domingo, 13 de marzo de 2011

¡HOY NO SE FIE, MAÑANA SI!


Por: Miguel Godos Curay

Un cartel colocado en el camino culebrero de una calle convertida en trinchera dice: “Disculpe, las molestias de hoy serán el bienestar del mañana”. El taxista me dice que estos mensajes son como el “Hoy no se fía, mañana sí” que en todas las tiendas de barrio colocan los pulperos para consolar ingenuos. Los tajos en el cuerpo de Piura muestran los cimientos sin cimientos de la ciudad. Los caserones de adobones se mantienen en pie en el aire a la de Dios. Los piuranos no se enferman de tanto convivir con miasmas flotando en el aire, sumergidos en ríos insoportables de aguas negras, respirando aire insano. Si los niños y los viejos no se enferman es porque el sol nos preserva de todo mal. Así estamos. Y los candidatos ofreciendo lo que nunca podrán conseguir, quemando gasolina, desluciendo la ciudad, aullando como lobas, mordiéndose cual raposas, mostrando una sonrisa con la convicción equivocada que los ciudadanos son caídos del guabo.

Ninguno, por ejemplo, tiene propuesta para evitar que en adelante hagan pedazos nuevamente la ciudad. Ni para detener esa escalada de violencia siembra cadáveres en todos los rincones de Piura. Nos admiramos con horror de la destrucción provocada por el terremoto en Japón pero nos hacemos de la vista gorda con los efectos devastadores de esa destrucción desconcertante de Piura sin necesidad de terremoto. Dios nos tenga confesados si la tierra temblara aquí. No quedaría muro en pie. El desorden y el caos no tienen cuando acabar. Nadie absolutamente nadie, nos garantiza que lo que se está haciendo, sea durable y definitivo. Ni se volverá a repetir mañana. Somos amos y señores de la improvisación.

En este río revuelto pierden los piuranos y ganan los constructores. Se reconstruye el cuerpo maltrecho de la ciudad. Falta reconstruir la confianza y la esperanza de los piuranos. Reconstruir la indignación y el reclamo ciudadano. La protesta frente a la quimera interminable y el vilo permanente. Sobran los diagnósticos, esos consoladores colectivos con los que arremeten los políticos. Esas legañas que no nos permiten ver a los crápulas disfrazados de incógnitos. Nos sobra silencio institucional y esa incapacidad para denunciar la injusticia. Nos sobra apariencia de progreso. Ese andar sin rumbo con el semáforo de la conciencia apagado de tal modo que dejamos pasar de largo la deshonestidad.

Vivimos con la papa caliente en las manos. Y no nos hemos percatado de la mala vida que llevamos. Nos estamos acostumbrando a convivir con la suciedad del cuerpo y del alma. Lo que es terriblemente abominable porque nos contentamos con esos bálsamos de sebo de culebra que se acomodan perfectamente con la inmoralidad. Últimamente, por ejemplo, se nos ocurrió promocionar nuestros atractivos turísticos. Sin advertir la inseguridad de Piura. Los asaltos están a la orden del día y cuando mostramos nuestros encantos los turistas ponen cara de espanto.

¿Desde cuándo es atractivo turístico la inmundicia? Un turista si no sufre un asalto a mano armada. A mano desarmada le romperán los bolsillos los taxistas y los restaurantes en apariencia turísticos. Después no hay mucho que ver porque nuestros bienes monumentales son nada frente a lo que en otros lugares se puede observar. El principal atractivo turístico de Piura somos nosotros. Nunca en la fauna humana hubo criaturas tan conformistas, tan dejadas y tan indiferentes. Tan dadas a hablar de proyectos educativos (sin proyecto). Hasta hoy no educamos con sinceridad para que nadie nos engañe y nos compre la conciencia. No hemos aprendido la aritmética del esfuerzo que suma y no resta. Y a multiplicar nuestro elenco de derechos sin dividir con injusticia lo que merecemos. Desconocemos aún el abecedario de la tolerancia y el respeto. Ni dejamos de sentirnos grandes con los pequeños y pequeños con los grandes. Ignorando que esa es la fórmula que aniquila el decoro y la esperanza.

Otro ejemplo. Si cuando se canta el himno de la ciudad sólo movemos las mandíbulas sin articular palabras porque pocos lo sabemos. ¿Cómo andará de descascarada nuestra identidad que en el pasado carnaval, en el que hacemos ejercicio de representación, nuevamente resurgieron de sus cenizas los piratas, las pizpiretas del Moulin Rouge, faraones y la decadente Roma?. Sino queremos ser los que somos. ¿Tenemos identidad? ¿Qué somos y qué queremos ser?. Tendrá identidad está escuela para loros que anula el pensamiento. Esa matemática que se acaba en la tabla del 12. Ese civismo colorido mezcla de pereza y más de lo mismo. Ese heroísmo derrotado. Ese estilo tan plano con el que los diarios muestran nuestras desgracias.

Hay esperanza de arrinconar el conformismo cuando hagamos de la educación una herramienta para sacudir las conciencias y aprendamos a no tragarnos, sin digerir, lo que dicen los libros. Cuando nuestra fe indoblegable nos permita cambios profundos y unidos seamos un potente reclamo en todos los escenarios de la vida diaria. En el mercado cuando nos den peso incompleto, en la escuela cuando la mala práctica se deslice disfrazada de capricho. En la universidad en donde se pretenda prohibir la crítica y el libre pensamiento. En el ejercicio ciudadano para vigilar a la autoridad y preservar nuestros derechos. En la responsable tarea de elegir a nuestros representantes parlamentarios. Pues la sonrisa oreja a oreja no muestra los negocios turbios tras el candidato. Ni el cumplimiento de todas las promesas. Ni el ser mañana escuchados. Ni los problemas resueltos. Elijamos candidatos honestos, capaces de interpretar nuestras demandas, candidatos con integridad de vida a quienes podamos interpelar. Candidatos que piensen en nosotros y no en el jugoso emolumento al llegar al parlamento. Necesitamos congresistas que fiscalicen y se dejan fiscalizar y que una vez instalados en Lima el “asesor” no repita interminablemente en el teléfono: “El congresista no lo puede atender porque está en reunión de comisión”.

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