sábado, 13 de octubre de 2012


MALALA Y LA EDUCACION QUE TENEMOS
Por: Miguel Godos Curay

Malala Yousufzai,una heroina de catorce años
Malala Yousufzai es una niña paquistaní de 14 años que se debate entre la visa y muerte tras recibir dos balazos, uno en la cabeza y otro en el hombro  de un fanático talibán. Malala a su corta edad  es una activista  del derecho de las niñas a la escuela. Desde el pasado martes en que se cometió el atentado hasta ayer las 16 mil escuelas de Afganistán hicieron un alto para orar por su vida y salud. Malala según el Ministro de Educación afgano Frauk Wardak,  es un heroína contra quienes actúan contra la educación y los educadores. En el mundo existen 35 millones de niñas sin escolarizar lo que las deja indefensas frente al abuso y la exclusión.
En España el rector de la Universidad Complutense Santiago Carrillo  convocó  ayer a los estudiantes a salir a las calles por los recortes presupuestales que obligan al incremento de las tasas que pagan los estudiantes  en un 66%. Carrillo ha lanzado un dramático pedido de recursos a las comunidades autónomas pues la universidad con lo poco que tiene sobrevivirá arañando recursos. En las marchas callejeras protagonizadas por los estudiantes han recalcado en su mensaje la afirmación siguiente: “Somos estudiantes, no somos clientes”.

En Chile, los estudiantes han salido a las calles para exigir una educación gratuita y de calidad. Las marchas nacionales por la educación son convocadas por estudiantes de la secundaria, universitarios y profesores. La Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH) tiene una enorme capacidad de convocatoria. Sólo los estudiantes secundarios de Chile movilizan  miles de estudiantes en doce lugares diferentes. Como han advertido los dirigentes estudiantes que tiemblen los políticos en las próximas elecciones. Las demandas estudiantiles son muy claras. No queremos más de lo mismo y los maestros improvisadores y haraganes que se vayan a su casa.

Aunque la huelga del Sutep enerva demandas laborales. La educación pública en el Perú no es de lo mejor en el continente. Poco a poco, hemos visto el desmontaje de contenidos en aras de un espejismo de modernidad. Un estudiante recién egresado de la secundaria a duras penas entiende un texto que lee y en las principales operaciones aritméticas fácilmente puede equivocarse. No se piense que la educación privada es mejor que la pública. No es así, pues en muchos casos se trata de los mismos maestros que para mejorar sus ingresos reparten su tiempo laboral en dos centros educativos. Uno público y otro privado.

La formación pedagógica de los docentes no hace sino reproducir el arquetipo de la escuela autoritaria, verticalista y memorista. Se enseña a repetir contenidos que nadie enjuicia  y critica. No hay innovación en ningún extremo. La amenaza mayor es la constatación de la escasez de docentes que leen, se informan y mejoran su desempeño. Educadores leídos, informados y dispuestos a confrontar sus experiencias no hay. Lo propio sucede con el aprendizaje idiomas. No existen docentes en capacidad de leer en inglés fluidamente y si los hay son raras avis. Una escuela en estas condiciones difícilmente enseña a pensar y a construir ciudadanía. Tampoco es cierto que la capacitación brindada por el Estado haya surtido efecto. Los indicadores catastróficos demuestran lo contrario.

Mientras en el mundo prospera la idea de dar una autonomía mayor a las escuelas y a los educadores. El verticalismo burocrático aniquila todas las iniciativas innovadoras. Pocas veces se valora el rol de los padres en la educación de sus hijos. En el Perú la educación sigue un camino diferente al de los impulsos de la economía. El tiempo perdido resulta irrecuperable. La escuela aún no se articula con las familias y con el mundo del trabajo. Con una educación sin competencias claras  no se entiende que el desafío de la educación para el siglo XXI es el promover el aprender a aprender.

Las escuelas del futuro se ponderan por los logros de sus alumnos. Si los alumnos logran ubicarse en lugares expectantes de la sociedad a la que pertenecen habrán cumplido parte sus objetivos. Nuestra escuela marcha a paso de tortuga mientras el mundo del conocimiento y la tecnología lo hacen a grandes saltos. Los contenidos que hoy se enseñan no guardan correspondencia con la realidad. Bernardo Kliksberg señala que nuestra secundaria forma candidatos a ser pobres. Mientras las empresas quieren egresados de la secundaria para empleos no calificados. Nuestra escuela vive  en un permanente bostezo estacionada en la indiferencia. A ello se suman los precarios presupuestos asignados por el Estado. Finalandia, el país con mayor logro educativo a nivel mundial invierte 5.373 dólares por estudiante. Colombia 1.257 euros y el Perú 446  a duras penas.

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