domingo, 25 de septiembre de 2011

PAITA Y LOS ENCONTRADOS SIMBOLISMOS


Por: Miguel Godos Curay

La mayor parte de los peregrinos que van a Paita son jóvenes que proclaman su fe a gritos. A ellos se suman penitentes con cruces y simbólicas efigies del Cautivo de Ayabaca. Otros se dedican a colectar limosna y todo aquello que puedan recaudar para continuar su peregrinaje. La escena parece arrancada de la Edad Media. Tras la larga caminata ingresan al santuario de la Merced arrastrándose y con lágrimas en los ojos otros con los pies llagados recuperan súbitamente su energía al son de los tambores y panderetas. Se inyectan de entusiasmo y disfrutan de esta gimnasia fervorosa. Mezcla de danza ritual y terapia sana cuerpos.

El fenómeno es mucho más complejo de los que podamos observar a simple vista. Tras la apariencia hay una vieja tradición andina. El peregrinaje a los adoratorios de la costa del Perú hacia donde concurrían peregrinos con ofrendas a la luna. Desde la explanada del santuario se observan buques con sus cargas. El comercio diminuto de las panelas y bocadillos, de las velas y las viandas para los trotamundos. Y el comercio del futuro de una región de enorme potencialidad que tiene que dar valor agregado a sus productos.

Hombres y mujeres concurren ritualmente a Paita. La veneración a la advocación mercedaria es muy antigua. Como en antaño junto a la Virgen están nuevamente las efigies de Pedro Nolasco y Ramón Nonato. Es el rescate de la vieja costumbre así se observa en las fotografías de Brunning que tienen más de un siglo. Con mucho entusiasmo Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, nuestro Arzobispo Metropolitano, ha iniciado una encomiable cruzada para emprender la restauración del santuario de Paita.

Paita bien merece este esfuerzo pues ahí se inició el encuentro del mundo andino y el occidente cristiano. Pocos conocen que venerables taumaturgos del Perú se dieron cita en Paita. Fray Martín de Porres, Francisco Camacho y el venerable mercedario don Pedro Urraca estuvieron ahí y demostraron su veneración a María de la Merced Estrella de la Evangelización . La Virgen conserva aún en su cuello el tajo que le propinara el corsario. Devota mercedaria fue también doña Manolita Sáenz. Ella le regaló la hermosa imagen del Niñito, “Quitiño”, que hasta hoy se conserva como símbolo de una vieja tradición.

La recuperación del santuario mercedeario de Paita permitirá que propios y extraños puedan admirar los hermosos vitrales de Adolfo Winternitz, y las hermosas pilas de agua bendita de las que los paiteños nunca se quisieron desprender. Por este santuario desfiló también en su niñez don Miguel Grau. Muchos de los paiteños que se formaron en la Escuela Náutica de Paita dieron sus exámenes en el antiguo templo de la Merced que debe ser convertido en un museo. Sus torres fueron edificadas por los maestros carpinteros que navegaban en los balleneros por la costa del Pacífico y recalaban en Paita. Sus torres recuerdan las agujas de los templos presbiterianos de Virginia. Paita resume tantas tradiciones y encontrados simbolismos que como advierte Manuel Dammert urge preservar.

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