domingo, 27 de marzo de 2011

EL DIABLO DE CACHOS ALQUILADOS


Por: Miguel Godos Curay

La última vez que vimos al diablo de cuerpo entero fue en la presentación de “La barca sin pescador” de Alejandro Casona en el Teatro Municipal. Era un Mefistófeles elegante sin cachos afilados que venía a exigir el cumplimiento de un contrato pagado con vida y zapatos de por medio. En la sierra de Morropón cualquier feligrés sensato al acostarse coloca sus zapatos en cruz para que no los utilice en sus andanzas el demonio. Por eso todo se bendice y se bien dice. Alguna vez observé a humildes campesinos de Santo Domingo (Morropón) echarle agua bendita al receptor de radio de transistores “para que siempre de buenas noticias y para que la música que brinde sea siempre alegre y regocijante”. Si los propietarios se percataran de lo que el público realmente espera de los medios, apostarían por la calidad de la programación.

En Piura, el diablo se convirtió en pobre cuando en las calles iluminadas por los bombillos eléctricos ya no tuvo ocasión de aparecer. La “Bolsa del diablo”, el callejón del jirón Torata, por donde se le veía es hoy un paradero de mototaxistas. En Piura el diablo perdió el poncho. Ya tampoco se le ve bajar por las laderas del Cerro azul en Paita. Fue en este lugar donde el aguatero Garavito lo encontró en medio del camino y le dejó esta elocuente impresión. “Era rubio y de bigote escarchado con brillantina. Los ojos tenían un brillo extraño y era imposible fijarle la mirada. Usaba leontina. Viajaba en caballo fino color negro y con un extraño brillo. Me dijo que si deseaba ser rico y con fortuna. Yo le respondí que era pobre pero honrado gracias a esta lucecita e Dios. Fue en ese momento en que soltó una sonora carcajada y de su boca salió fuego”. A Garavito, según los testimonios, lo encontraron echando espuma por la boca. Lo salvaron el escapulario mercedario y las santas reliquias que llevaba en el pecho.

El maligno serrano monta a caballo, calza espuelas y le encanta sorprender a las doncellas hermosas que acuden a lavar al río. Las enamora con tal verbo y con tanta insistencia que les perfora el corazón. Por eso las abuelas recomiendan nunca mirarle a los ojos ni a la boca en donde resplandece su dentadura de oro puro. La fórmula disuasiva en estos casos es repetir a viva voz: “Primero es Dios que vos” entonces emprende las de Villadiego y desaparece. Otras veces el diablo se enamora y ronda a las chinitas. En esos casos se utiliza un severo antídoto. Orines y excremento se arrojan en el lugar por donde aparece “porque el diablo es asquiento” y no regresa más.

A comienzos de siglo Satán hizo su incursión por las caletas de Talara. En aquel entonces apareció en una de estas fiestas de disfraces y borracheras del carnaval. Según refiere la tradición. Un extraño personaje de curioso disfraz y cachos refulgentes bailaba alegremente la tambora “cocaleca”. “¡Quiero cocaleca, dame cocaleca, vamos a la playa que la mar está seca!”. Nadie bailaba como él y las bailonas sucumbían a su encanto y alegría. La fascinación se convirtió en sorpresa cuando al momento de premiarlo por el mejor disfraz intentaron sacarle la máscara y los cachitos. Los que siendo del mismo Lucifer formaban parte de su cuerpo. La borrachera se esfumó en el instante. Los carnavaleros en fila, al día siguiente, tuvieron que pedirle al cura Pacheco Wilson confesión y penitencia. Noticias recientes dan cuenta que se ha visto al diablo embotándose de marihuana, cocaína y éxtasis en Máncora.

Otra versión demoníaca es el diablo sechurano que aparece en las hipnóticas dunas del desierto. Ahí confunde y extravía a los arrieros y caminantes. Otras veces pacta fortuna y riqueza a cambio de la vida entera. Para ello el compromiso obliga a “bailar calato la ronda con el mismo diablo”. Luego la plata viene a manos llenas. De acuerdo a las cláusulas contractuales don Sata es muy cumplido. “Da todo lo que le piden: plata, mujeres, borracheras lanchas y pesca”. Eso sí, cuando cobra es peor que embargo bancario. Te levanta con todo”.

El diablo en Huancabamba está presente en las Huaringas. Según el imaginario popular en la mesa del curandero asoma los cuernos como en la estampita de San Cipiriano. Por eso las mesas de salud requieren la protección del Cautivo de Ayabaca, la Cruz de Motupe y de la Patrona del Cisne. Los chamanes y nigromantes saben como tratarle y pedirle auxilio si fuera necesario. A él recurren los “maleros”, “amarradores”, los tuerce suertes, las brujas que se convierten en lechuzas y chanchas. El diablo siembra el mal y la enfermedad pero sus conjuros no soportan el agua bendita ni la devoción a la Virgen. Últimamente, sostienen en Sondorillo, el diablo usa casco y anda en 4 X 4.

En Sullana el diablo recorría villorrios y se confundía con parroquianos y vianderas asumiendo formas curiosas. Una de ellas era la de churre llorón. Así cuentan que un chacarero que retornaba a casa encontró a un niño abandonado entre chopos y zarzas en medio del campo. Al oírlo desgañitarse, el buen hombre, lo recogió y colocó contra su pecho para darle calor. Grande fue la sorpresa cuando las manitos del pequeñito empezaron a atenazarlo apretando su cuello. Fue en ese preciso momento que el churre habló diciendo: “Tiiito mírame el diente”. Y al mirarlo el sorprendido samaritano descubrió filudos dientes de oro y la lengua despedía fuego”. La salvación del buen hombre fue esta ocasión el escapulario de la Virgen del Carmen ante el cual el maléfico emprendió una veloz huida. Esta historia la recoge Lola Cruz de Acha y aún se repite de boca a oreja en Sojo y Querecotillo.

Últimamente el diablo se asoma por los municipios en pos de negocios fáciles y birlarse la provisión de leche de los programas infantiles. También la encanta hacerse de predios que compra a precio huevo y después vende a precio elevado con pingues y mal habidas ganancias. Otras veces funge de proveedor rompe manos y conciencias. También existe el diablo capitulero, político y candidato de cachos alquilados experto en ofrecer el oro y el moro. Diablo de doble discurso vestido de honestidad aparente cuando en el fondo tiene el alma vendida. Diablo siete suelas que anda en busca de almas incautas a las que con candor promete salud y riqueza. Diablo compulsivo que alienta el consumo incontrolable y engorda las deudas. Diablo que no permite que veamos las cosas en su justa dimensión y que soslayemos el valor genuino de la familia y la educación. Diablo interior nutrido de apariencias sediento de poder, más exhibición que acción. ¡Pobre diablo!

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