los cientos de peregrinos que marchan por la carretera a Paita. Su fe es sencilla pero es argumento suficiente para un cambio de vida. Otros tejen y destejan en su existencia una retahíla de faltas cometidas finalmente se arrepienten y dan sentido a su existencia. Quienes piensan que la fe no mueve montañas  contemplen con detenimiento ese fenómeno socio religioso que se produce anualmente en Paita y en Ayabaca. Los incrédulos podrán anotar genuinos milagros otros simularán estar frente a una sugestión pasajera. En realidad se trata de la tradición y costumbre de un pueblo que camina y se levanta para mostrar sus creencias.

Muchos de los peregrinos son jóvenes y niños, caminan decididos, seguros y firmes. Estos creyentes que dudan de las promesas electorales y las buenas intenciones de los gobernantes no vacilan ante Dios. Hace muchos siglos antes de la llegada de los españoles sus antepasados ya peregrinaban hacia los adoratorios lunares de la costa del Perú. El culto solar fue impuesto por los incas, era la religión solar de los cuzqueños. En la costa peruana la luna que mueve las mareas tiene otra significación. La luna que resplandece en las noches de plenilunio con sus encantos femeninos hace propicia las cosechas y fecunda las semillas.
Otros cultos estaban dirigidos a la tierra a los cerros protectores, a los vientos y a las estrellas. El sentido religioso reposa sobre raíces profundas de creencias transmitidas de generación en generación. El pueblo converso con sencillez se asoma al evangelio y extrae infinitas enseñanzas. El piurano tiene a Dios en la punta de la lengua. El “buenos  días de Dios” que recorre los caminos escarpados de la sierra no es solamente expresión de cortesía. Es también una declaración pública de fe que no ha socavado la modernidad. En Piura todo se bendice, la casa nueva, la escuela, la carretera, las bibliotecas, el auto nuevo, los alimentos, las buenas cosechas. Hay un supuesto de significado ético en cada gesto.

En algunas localidades de la sierra se bendice el radio transistor  “para que alegre la vida y transmita buenas noticias”. De modo que nadie desea tener un radio en la que se vocifere con odio y con rencor. Igual sucede cuando se coloca una mata de sábila tras la puerta de la casa para protegerla de la envidia de los “malnaturalosos”  los que siembran encono y codician los bienes ajenos. Nuestras abuelas usaban detentes bordados y escapularios con las efigies de nuestra señora del Carmen, o la bendita Virgen de las Mercedes. Hasta hace poco grandes y chicos llevaban en hilos colocados al cuello algodones benditos. Al mismo tiempo que docenas de santeros recorrían los pueblos pidiendo limosna para celebrar al Señor de Chocán o al Cautivo de Ayabaca.
También se acostumbra a tener en algún espacio de la casa  la repisa con los santos que la familia venera. En todos los comedores no faltan los cuadros de la última cena, el sagrado corazón de Jesús, la Cruz de Motupe, la beatita de Humay, la estampa de San Jacinto de Yahuachi. En Piura era muy arraigada la costumbre  de colocar a la imagen venerada ex votos de oro y de plata con la representación de la parte del cuerpo que se quiere sanar.  Los “milagros” que se colocaban en las andas tenían tamaños impresionantes y eran trabajados por joyeros de Catacaos o de Monsefú. Hoy son piezas de colección y la tradición se mantiene a duras penas.

La Mechita y el Cautivo, movilizan, aña a año, un mar de creyentes. Pese a que evangélicos y mormones han aumentado sus filas  de prosélitos  los católicos son numerosos. Son más los que creen que los que no creen  prueba de ello son la concurrencia semanal de fieles a sus templos. Sean católicos o adventistas. Muchos ateos y agnósticos han resultado más floro que  convicción. Algunos jóvenes contestatarios como los que ha garabateado una cruz invertida en los muros contiguos a la Iglesia El Carmen  para expresar su incultura religiosa y sus escepticismo han acabado por claudicar en su obstinada y terca oposición a Dios.  ¿Y si el infierno existe? ¿Se puede negar algo que no existe?. En cierta ocasión un descreído profesor universitario que marchaba cuesta arriba hacia Ayabaca vio rodar la camioneta que le conducía hacia el abismo. Lo único que pronunció en el percance fue esta frase:   “Perdón Cautivito lindo de Ayabaca”.

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