domingo, 4 de septiembre de 2011

HUACHAFOS E IMPROVISADORES


Por: Miguel Godos Curay

Afirma Augusto Salazar Bondy que los peruanos sucumben en la inautenticidad. Buscan un propósito para finalmente realizar otro. La acción inauténtica se repite en todas nuestras instituciones sean públicas o privadas. La inautenticidad, pinta mejor en el Perú, el comportamiento de las clases altas, medias y proletarias. Se encomia lo nacional y propio pero finalmente se prefiere lo extranjero al momento de decidir una compra. Lo mismo sucede con los docentes de escuelas públicas que educan a sus hijos en escuelas privadas. En el Perú las leyes o tienen nombre propio, o son letra muerta. La elasticidad de la ley para los amigos y la dureza para los que no lo son es una característica de la burocracia peruana. En este escenario, no es rara la aparente normalidad de la mentira y la falsa promesa. Desde el congresista que cobra indebidamente gastos de instalación hasta el estudiante que incumplió su tarea escolar por culpa del mal incurable de la abuelita. Parte de este estilo de vivir son los múltiples fenómenos imitativos en el que se regodean todas las clases sociales.

En el Perú el alfajor de la discriminación es muy colorido. La discriminación viste uniforme. Se disfraza de exclusividad en los centros comerciales iluminados. En la forma de vestir, advierte Salazar Bondy, es donde mejor se muestra el espíritu de lo huachafo. Huachafa es la cursilería reconcentrada de falsedad. Pero la huachafería no es privativa de unos y modo de ser de otros. Lo es de los partidos políticos donde el cambio de piel está de moda y en donde el disfrute del poder salta a la vista. También del periodismo, el deporte, la literatura y el arte. Se observa a flor de piel en los avanzados círculos intelectuales pero también en las comunidades pobres en donde un celular puede significar estatus. Hoy los pobres en el Perú tienen televisor a color y acceden al cine gracias a la piratería incontenible de los CD

La huachafería adquiere ribetes dramáticos cuando se convierte en la actitud moral de los creyentes y hasta en el modo de tratar a los muertos y a la muerte. Últimamente, por ejemplo, llegan más rápido al cielo los que se entierran en cementerio privado. Los otros tendrán que esperar con paciencia.En Sullana, por ejemplo, en la boca del nicho se anota el “apodo” del muerto. Sea este “Pildorita”, “Ratón” o “Chivito”. “Amor Eterno” es la canción favorita que acompaña los responsos. Los románticos prefieren un bolero como “Tú me acostumbraste” o “Sombras nada más” de Javier Solís que con emoción interpretan esos bardos guitarreros. En Piura, se envidia hasta el concurrido cortejo al cementerio. Otro extremo es el culto a la novedad. La lógica resulta desproporcionada en los nuevos ritos sociales en donde naufragamos en mil y un explicaciones.

Otra característica de la inautenticidad es la improvisación en todo. Los políticos improvisan soluciones por defecto y por impulso. Improvisa el profesor, el abogado, el médico, el vendedor de sebo de culebra. El padre, el hijo, el novio, la novia aconsejada por su mami previsora. El que vende y el que compra. Vivimos, a decir de Jorge Bravo Bresani, sumergidos en “mitos enmascaradores” que son la ilusoria representación de nuestro ser. Un procedimiento de ocultamiento de la realidad para tranquilizar la conciencia.

Existe un mito enmascarador de la riqueza. Somos ricos. ¡Viva el Perú! repiten todos pero las mayorías viven en pobreza rodeadas de miseria. Otro mito que adormece las rebeldías y los descontentos. Es el sentimiento colectivo de que mañana vendrán tiempos mejores. Sin embargo, los buenos tiempos y las vacas gordas nunca llegan. Otro mito es el de la burbuja del éxito. Otro el del gobernante bien intencionado al que hay que dejar gobernar. Bien decía Mariano H Cornejo: “Entre nosotros lo único permanente es lo provisional”.
Foto: Augusto Salazar Bondy (1925-1974)

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