Por: Miguel Godos Curay
Platón decía que Eros, el dios del amor, poseía una doble naturaleza dependiendo según fuera hijo de Afrodita Pandemos, la diosa del deseo carnal, o de Afrodita Urania, diosa de los amores etéreos. Al amor se le representa por el fuego que incendia las pasiones, suele estar calato y tener forma de niño porque es una emoción inocultable. El amor es el principio de la vida y de regeneración de la especie humana. En el encuentro amoroso la mujer emite un solo óvulo. El hombre centenares de millones de espermatozoides. Un milímetro cúbico de semen contiene 70 millones de espermatozoides. La emisión de un adolescente contiene 3.73 milímetros. De modo que la sexualidad responsable no puede reducirse a una charla demostrativa del uso de preservativos sino a entender el significado profundo de una plena relación humana.
Lo sinónimos de la palabra amor tienen une inimaginable potencia curativa y sanadora. Niñitos y ancianos abandonados incapaces de expresarse han vuelto a la vida cuando alguien se dirigió a ellos con palabras tan fáciles de pronunciar como: perdón, te quiero, estoy contigo, tú sí puedes, hazlo, no tengas miedo. El amor es sinónimo de cariño, afecto, apego, ternura, devoción, adoración, veneración, afección, inclinación, enamoramiento, pasión, deseo atracción, respeto, solidaridad, contacto físico. La antípoda del amor es el odio y como dice el vals de Federico Barreto (Tacna Peru 1862-1929) “sólo se odia lo querido”.
Mucho se ha escrito en la literatura sobre el amor. La más peligrosa forma de amar, como decía Catón, es aquella en la que el alma del amante vive en un cuerpo ajeno. El amor apasionado es un sentimiento profundo que busca fundirse con el otro. En este extremo se comporta como un despeñadero hacia la muerte. Alfonsina Storni (1892-1938) poetisa nacida en Suiza se incorporó a la vida argentina a los cuatro años. Su poesía es conciencia atormentada por la pasión y la reflexión, es académica pero al mismo tiempo erótica. Poco antes suicidarse escribió estos versos: “Duermo mi sueño eterno a pierna suelta,/ me llaman y no quiero darme la vuelta. /La mujer que en el suelo está dormida/ y en su epitafio ríe la vida”.
San Agustín sostiene categóricamente que los enamorados aman el amor. Esa sensación de abandono de sí mismos. Mark Twain, vivó 33 años con su esposa Olivia. Hoy en la que la mayor parte de los matrimonios se disuelven pronto como caramelo en la boca. Convivir es una proeza. A la muerte de la amada Twain escribió un hermoso y tierno libro, titulado “Diario de Adán y Eva”. El libro concluye con esta frase: “Allá donde Eva estuviese, era el Paraíso”. La que colocó como epitafio sobre su tumba.
William Shakespeare (1564-1616) en “Mucho Ruido y Pocas nueces” advierte sobre la inconstancia amorosa masculina. “Cese, mujeres vuestro suspirar./ los hombres son farsantes./ Un pie en la tierra, otro en el mar. Nunca en sitios constantes./ No suspiréis ya mas, dejadlos irse / con risa divertida,/ que llegue vuestro llanto a convertirse / En un viva la vida”.
En tono satírico e imitando a Góngora José de Cadalso (1741-1782) escribió la siguiente redondilla de los entretelones del amor: “Que dé la viuda un gemido/ por la muerte del marido./ ya lo veo;/ pero que ella no se ría/ si otro le ofrece el día,/ no lo creo./ que Cloris me diga a mí : <
Conmovedora es la historia del pintor piurano Felipe Cossío del Pomar y la cubana Stella Fons. Se amaron intensamente. Stella lo acompañó en su periplo por el mundo y fue animadora de sus iniciativas culturales en San Miguel de Allende (México) y en Valencia (España). Cuando Felipe murió dispuso que sus restos fueran sepultados en Piura como era su deseo postrero. A los pocos días Stella presa de soledad como las mariposas cerró sus ojos y no los abrió más. José Asunción Silva (1865-1896) poeta colombiano, después de perder a su padre y a su hermana Elvira, abandonó los negocios y estuvo a punto quebrar. En 1894 zozobró el barco en el que viajaba perdiéndose todos sus manuscritos en el naufragio. Un año más tarde le pidió a su médico le dibuje en el pecho el lugar exacto del corazón. La noche siguiente tras una velada en la que recitó de memoria sus poemas de amor, se colocó una esponja bajo el frac –para que la sangre no manchara la pechera- y se disparó una bala en el lugar señalado. El último verso que recitó testimonio de su vida dice lo siguiente: “Luego, desencantado de la vida, / filósofo sutil,/ a Leopardi leyó, y a Schopenhauer/ y en un rato de spleen (hastío), / se curó para siempre con las capsulas/ de plomo de un fusil.”. Así es el amor. Un rapto de locura. Flaubert guardaba , en su escritorio, las chinelas que Louise Collet, su amante, había llevado en su primera noche de amor y cuando la inspiración se le iba las sacaba para acariciarlas y besarlas. Ay el amor, el amor, el amor…
Foto:José Asunción Silva- Bogotá, 27 de noviembre de 1865 - Bogotá, 23 de mayo de 1896.
No hay comentarios:
Publicar un comentario