lunes, 8 de octubre de 2012


PIURA EN EL CORAZON Y EN EL PENSAMIENTO
Por: Miguel Godos Curay
Universidad Nacional de Piura

Plaza Merino e Iglesia El Carmen
Contemplar el pasado de Piura despierta una entrañable admiración. Ya advierte Borges lo siguiente: “No se puede contemplar sin pasión. Quien contempla desapasionadamente, no contempla”. Contemplar en sentido etimológico  significa: “Poner la atención en algo material o espiritual” que es lo que a continuación haré en torno al pasado y presente de Piura. No escatimaré detenerme en el significado moral y patriótico que para los piuranos representa el Almirante don Miguel Grau  cuya inmolación en Angamos recuerdan hoy todos los peruanos. Hoy también recordamos el 191° aniversario de creación de la Marina de Guerra del Perú institución señera en el Perú.
Piura, es un hito en la historia peruana. Raúl Porras la llama donosamente “la primera sonrisa del arenal, como el primer abrazo de paz dado a la tierra hostil, como una acción de gracias dado al cielo sereno de los llanos del Perú.” Bien merece, por justicia, el reconocimiento de su prosapia, su historia y su grandeza.  Aurelio Miro Quesada anota lo siguiente: “San Miguel de Piura tiene una tradición y un abolengo. Fundada por los conquistadores en los primeros días de su ingreso al Perú, su historia, que cubre cuatro siglos, está marcada por la gloria del lustre guerrero y de las artes. Concentrado el prestigio, en solo unos decenios, en la primera parte del siglo pasado, bajo su cielo claro y entre el calor intenso y sostenido de su clima, vio nacer a un pintor como Merino, y a Miguel Grau nuestro héroe más representativo y más señero, y cobijó la infancia de un poeta romántico como Carlos Augusto Salaverry (1830-1891).”

Piura, la primogénita de España en el Perú, guarda enormes y entrañables identidades. La historiadora Susana Aldana señala con puntualidad las siguientes: “Miguel Grau es el gran héroe de la guerra y el arquetipo nacional, cuya inmolación sentó las bases del ideal de marino en el Perú y opacó, por ejemplo, la destacada labor del también piurano Lizardo Montero. Pero hay muchas personas más que reflejan el ser piurano en el tiempo, en la región y la Nación. Desde Miguel Gerónimo Seminario y Jaime, prócer de la independencia piurana, pasando por el médico Cayetano Heredia, el político Luis Antonio Eguiguren, el indigenista Hildebrando Castro Pozo, el costumbrista Justino Ramírez, el luchador social Sinforoso Benitez, la poetisa Carlota Ramos de Santolaya, el literato Jorge Moscol Urbina y hasta el banquero Dionisio Romero entre tantos otros.”

El periodista e inolvidable profesor del Colegio San Miguel de Piura don Néstor Martos Garrido, refiere las andanzas y mudanzas de Piura en su antológico  artículo “La Ciudad Volante”. El primer asiento (1532) corresponde a un sitio sobre la margen derecha del Río Chira que Pizarro llamó San Miguel y que nadie puede precisar ahora. Unos le llaman Tangarará, Tangarara o Tangaralá. Posteriormente en 1534 los pobladores de San Miguel por orden de Almagro se trasladaron al poblado indígena de Piura, en la margen derecha del río del mismo nombre. En 1578 afectados por aires insalubres e infectos se trasladaron al puerto de Paita, llamado San Francisco de Buenaventura, hasta que la ciudad se instaló de manera definitiva en su actual asiento, el que se determinó poblar, por mandato del Virrey Fernando Torres de Portugal Conde del Villar el 15 de agosto de 1588, con el nombre de San Miguel de Villar de Piura.
Piurano fue don Diego de Villegas y Quevedo Vélez de Saavedra (24.VIII.1696-29.X.1751). Villegas y Quevedo fue el primer peruano incorporado a la naciente Academia Española de la Lengua. En la corporación a la que se presentó el 10 de octubre de 1730 con una carta de presentación del sabio Pedro Peralta. Dada su inteligencia y vivo interés por participar en las deliberaciones se resolvió encargarle la décimo quinta letra del Diccionario. Para tan enjundiosa tarea revolvió libros y autores y a fuer de americano incorporó expresiones nuestras como macana, maguey, mamujar, manjar blanco, mate y mazamorra en el lexicón de autoridades.

Piurano el pintor Ignacio Merino Muñoz (30.I.1817-17.II.1876) y don Miguel Grau Seminario (27.VII.1834-08.X.1879). Entre las mujeres destaca por su coraje y valentía la encomendera de Colán Paula Piraldo y Herrera de Andrade y Colmenero, viuda del General Juan Andrade y Colmenero Corregidor de Lucanas y de Andamarca, que se enfrentó en 1615 al pirata holandés Jorge Spilberg, contribuyendo a la defensa del puerto de Paita impidiendo que se perpetrara el saqueo. Don Luis Antonio de Oviedo y Herrera Conde de la Granja le dedica épicos versos en su Poema a Santa Rosa de Lima:
“Sigo al Pyrata de Payta, que me llama
Desde Colán su ilustre Encomendera
Doña Paula Piraldo, cuya Fama
Al puerto preservó de arder Hoguera,
En la ocasión y sus elogios clama
Con tal ponderación pluma extranjera.
Que el Perú defraudara de esta gloria,
Si la mía no honrara su Memoria.”

Las señoras Capullanas  gobernaban los antiguos territorios tallanes y que según Fray Reginaldo de Lizárraga tenían efectivo poder. Dice el cronista: :“…las mujeres a quien los nuestros llaman capullanas, por el vestido que traen y traían a manera de capuces, con que se cubren desde la garganta a los pies, y el día de hoy casi en todos los llanos usan las indias este vestido; unas se ciñen por la cintura, otras le traen en bandas. Estas capullanas, que eran las señoras en su infidelidad, se casaban como querían, porque en no contentándolas el marido, le desechaban y casábanse con otro. El día de la boda, el marido escogido se sentaba junto a la señora y se hacía gran fiesta de borrachera; el desechado se hallaba allí, pero arrinconado, sentado en el suelo, llorando su desventura sin que nadie le diese una sed de agua. Los novios con grande alegría haciendo burla del pobre”.
Piura es causa de desgarradores sentimientos e intensas emociones. Para el escritor chiclayano y piurano de adopción don Enrique López Albújar es un jalón profundo del alma. En Tacna, lejos de Piura al extremo sur del Perú escribió estos versos evocadores: “Anoche estuve en Piura,/ anoche, a media noche, por ventura,/ ansiosos de mirarle, reandarla, sentirla / y aspirar su terrígena fragancia/ para, como el gigante mitológico,/recuperar mis fuerzas y pisarla.” Piura ejercita una gran fascinación en quienes se sumergen en su vida y en su historia. Este sentimiento no sólo aflora en López Albújar sino también en el Premio Nobel de Literatura Vargas Llosa.

Carlos Robles Rázuri, en un artículo premonitorio, publicado en El Tiempo el viernes 29 de septiembre de 1976 intitulado “Piura en el corazón de Vargas Llosa” abordará esta humana impresión: “Con Vargas Llosa se repite lo que pasó a Salaverry y a López Albújar. Su genio los hizo hijos del gran mundo de las letras, pero ellos, por voluntad, libremente, se dijeron se sintieron piuranos. Salaverry -a decir de sus íntimos de los viejos piuranos- nunca pudo olvidar el vientre que lo tuvo ni la tierra que lo alumbró siempre reafirmó su origen; López Albújar, por accidente, nació en Lambayeque, pero desde niño, sintió y vivió a Piura en su pujanza de tierra y en la guapeza, desengaños y romances de sus gentes, y lo sintió tanto y tanto que al morir, en su testamento literario ordenó que se trajera su corazón para enterrarlo acá; Vargas Llosa nació allende nuestras fronteras, quiere por supuesto su solar nativo, pero su amor está en Piura, la Piura de Tacalá, de la Casa Verde, del Padre Santos García, del Auxiliar de Educación Gallardo, de sus más fieles y nobles amigos, de sus profesores, de sus mujeres que prendieron sus primeras ilusiones, de las auroras que encienden el firmamento de rosa y de los crepúsculos que prenden fuegos artificiales de colores únicos y, sobre todo, de sus hombres y mujeres que saben amar y saben odiar, que nunca se doblegan ante la adversidad y que tienen la hidalguía y la generosidad de un Grau para reconocer y valorar a las gentes y para tenderles la mano y darles su amistad sincera tanto en la hora del éxito como en la de la adversidad.”
Piura geográficamente es impresionante. Tierra luminosa de arenas calcinantes. Sus entrañas ocultan un desconocido pasado prehistórico y abundante riqueza mineral, petróleo y gas. En sus variados climas se mezclan la brisa fresca y el reverberante calor en las dunas extensas que cierran el paso al río Piura. Litoral de aguas templadas frente a Máncora y frías frente a Paita y Sechura donde las olas del mar esculpen con su vaivén el litoral y lo erizan como filudos cuchillos que penetran en el vientre del océano. Pero Piura es también sierra en Morropón, Ayabaca y Huancabamba. Entre el océano y la cordillera se extiende un piedemonte de 200 kilómetros regado por lluvias intermitentes durante los veranos fertilizando los valles, resecos, durante los otros meses del año. La sierra piurana es la más baja del Perú pues no alcanza los 4000 mil metros de altura. El desierto representa una franja de 300 kilómetros poblada por zarzas y algarrobos resecos en cuyas profundidades se guardan probadas reservas de crudo y gas.

“Dos ríos, el Chira y el Piura, desembocan en el océano formando los grandes valles costeños del departamento. Al norte, el río Chira transporta el agua de la cordillera, entre Loja y Ayabaca, que vierte en un estrecho y profundo lecho. Al sur, el río Piura recoge el agua del piedemonte andino, bordeando el despoblado, zona de ganadería con población dispersa, y el desierto de Sechura y se pierde en un amplio lecho”
El tiempo transcurre en Piura marcado por el movimiento del sol. Los campesinos inician sus labores entradas las cuatro de la mañana con la fresca. Cuando aparecen los primeros rayos del sol la tarea está avanzada porque el calor hace insoportable la jornada. Entonces los campesinos se refrescan con limetas de chicha y viandas de yucas, plátano y carne seca. El piurano aprecia el pescado. En el fogón de los campesinos pobres menudean cachemas y caballas recubiertas de cebollas, ají y jugo de limón. Cachemas y caballas son ideales para el cebiche y las jaleas son parte de los piqueos. Los chabelos y secos de carne de cabrito. Son también bocado abundante y delicioso. En Piura no hay institución más democrática que el chicherío. Ahí convergen atraídos por el aroma de la cocina los que tienen y los que subsisten a la de Dios. Pese a que las grandes familias de hacendados introdujeron y conservaron modos y costumbres europeos. Más de un hacendado sucumbió a las delicias de una buena cocinera. Cocineras y chicheríos son parte de la añeja tradición piurana. El piurano del mundo rural cuando acuerda una cita no fija hora. Los matices de su puntualidad son “la mañana” o “la mañanita”, “la tarde” o “la tardecita”, “la noche” o “la nochecita”. En esencia son impuntuales.

Tras el terremoto del 24 de julio de 1912 los piuranos rehicieron su cronología. Antes o después del terremoto del año 12. Aunque el movimiento duró 40 segundos hizo movilizar a la población a plazas y calles. El Comercio de Lima, a dos días del suceso. Informó la siguiente: “Los daños materiales fueron totales, las pocas edificaciones que quedaron en pie, día a día aumentaban el riesgo de desplomarse. A consecuencia del terremoto. Las escuelas Fiscales. La escuela de Lourdes de las Hermanas de la Caridad y la Escuela Salesiana quedaron seriamente dañadas, mientras que el Colegio Nacional de San Miguel, debería levantarse nuevamente desde sus cimientos. Los terremotos de 1587,1619, 1814 y 1845 de los que se tenía noticia no tenían comparación con el ocurrido en 1912. ”
Federico Helguero Seminario (26.VII.1884-31.V.1930) recuerda como eran los tradicionales juegos de la niñez piurana a inmediaciones del Río Piura allá por 1910. “Otra de nuestras diversiones favoritas, eran las “guerras” a pedrada limpia, entre dos bandos de mataperros, uno arriba, en el barranco, y otro en la playa el río. Recuerdo que cierta vez formé parte del que dirigía el Capi Vargas. En lo más reñido del combate, recibió una herida en la choquezuela que me hizo ver el firmamento; pero -¡0h,humana maldad-¡ mis dolores tuvieron lenitivo, cuando arrastrado por el Capi –pues íbamos en derrota- ví que uno de los contrarios. Don Anselmo, a quien una peladilla hiciera blanco en la barba, mezclaba sus lágrimas con la sangre que manaba de la herida.” La playa del Río Piura será, años después, el escenario de Los Jefes de Vargas Llosa.

El Río Piura es todo un personaje en el imaginario infantil piurano. En sus playas arenosas se producen esos combates que ponen a prueba la virilidad. Ahí también transcurren las tardes de fútbol de los peloteros de los barrios norte y sur. Cuando bajan las aguas de las crecientes los churres disfrutan de refrescantes baños. Algunos perecen ahogados y la búsqueda del cuerpo del infortunado es un rito en el que se emplea una lapa que gira velozmente en los remolinos. Sobre ella se coloca alguna prenda personal del ahogadito. En donde se detiene el mate flotante es el lugar exacto en el que se encuentra el cuerpo de la inocente víctima del Río Piura. “Río Piura veleidoso como tus chinas” escribe Miguel Correa Suárez compositor cataquense. “Río Loco” lo llama el geógrafo Gonzalo Reparaz Ruiz. El Río Piura también impresionó a Vargas Llosa. Testigo de su languidez de muerte y de las repentinas crecientes con banda de músicos y chirimías en el Puente viejo.
La geografía de Piura  es impresionante. Sus arenales, sus algarrobos y el sol calcinante son inolvidables. Rafael Otero, el célebre autor de “Mis Algarrobos” en entrevista personal me refirió que fue  echado en los otrora arenales del hoy Club Grau y en la contemplación de las copas  de los algarrobos donde  chilalos y soñitas levantan sus nidos es que surgió este vals. Mario Vargas Llosa escribe lo siguiente: “Esos arenales que rodean Piura, con sus médanos movedizos, sus manchones de algarrobos y sus hatos de cabras, y los espejismos de estanques y fuentes que se divisan en él, en las tardes, cuando la bola rojiza del sol en el horizonte tiñe las blancas y doradas arenas con una luz sangrienta, es un paisaje que siempre me emocionó, que nunca me he cansado de mirar. Contemplándolo, mi imaginación se desbocaba. Era el escenario ideal para hazañas épicas, de jinetes y de príncipes que rescataban  a las doncellas prisioneras o de valientes que se batían como leones hasta derrotar a los malvados.”

Piura tiene una incomparable riqueza natural. Petróleo, gas, fosfatos, diatomitas, calizas y salmueras en pleno desierto de Sechura. Pero también tiene cobre, oro y molibdeno. Para que tengan, sólo una idea de  su riqueza mineral se precisa que el año pasado se extrajeron en Suyo, Las Lomas y Sapillica ocho toneladas de oro. Este oro es extraído por 10 mil mineros informales y por tratarse de una actividad al margen de la ley no rinde beneficios  ni para la región ni para el país. Ni el gobierno regional, ni los municipios, ni las universidades ni los tecnológicos se benefician con el Canon minero.
Piura dispone de 244 mil hectáreas de alta calidad. La vocación agrícola de Piura  ha experimentado notables cambios del cultivo del algodón pima y el arroz hemos incorporado los cultivos de uva, mango y caña de azúcar para producir etanol. El proyecto Alto Piura permitirá incorporar 20 mil hectáreas a la actividad agrícola. Piura también ha colocado en los nichos de oportunidad del comercio justo: banano orgánico, cacao, café, panela y zumos tropicales.  En el plano pesquero  Piura representa el 48% de la producción nacional sigue liderando la pesca para el consumo humano pero esta importante actividad extractiva apunta a la acuicultura y al mejor aprovechamiento de los recursos hidrobiológicos.

Nuestra población estimada es de un millón 800 mil habitantes. De este total aproximadamente 534  mil 600  son la población escolar de Piura. 82 mil en educación inicial, 241 mil  en primaria, 151 mil en la secundaria, 43 mil en educación superior universitaria y no universitaria, 10 mil 300 en otras modalidades educativas y alrededor de 7 mil 300 en educación ocupacional no escolarizada. De modo que el desafío del futuro está en educar a los nuevos ciudadanos.
Hoy también los piuranos evocamos la epopeya de Angamos en donde se inmoló el Almirante  don Miguel Grau. Su imagen bendita está presente en la inmensidad del océano y en cada buque donde flamea el pabellón nacional. Como dice Germán Leguía y Martínez: “La América lo venera, el mundo lo admira, no hay corazón peruano que no se abra ante su nombre como un templo, y vierta ante su gloria el incienso de una gratitud y un orgullo tan legítimo como perdurable”. Grau es un modelo de integridad moral. Cuando se inmola en Angamos tiene 45 años. Una foja impecable y la promesa de una vida apacible en el hogar.

Recuerda su biógrafo el historiador José Agustín de la Puente: “Se embarca cuando tiene 9 años de edad y regresa a Lima cuando cumple los 19”.  En esta etapa de su vida Grau penetra en el mundo de lo marinero a través de una singular experiencia personal y no de los libros. Grau entre 1843 a 1853 recorrió un total de 102 mil 854 millas.
En Grau la felicidad es un admirable amor a su esposa Dolores Cabero amor y a su numerosa familia. La familia Grau y Cabero tuvo diez hijos: Enrique (18698), Miguel Gregorio (1869), Juan Manuel Pedro Blas Oscar (1871), Ricardo Florencio (1872), María Luisa (1873), Carlos Pedro (1874), Rafael Leopoldo (1876), Victoria (1877), Elena (1877) y Miguel (1879). Grau fue un hombre de profundas vivencias cristianas.

Grau fue valeroso.  El valeroso se  presenta sin temor ante una muerte honrosa y ante peligros que cada instante pueden caer sobre él. El valeroso sabe que hay que darse del todo, entregarse del todo: es preciso que el sacrificio sea holocausto.  Aristóteles distingue cinco tipos de valor: El valor cívico es propio de los héroes y de los soldados que obedecen a sus jefes. Este es uno de los atributos de Grau. Otro es el valor de la experiencia que nace del conocimiento y de la vida. La vida de Grau fue un gran conocimiento del mar.
Otro es el valor de la cólera, que según el estagirita no es otra cosa que capacidad de indignación ante la injusticia y el menoscabo. En donde, en apariencia,  resulta fácil y cómodo  dejar pasar las cosas.  También hay un valor de la confianza en la que se sostiene la intrepidez y la sangre fría ante los peligros. Grau dio numerosas demostraciones de audacia y con justicia simbolizó al Perú a bordo del Huáscar. Finalmente esta el valor de la ignorancia que desaparece delante del verdadero  peligro y se convierte en arrojo. La vida  de Grau resume el valor cívico, el valor de la justicia, el valor de la experiencia y el valor de la confianza.

Grau simboliza a Piura. Y en su vida fue un paradigma cívico. De él podemos extraer muchas lecciones. Yo me pregunto cuáles hubiesen sido las decisiones de Grau al frente de la Alcaldía de Piura o también del Gobierno regional. Políticamente Grau fue civilista y en su trayectoria parlamentaria, como Diputado por Paita, mostró una preocupación por los caminos que aproximan a los pueblos, los puertos, la defensa nacional y  la educación. Ahí donde nace una escuela surge la conciencia ciudadana. Grau vislumbró las pretensiones hegemónicas de Chile en el Pacífico y dio cuenta del expansionismo de Diego Portales.
Creo que  los  valores de Grau nos nutren  y fortalecen. Por ello creo que  Grau en tiempo presente es un gran agitador de las conciencias. A él le preocupaba el bien común que es la felicidad de todos. Por eso quienes conducen los destinos de Piura y la región no pueden detenerse  ante la energía paralizante del desaliento y el desanimo. Quienes trabajan por el bien común tienen la certeza que dejarán huellas profundas.

Hace algunos días el doctor Manuel Cerdoya, consultor del Proyecto Parque Tecnológico del Gobierno Regional señalaba que este es un proyecto similar a otros proyectos ya realizados como el Parque Tecnológico de Guipúzcoa, en San Sebastián, España  y la Ciudad de del Conocimiento en Panamá que actualmente funcionan con gran éxito. Este  es una iniciativa de gran aliento e impulso al desarrollo y a la ciencia. No se detenga señor presidente regional en hacerlo. Inspírese en Grau y entenderá usted que los sueños compartidos son realidades  posibles. Por eso inspirados en Piura y en el más grande de sus hijos el Almirante Grau acariciemos la esperanza en una Piura y un Perú mejor. Como dice el poeta: El que mira hacia atrás ve lo que anhela. El que corta la flor la inmortaliza. Yo corto aquí mi discurso porque en nuestro pasado anida la grandeza en una Piura mejor.

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