EL CARTERO DEL REY
Por:
Miguel Godos CurayGordon Bennett,cimientos éticos del buen periodismo. |
El
Cartero del Rey es una de las obras
maestras del poeta bengalí Rabindrnath Tagore. El texto fue traducido al
español por Zenobia Camprubí la esposa de Juan Ramón Jiménez. El texto
primoroso es de una inusual profundidad lírica. Pero hoy nos sirve de pretexto
para explicar un tema sensible que
muchas veces no entienden los políticos o quienes, eventualmente, hacen uso y mal
uso del poder. Lo señala Darío Restrepo. Los políticos consideran que sus ideas
y su posición son absolutas. Los periodistas no adictos a la mermelada saben que
son relativas. No hay nada más crudo y deleznable que el discurso político.
Los
enunciados del político y sus declaraciones son simples declaraciones de buena
voluntad para encontrar soluciones a los problemas de la sociedad, sin embargo,
hay que advertirles que no son la solución. Una cosa es lo que el político dice
otra lo que realmente hace. No es cierto que un eventual contrato de publicidad
en un medio cualquiera sirva como argumento para comprar silencio o impunidad. Confundir
un vínculo comercial con un menoscabo de principios no sólo es una falta de
criterio sino una incongruencia desafortunada.
El
político pretende que todos sirvan a su causa. La independencia del periodista
no puede recortarse en función de los intereses personales de tal o cual
político. El periodista sirve a la sociedad. Al informar no sólo entera sino que
crea y fortalece a la opinión pública. Al periodista se le pondera por lo que
informa y también por lo que calla. Son ingenuos aquellos informadores de
conducta deshonesta que venden hasta su alma y se acomodan al poderoso de
turno. No hay nada más transitorio y efímero que el poder del gobernante de
turno.
El
fin último del periodista es el bien común que está por encima de los
berrinches de cualquier funcionario público cuya función depende del
presupuesto público. Corresponde a los ciudadanos la vigilancia de cualquier
gestión pública. Sobre todo de aquella que consume recursos en publicidad de
modo exorbitante. La publicidad como el maquillaje y los cosméticos provoca
burbujas de apariencia. La publicidad cuando tiene como propósito mejorar la
imagen pública de un gobierno se
convierte en propaganda ideológica. Deje de ser una herramienta del mercadeo
para convertirse en proselitismo. Suele ser que al final aunque la mona se
vista de seda mona se queda.
James
Gordon Bennett, creador del Herald, advertía simplificando su firme línea
editorial. “No apoyaremos a ningún partido, ni seremos voceros de facción o
camarilla tampoco estamos al servicio de candidatura sea del presidente o
alguacil”. La independencia del periodista es una condición imprescindible. Un
periodista con la capacidad de crítica disminuida y condicionada queda reducido
a la condición de un plumífero sin conciencia y sin voz propia. Esta condición
irrenunciable distingue a la paja del trigo. Y pajeros nutridos de la zalamería
y la adulación sobran. Faltan periodistas convictos que preservan su conciencia
y decoro del tráfico grosero, la coima y el billete rompe manos.
De
modo que no hay razón para tanto brinco si el suelo está parejo. No se piense
tampoco que los lectores son ingenuos y no avisados frente a los “anuncios
publicitarios”. Resulta que estas campañas, pretenciosas y costosas, son como el
jugo de sábila, pura baba. Y no hay peor político que el que se pica a los
oportunos, necesarios y puntuales señalamientos ciudadanos. En estos casos
funciona mejor el silencio reflexivo antes que estos explosivos raptos de
necedad y patinada interior. Balmes advierte: “…la franqueza es una de las
mejores prendas de todo gobierno. ¿De qué sirve engañar a los pueblos y
empeñarse en gobernar con ficciones y mentiras?”. Hace poco la BBC en une
encuesta preguntó a los niños si preferían la televisión la radio. La gran mayoría se pronunció por la
televisión. Pero entre los pocos que eligieron la radio. Hubo un niño que dijo:- “Me gusta más la radio, porque
por la radio veo paisajes más lindos”. En Piura queremos cada día más pueblos
lindos.
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