¿Y EL CENTRO CULTURAL
VARGAS LLOSA DE PIURA?
Por: Miguel Godos CurayMario Vargas Llosa estudió en el Colegio San Miguel |
Si hay un defecto muy
piurano es el entusiasmo repentino, la peregrina ilusión con el juguete nuevo.
De este aparente trance inquieto, pirotécnico y febril finalmente aterrizamos
en los insondables vericuetos de la desilusión, el cuento, el jarabe de lengua
y la nada. Somos campeones en la colocación de primeras piedras en anuncios
estentóreos. Finalmente como dicen las abuelas. Son promesas para el día de San
Blando las que no tienen cuándo iniciarse. Eso fue lo que pasó con el anunciado
Terminal Terrestre mejor que el de
Guayaquil y el Centro Cultural Mario Vargas Llosa en las leprosas ruinas de lo
que fue el antiguo Colegio de San Miguel. Mientras tanto, fuma el barco, fuma
el barco, las mentiras se deslizan en el océano de la indiferencia colectiva.
Que conste que la
cofradía de cuentistas participó en la colocación de la primera piedra de este
santuario para el Premio Nobel de Literatura. Días van, días vienen el viejo
casco de lo que fue la sede de la Región de Educación sigue en ruinas y ya no
funciona la sala de exhibición de las viejas imprentas de El Peruano. El
edificio se desmorona irremediablemente, las maderas chirrían sin que nadie las preserve de las polillas
infatigables. El Centro Cultural Vargas Llosa no existe es un cuento
inacabable. De ello nadie dice nada. Realmente fue un rapto de entusiasmo para
engreír al escritor que desde su residencia madrileña pregunta a quien puede
darle noticias de Piura sobre este símbolo de la cultura piurana y peruana.
Para no desilusionarlo, para no confesarle la realidad -no hay nada- le endilgan otro cuento el que
el centro cultural que lleva su nombre se conectará con el futuro “puente
viejo” que de vejez tendrá el nombre pues será huachafamente nuevo.
En realidad los piuranos
andan de pleito con la cultura. Los libros no les conmueven para nada. La
última Feria de Libro fue una demostración de ese desafecto inveterado. También
es cierto que al entusiasmo se sumó ese afán criticón de los promotores de la cultura piurana que
actúan como los curas que dicen la vela verde
a los feligreses que van a misa por los que no se acuerdan del Señor. En
efecto el jarabe de hígado, ese sentimiento pajero que compara a Piura con
Alejandría cuya biblioteca era la admiración del mundo conocido. No tiene
lugar. El piurano es más dado a comer y a morder la honra ajena que a leer.
En Piura los escritores
y los poetas son una república de intelectuales cada vez más diminuta. Unos
escriben mejor que otros. Hay buenos pero otros son francamente malos. La falta
de sintonía con los lectores tiene como raíz esa desconexión humana con la
realidad. Ese poco asomo a la cultura propia y esa predilección por la
zanahoria cuando al piurano le emocionan sus propios tópicos. Otros son los
intelectuales complicados aquellos que escriben enredado para que nadie los
entienda. Estos han olvidado el consejo de Joseph Pulitzer al momento de
escribir. “Escribe corto para que te lean y bien para que no te olviden”. Otra
legión está conformada por los que nunca leen para no ser influenciados por nadie. Lo cierto es
que acaban convertidos en encantadores de serpientes y con una cultura
folletinesca elemental. Esa fue la sensación que nos provocó un joven ilustrado
que agradecía y bendecía el haber escuchado a Miguel Ángel Cornejo el haber
cambiado su vida. Otros son los que
recurren a la exaltación patriótica sublimada por el adorno y los cascabeles de
las efemérides. En las entretelas de su afición sucumben a los bocaditos y a
los fotos para las páginas de sociales.
Todo esto acontece en
Piura en donde parpadean inconsolablemente los semáforos “inteligentes”. Y en
donde hasta la zona rígida pintada de amarillo frente a la Comisaría de Piura
es un gigantesco chatarrero. Muchos son los esfuerzos para mejorar la
imagen de nuestras instituciones
públicas. El desprestigio sigue sin que en Piura podamos afirmar que hemos
mejorado. Los esfuerzos individuales son aplastados por la incompetencia, las promesas
incumplidas. Que conste que ya empezaron los alborotos en el gallinero con los candidatos a los municipios y el
gobierno regional. Nuevamente los cantos de estas sirenas obesas y destempladas
se escuchan por todos lados. Piura, poco ha cambiado. Los viejos problemas de
la ciudad se mantienen intactos. La mitad de la población no dispone de agua
potable pasada la una de la tarde. La
ciudad, poco a poco, se ha convertido en monopolio de los mototaxistas, la
informalidad y el desorden. Sin duda, somos un tema para cuento y novela: La
ciudad del jarabe de lengua y la mentirilla existe.
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