domingo, 1 de mayo de 2011

LA VISITA DEL RUISEÑOR


Por: Miguel Godos Curay

La mañana del 16 de octubre de 1978 a las 18.18, hora de Roma, la sede arzobispal de Piura era un loquerío. Desde Roma telefónicamente Monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio estaba atento al anuncio del cardenal Pericli Felici: “Habemus Papam Carolum Wojtyla, qui sibi nomen imposuit Ioannem Paulum II”. Los jóvenes de la pastoral juvenil alborozados iniciaron el repique alegre por la elección del nuevo papa. El tañido de los campanarios se repitió interminablemente en todas las iglesias de la ciudad. Entre los jóvenes estaban Miguel Medina, estudiante de administración de empresas de la UDEP, quien más tarde fue ordenado sacerdote en la visita que Juan Pablo II hizo en 1985 al Perú. Otro joven de los entusiastas, era Ubaldo Ramos Cisneros abierto, alegre, transparente y solidario. El profesó con los jesuitas y también se hizo sacerdote. Ubaldo, partió temprano llamado por el Señor . Yo trajinante empedernido e insobornable me fui cinco años como maestro rural a la sierra de Morropón. Al fascinante villorrio de Santo Domingo. Ahí aprendí en carne propia realidad peruana y leí durante muchas horas para conjurar el tiempo.

En 1981, fue designado Arzobispo de Piura Monseñor Oscar Cantuarias Pastor. En 1982, Piura vivía con entusiasmo el 450 aniversario de su fundación, Fue un buen año para retornar y me vine a la redacción de Correo que dirigía Renán Estrada. El 83 vino el diluvio y los sueños piuranos de progreso se hicieron lodo. Los ríos se desbordaron, las siete plagas cayeron sobre Piura. El hermoso Malecón Eguiguren desapareció en una tarde de furia incontenible del río. La Arena y muchos pueblos desaparecieron del mapa cubiertos por las aguas. En aquellos días, como reportero del irrepetible noticiero Hechos de América TV y bajo la dirección de Rolando Rodrich realicé inimaginables reportajes. Sobrevolando en helicóptero el Bajo y el Alto Piura. Otro día acompañé al Presidente Belaunde a Tumbes. Ese mismo día zozobró el BAP Paita. Gerardo Cabrejos y Oscar Mena, practicantes noveles de periodismo tuvieron que ser evacuados al estilo de las películas desde el aire. El propio Arzobispo Cantuarias con los zapatos húmedos daba ánimo para reforzar las defensas a los vecinos del barrio sur. Pero el río furioso trajinaba arrasando con todo a su paso.

El domingo 10 de Julio de 1983, al clausurar las Jornadas de Reflexión Social para la reconstrucción de Piura Monseñor Mario Tagliaferri, el Nuncio Apostólico, señaló tras sobrevolar Piura, recorrer Samán y los PPJJ de Sullana y Piura que tenía una idea cabal de los sufrimientos de los piuranos y así poder informar al santo Padre. Si bien la Iglesia no tiene un poder financiero de ayuda, en cambio, Cristo nos ha dado un poder insuperable para reanimar a los hombres y mujeres, señalo el emisario papal.

El 1984, Piura no se recomponía aún de su tragedia. Las perdidas superaban los 280 millones de soles según las estimaciones oficiales de aquel entonces. Los cementerios clandestinos se multiplicaron en todas las ciudades. Niños hambrientos y lánguidos pedían pan para comer en las calles. La energía se redujo drásticamente. Las escuelas de muros humedecidos se desplomaban ante la desesperación de los maestros. Muchos ancianos perecieron bajo los adobones. Las obras de reconstrucción se tornaron un festín corrupto y un fiasco. Los piuranos como respuesta movieron el frente cívico liderado por Lucho Paredes, Robespierre Bayona, Lucho Urteaga y Heriberto Arroyo. El propio Arzobispo Cantuarias con irrepetible coraje cívico salió a las calles. Todos los mítines del frente se hicieron en la tolva de los camiones del Ñato Burneo. La protesta de Piura y la entereza de parlamentarios como Rafael Vega García, hicieron posible la conquista del canon Petrolero.

Piura necesitaba reconquistar su esperanza. El anuncio de la visita del Santo Padre al Perú. Nos inundó de fervor y esperanza.. Juan Ricardo Olaechea, un entusiasta integrante del Movimiento Carismático emprendió una singular cruzada. La de suscribir un memorial pidiendo que Piura fuera incluida en el itinerario de la visita de su Santidad. Si los memoriales habían surtido efecto para que Piura tuviera universidad pública y significativas obras públicas. ¿Por qué en asuntos tan imprescindibles como el de devolver a Piura su fe en la reconstrucción espiritual y material, un memorial, no iba a dar resultado”. A ello se sumaron noches de oración que se fueron multiplicando en todas partes. En Paita frente a al efigie de Nuestra Señora de Las Mercedes, en Querecotillo ante el señor de Chocán, en Ayabaca ante el Cautivito lindo. Todo Piura católica oró y el milagro se produjo.

Aún recuerdo, el arribo del avión presidencial al Grupo 7 el 4 de febrero de 1985. Y la multitudinaria concurrencia en el Campo Papal. Aún recuerdo el verde admirable de la tarima urdida con almácigos de arroz por piuranas inolvidables. El despliegue ordenado de todos los piuranos y el calor piurano intenso esa mañana de verano. El paso raudo del Papamóvil y el rostro sonriente de Juan Pablo II. Las palabras del Papa llegaron al corazón: “Vengo para encontrarme con los queridos hijos de esta tierra, en cuyas vidas quedan aún las huellas del sufrimiento causado por las catástrofes naturales que hace poco más de un año destruyeron viviendas, cosechas, canales de regadío, vías de comunicación, provocando indecibles dificultades a tantas familias y destruyendo el fruto de largos años de fatigas. Por eso mi visita quiere ser ante todo un signo de solidaridad y aliento a no dejaros abatir en la desgracia, sino a sacar de ella razones de esperanza, de mutuo apoyo y voluntad de reconstruir lo perdido. Pido a Dios que las aguas que produjeron destrucción y muerte haya servido para fecundar vuestros campos, y que os alegre la esperanza de más abundantes cosechas para continuar vuestra vida”.

Juan Pablo II al retornar de Piura se llevó un cajón de mangos, un sombrero de paja toquilla y filigrana de Catacaos entre innumerables presentes que le fueron entregados. En un gesto amoroso su Santidad rindió su personal tributo de amor a la Estrella de la Evangelización, María de la Merced. El ruiseñor se posó en sus manos y de sus labios brotaron trinos perdurables. Con él, el mundo experimentó un nuevo rumbo y cambios extraordinarios. No es casual que se rasgara la cortina de hierro. Y que las ideologías totalitarias cambiaran de rumbo. Juan Pablo II no sólo encarna el ideal cristiano de amor y de santidad. También nos recuerda que Dios escribe poesía con los torcidos renglones de los hombres.

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