Una página que reune los artículos periodísticos de Miguel Godos Curay. Siempre con una lectura polémica, fresca y deslumbrante de la realidad.
domingo, 8 de mayo de 2011
LA MAMA DE KROLL
Por: Miguel Godos Curay
Era día miércoles, a las 6.45 de la mañana. El sol brillaba con sus primeros rayos, entre los verdes algarrobos del Campus de la UNP. A esa hora empieza el febril movimiento de estudiantes y profesores. De pronto, se detiene un mototaxi y desembarca rauda una señora. La señora baja una silla de ruedas y la extiende como fuelle de acordeón. Después con gran esfuerzo carga a Kroll, su hijo y lo coloca sobre ella. Para luego, iniciar, cuesta arriba su cotidiano trajín hasta el aula 13 del pabellón de estudios generales, donde Kroll, este jovencito de sonrisa abierta, pero afectado por la polio estudia el tercer ciclo de Comunicación social en la UNP. La amorosa madre deja a su hijo en la puerta del salón de clases. Es un alumno puntual de primera fila con su infaltable mochila y cortesía.
El gesto humano conmueve de sobremanera. Para una madre no hay carga pesada ni esfuerzo que no valga la pena por un hijo. No encontrábamos cómo empezar una crónica que hable de la entrega y del afecto de las madres. Necesitábamos de un gesto humano como argumento para esa frase que dice “el mejor regalo para mamá sale del corazón y no del bolsillo”. Y encontramos ésta viva experiencia en la punta de la nariz. Anotamos todas las ideas que se cruzaron por la mente en ese momento.
Kroll, tiene limitaciones que ha logrado superar con el fervor amoroso de su madre. Ella lo impulsa, lo motiva y lo empuja a posibilidades de realización humana extraordinarios. Kroll, como muchos otros, ha podido quedarse postrado en una cama despertando compasión. Pero no, él es una voluntad indoblegable y no se arredra. En un mundo en el que otros, teniendo todo, vegetan impunemente, sin hacer nada. Él se esfuerza. La madre de Kroll repite a diario, de lunes a viernes, esta acción humana. Pese a sus dificultades Kroll estudia y desea con aplomo ser comunicador de radio. Para su voluntad irrepetible no hay límites. Adora el deporte y lo disfruta a su modo. Este afán de superación se nutre en el amor de su madre. Símbolo de todas las madres que lo dan todo por sus hijos.
Todos los artefactos eléctricos son nada para premiar a esta indoblegable y protectora energía humana que transforma a los hombres, por diminutos que sean, en gigantes. Un kilómetro de poemas de amor son nada para definir con palabras esa inconmensurable ternura. Un océano de bendiciones se empoza en el corazón. Las estrellas en el cielo bien pueden servir para enumerar los sacrificios de una madre. Joven o anciana. Una madre es un libro abierto de experiencia humana inagotable. Una madre es un faro que guía en las tinieblas de la soledad. Es un recuerdo que inflama de gratas emociones los corazones. Aquellos que tienen la dicha de tenerla realmente no tienen idea de su maravilloso poder. En la ausencia, una madre, es como una estrella lejana desde la que se asoma resplandeciente de eternidad.
El don de la maternidad tiene una continuidad genética impredecible. Basta que el “hijo” la ame con fervor para que la nutrición de ternura surta efecto. Las madres en el Perú, son madres coraje que estoicamente soportan los desdenes de un Estado que no reconoce que las tareas diarias de las amas de casa movilizan el país. Un ama de casa trabaja más que un chino, doce catorce o quince horas diarias. Sin posibilidad de una seguridad social que preserve su vida de la enfermedad, del abuso y la violencia doméstica. Aún en las encuestas censales. Se les pregunta: -¿Realiza Ud. alguna actividad?- Y ellas responden: “Soy ama de casa”. Que se interpreta, para la falacia estadística. “Sin trabajo”.
Sin la actividad cotidiana de las madres. El Perú no se mueve. La energía que moviliza al país emerge de sus manos. Aún en los momentos críticos. Las mamás no dejan de trabajar. Perogrullo resulta la pila inagotable de ollas arroceras, de artefactos eléctricos para que la reina el hogar prosiga cocinando interminablemente y se deslome preparando alimentos para sus hijos sin tregua.
Una madre es un proyecto educativo validado con la práctica cotidiana. No es un ejercicio a medio hacer del que se llenan la boca los burócratas parlantes. Los vendedores de sebo de culebra. Los predicadores, los congresales “calienta sillas”, los disonantes que nunca hacen los que dicen y consuelan su conciencia con eufemismos. Una madre es una adhesión leal al futuro. Una enciclopedia de psicología que no se extravía en las incertidumbres de la estupidez. Una madre tiene las certezas racionales del filósofo convicto. Y no tiene dudas para su amor. La matemática de los sentimientos es infinita. La geografía de la ternura tiene paisajes inéditos incomparables. Y las fuentes cristalinas de la dicha tienen una extensión enorme.
El rostro de mama podrá ser un arrugado guindón de dulzura pero su sabor sacia a quienes lo sienten en sus labios. Una madre transmite la seguridad y la confianza de quien marcha seguro por el mundo. Una madre es un bálsamo para conjurar la tristeza. Y un consuelo para los que habitan la isla de la soledad. La cocina de una madre puede ser austera y pobre. Pero en sus manos se opera la multiplicación de los panes y los peces. Su sazón tiene especias codiciadas en las que rezuman la gratitud y el olvido. Gratitud ilimitada y olvido para no reeditar las páginas de la desolación.
Los labios de mamá interpretan música inconfundible. Sus manos tejen la media de los sueños de sus hijos y zurcen con confianza los rotosos orificios de la desesperanza. Las historias que cuenta a sus críos. No las conoce ningún Nobel de la Literatura. Peo son historias inolvidables narradas con innovadores arreglos centenares de veces. En donde el heroísmo aflora en los ojos y en los labios. Sólo las flores tienen la magia de los pinceles para darle vida a su rostro.
Mientras los hijos se divierten disfrutando a raudales de la vida. Las mamás rezan interminablemente para que a los ausentes no les ocurra nada y retornen sanos y salvos a casa. Al día siguiente, sin importarle el insoportable tufo del hijo medio ebrio. Prepararle un reparador cebiche. ¿Cuál es la sustancia de este amor que todo lo puede y todo lo quiere? Tiene cuatro letras solamente: M-A-M-A.
(Foto: Kroll Tineo Farfán,con sus amigos de Comunicación Social UNP)
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