sábado, 5 de mayo de 2012

ELEGIA PARA UN PELICANO MUERTO

Por: Miguel Godos Curay

Palicanos en la reserva natural de Paracas.
A los pelicanos poco o nada les importa la renuncia de la viceministra de pesquería Patricia Majluf y sus asesores. Si les importa el alimento, el cambio climático, la contaminación de los océanos, la muerte de los delfines. El hambre del pelicano es como el de los humanos. Después de recorrer kilómetros sin un cardumen de anchoveta a la vista no es ninguna cobardía venir a morir a la playa de inanición y sin fuerzas. Los pelicanos, según los bestiarios medioevales, tenían el hábito de rasgarse el pecho para que los críos se alimenten y beban de su sangre. Por eso en la antigua tradición cristiana Cristo era simbolizado por el pelicano bueno que alimenta a los que más ama con su cuerpo y con su sangre.

Hoy los pelicanos están de duelo y sus cuerpos famélicos se amontonan en las playas. Algunos tienen sus alas recubiertas de petróleo. Otros tienen los ojos y la lengua reseca como naufrago que llega a entregar su último hálito a la playa. Entonces abren los ojos para morir junto con el sol del ocaso. Un pelicano triste es un alma solitaria sin consolación. En sus ojos húmedos por las lágrimas se esfuman los recuerdos vaporosos de aquellas pescas abundantes en la costa del litoral. Tiempos aquellos en los que la anchoveta abundaba y en donde la familia feliz tenía que comer. Hoy no. El hambre nos consume y lo poco que se puede comer no es el bocado apetecible.

Mamá pelicana con sus críos marchó a tiempo hacia las islas. Papá pelicano a duras penas intenta subsistir. Volar tan alto no le sirvió para otear cardúmenes. El extenuante ejercicio lo dejó sin fuerzas y sin ganas de batir sus alas como en los mejores tiempos. Y en este vuelo supremo sólo habitan en su memoria el recuerdo de su familia, el palidecer de la tarde, la alegría de los pescadores en los muelles. Entonces felices cada tarde recorrían la bahía y contemplaban al caer la noche como las luciérnagas de neón iluminaban la ciudad. Hoy no. La debilidad no le permite siquiera planear en el aire. Un manojo de huesos como una cometa rota no se puede en el aire sostener. Morir en la playa es un rito silencioso. Primero el sopor inmisericorde. Después como una pesada carga el alma se desprende del cuerpo. En ese mismo instante desaparece el hambre. Y con alas invisibles se puede volar a la inmensidad del cielo.

El cielo de los pelicanos es hermoso. Todo poblado de recuerdos y de familias innumerables. Ahí no hay hambre ni dolor. Es un mundo maravilloso donde todos los pelicanos lucen su más hermoso plumaje y en donde nadie se pelea por la comida porque ya no es necesaria y además es abundante. Ahí nos existen ministerios corruptos, ni políticos capituleros. Es un mundo diferente en donde todos los pelicanos del mundo tienen la posibilidad de soñar y hacer de sus vuelos una estación feliz de la presencia de los que más quieren. Un cartel que dice “¡Pelicanos del mundo uníos!” abre las puertas del cielo. Que contraste con la tierra. En donde el lema favorito es el siguiente: “¡Los pelicanos unidos jamás serán vencidos!”

Ser pelicano en el Perú es un oficio de difuntos por la contaminación de los ecosistemas y porque las leyes no se respetan. Ser pelicano en el Perú cuesta sangre sudor y lágrimas. Ser pelicano en el Perú es tener el coraje de enfrentar el cambio climático hasta entregar la vida. Ser pelicano en el Perú es asumir la defensa de los niños que no han tenido la posibilidad de conocer la riqueza de su mar y de contemplar su variada fauna. Ser pelicano en el Perú es tener la valentía para decirle a las empresas voraces que la vida es primero en toda actividad extractiva. Ser pelicano en el Perú es tener agallas para decirle a los vende patria que lo que hoy entregan con impunidad más tarde será la angustia de sus predecesores. Ser pelicano en el Perú es soñar con una patria libre en donde no falte el pez y el pan. Ser pelicano en el Perú es tener la esperanza en una educación que permita a todos los niños de este gran país volar hasta alcanzar sus sueños. Ser pelicano en el Perú es luchar con garra contra el hambre y la desnutrición. Ser pelicano en el Perú es tener la levedad de un poema y la esperanza de una oración que se eleva hasta lo más alto. Ser pelicano en el Perú es amar a este país con toda el alma.

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